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Ecatepec: el hombre que gozaba con el temor ajeno

Alejandro Almazán | El Universal
Jueves 09 de mayo de 2002

Las actitudes violentas no eran raras en el hombre que el lunes arrolló a un grupo de menores y adultos en Ecatepec, estado de México. En la vida de José Luis Nieto Ávila existen diversos casos de amenazas y agresiones contra sus vecinos. Éstos recuerdan cómo el hoy acusado de lesiones y homicidio doloso se divertía azuzando a sus perros para atacar a los menores que caminaban frente a su casa; cómo jugaba arrancones con los autos que arreglaba y cómo en noviembre de 2001 atropelló a una mujer que más tarde sería detenida por presuntamente golpear a la esposa de Nieto.



Los arrebatos del mecánico

La historia de José Luis Nieto, la persona que arolló a los niños de Ecatepec, está marcada por constantes brotes de violencia iracunda. Lo mismo embestía con su camioneta a una mujer, que golpeaba a otra vecina, que azuzaba a sus perros para atacar a los menores que cruzaban su banqueta. Es la historia de un hombre repudiado, con cinco denuncias en su contra. De un hombre que necesitaba trazar límites en las calles para no sentir que su mundo se revolvía.

Todos ubican a los Nieto Oliveros como oriundos de Michoacán. "A varios de esa familia los han matado allá por bravucones". Quién sabe, eso suena ya a leyenda. Lo cierto es que llegaron a la calle Clavel hace unos 20 años. Claro que en aquel entonces la colonia no se llamaba Bordos ni la calle tenía nombre. Aquello era un desparpajo de casas salpicadas en los cerros. Desde entonces, dice doña Leticia, El Mugroso , como lo llaman, hizo de las suyas: "Como no teníamos luz, necesitábamos colgarnos de un poste. Y el único que había estaba en la banqueta de El Mugruso . Un día cortó los cables de todos. Le reclamamos. Pero él traía una hacha y dijo que si volvíamos a hacerlo nos iba a matar, que con él nadie se metía. Desde ahí se hizo famoso: todos decían que era un hijo de la chingada".



* * *

El odio del mecánico hacia sus vecinos de la calle Clavel tal vez empezó por dos cachetadas y una descalabrada.

Un día, Iván Velasco, quien tenía cinco años (hoy tiene 22), jugaba a las guerritas espaciales cuando una diminuta, alta para él entonces, María Oliveros Tinoco lo abofeteó. La mujer, de esas de delantal, de esas que avientan escupitajos porque sí, de esas que tienen la manía de estarse echando el cabello hacia atrás, es la esposa del mecánico.

-¿Por qué le pegaste a mi hijo? -le reclamaba María a Iván. Y sí: en la batalla espacial Pepe, el hijo mayor del mecánico había tenido que sufrir una descarga de golpes.

Iván no se dejó: cogió una piedra y le dio justo en el ojo a María. Mala idea. José Luis decidió vengar a su mujer: incendiaría algunas colchas de Iván y familia, de los que sólo los separan 10 metros.

"Desde ahí empezaron los insultos", dice doña Petra, la madre de Iván. "Nos agarró tal odio que no dejaba que las otras vecinas nos hablaran. Pero las señoras no le hicieron caso, les mentaron la madre. Y entonces la agarró contra las desobedientes: doña Esperanza Arreguín, doña Ana Gallo, doña Lola y contra la Miss ".

La Miss es María del Socorro Bibriesca Martínez, la directora del kinder Gabriela Mistral. La de los dos niños muertos. La arrollada en el repetido video.

Pero con doña Petra ahí no terminó el problema. Al mecánico no le cuadraba que dicha mujer le reclamara por invadir su puerta con "las carcachas" que éste arreglaba.

Un día de 1992: -Quite sus camionetas, porque si no lo voy a demandar.

-Ni madres y menos porque una vieja me lo ordena. Ándese con cuidado porque le mato a uno de sus hijos.

Aún así, doña Petra fue a la delegación de Xalostoc que por estos rumbos conocen como Prisco. Levantó el acta, pero bien le dijo el Ministerio Público que la atendió: "Demandas por amenazas no proceden".

Desde entonces, José Luis se dedicó a bombardear la casa de doña Petra con piedras o aventarle por la madrugada comida descompuesta. Ya las últimas semanas el mecánico le ponía en la puerta el estiércol de los perros.



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En la calle Clavel había, hasta el lunes pasado, una regla: "nunca te bajes de la banqueta". Y cómo no: nada más habría que mirar a José Luis cuando se trepaba a una de los autos que arreglaba. Switch . Acelerador. 140 kilómetros por hora en un espacio de 100 metros. Freno. Reversa. Otro arrancón. Risas.

"Mi abuela me enseñó a bajar de la banqueta", dice Claudia, una niña de cinco años cuya familia vive casi frente al taller de los Nieto.

Pero eso no era el peor temor de la abuela, de doña Ana Gallo. "No, eran los reclamos diarios del viejo y su mujer", dice esta mujer con parálisis facial.

Con doña Ana los problemas datan desde hace 15 años. Un perro de ella mordió a Kika , la hija menor de José Luis y desde ahí vienen las maldiciones.

Hace un par de años doña Ana volvió a enfrentarse a José Luis: tanto le molestaba al mecánico que a la calle entraran camiones, que fue a reclamarle al esposo de doña Ana, dueño de un autobús de pasajeros en Ecatepec. "Un día de estos lo voy a quemar", amenazó. No lo cumplió.



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Imaginen ahora a doña Esperanza Arreguín saliendo disparada después de que José Luis la ha arrollado con una camioneta. Eso fue en noviembre de 2001. Superó las lesiones.

O mirénla cómo la golpean cuatro agentes judiciales para subirla a una patrulla y llevársela al penal Chiconautla, "por lesiones a María Oliveros Tinoco". Claro que no hay evidencia de que doña Esperanza cometió tal delito, pero la detuvieron el 8 de marzo pasado, pasó un día en la cárcel hasta que le dijeron que "disculpara a la autoridad, que hubo un error", y hoy acude a terapia.

"Todo empezó por envidia", dice doña Esperanza, "hasta la madre ya de la prensa". "La Bruja Mecánica no soportaba que yo fuera feliz con mi esposo y me dijo que no descansaría hasta verme infeliz. Está igual de orate que su marido".

Ahí están las denuncias ante Prisco (la XA/I/2054/99 y la XA/I/2976/01, por lo menos; aunque se habla de unas cinco). Claro que las autoridades del Estado de México dicen que no existen.



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Dice Borges que las cosas son la extensión de uno. He aquí lo que se puede mirar de la casa del mecánico José Luis: El portón lo pintaba cada año porque la pintura corriente no resistía más. Ahí dice: Taller Mecánico Automotriz Nieto. Una barda y un pirul cubren lo que es el patio y que en realidad son puros desperdicios de piezas de automóvil o de sobras de comida rancia para los perros, marranos, gallinas y pájaros (los vecinos apuestan a que en pocas horas los animales empezarán a tragarse a sí mismos). Los cuartuchos que se alcanzan a mirar son de tabique podrido, tan viejo como los arbustos y plantas que los rodean y que quizá por eso sobresalga el acero brillante de una antena de televisión por cable. Hay envases por doquier, pero ninguno de cerveza; no bebía José Luis, tampoco sus hijos, vaya, ni siquiera hacían fiestas. Todo está desordenado y no necesariamente porque la policía haya ido a catear el lugar. Así ha sido siempre: "un chiquero". "Ah, pero eso sí, salía gritando que él no comía tortilla dura, que él trabajaba duro para no estar de miserable", dice Rogelio, hijo de doña Lola, otra de las mujeres que José Luis llegó a golpear.

--¿Y por qué no hacías nada contra él? --se le pregunta a Rogelio, profundamente drogado.

--Porque tenía pistola.



* * *

Se llevaba una mano a la cintura y sonreía. Luego volvía a meter la gruesa brocha en la cubeta de pintura amarilla y ahí, donde había contado tres pasos (a partir de la banqueta), trazaba con cuidado una línea.

Era diciembre pasado y José Luis estaba poniéndole límites a la calle, su calle. Límites al territorio del kínder de la Miss Socorro. Límites absurdos porque la casa del mecánico queda a 30 metros de donde pasaba el brochazo amarillo.

Y entonces le daba un mordisco a una manzana, se atragantaba. Daba vueltas a la línea con esos pasos firmes, desafiantes, así como andan sus tres hijos (estudiantes del Politécnico) y que la gente dice "caminan bien acá". Regresaba al taller-casa para darles un par de besos a sus dos nietos, cosa que contradecía su actitud ante los demás niños del barrio.

Volvía a la línea. Saludó a su hija Kika , quien venía del mercado y tenía poco de haber regresado a casa, luego de que se fugó con el novio. El mecanico José Luis terminó su obra en poco tiempo.

Por ahí salió la Miss Socorro y le dijo: "Quien pase de esta línea, se muere". En realidad él la cruzó el lunes.



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José Luis Nieto Ávila era el azote de la calle Clavel. Ahora quedan sus amigos, sus únicos amigos de la cuadra: El Marisquero , El Naranjas y un tal don Toño.

El primero ya baleó una vez el kínder de la Miss Socorro. El segundo hace lo mismo que José Luis: arrancones en la calle (aunque se droga); y el tercero también echa bala los fines de semana. Dice Remedios: "Pinche calle, puro loco aquí: ¿con cuál se queda?".



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