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La “mejor boleada” de Polanco

Gerardo Suaréz | El Universal
04:35Domingo 23 de junio de 2013
Desde las seis de la maana hasta la seis de la tarde no dejan de llegar los clientes al lugar

PRESTIGIO. Desde las seis de la mañana hasta la seis de la tarde no dejan de llegar los clientes al lugar. (Foto: GERARDO SUÁREZ EL UNIVERSAL )

En Ferrocarril de Cuernavaca y Ejército Nacional hay un negocio que ayuda a los oficinistas de la zona a lucir un calzado pulcro y a personas sin trabajo, a aprender un oficio

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El oficio de lustrar zapatos tiene una cara distinta en Ferrocarril de Cuernavaca casi esquina con Ejército Nacional, en Polanco, donde unos módulos de aluminio con llantas son el espacio de trabajo de una microempresa conformada por 10 personas que se ayudan entre sí para asear el calzado de sus clientes.

Daniel Bolaños es el encargado de este negocio —que limpia zapatos a 25 pesos el servicio— en una de las zonas más exclusivas de la capital desde hace 35 años, y que él encabeza hace 20, cuando su amigo y encargado, quien lo enseñó a bolear, falleció de Parkinson y Dani, como todos le llaman, decidió hacerse cargo.

“Aquí las boleadas pueden tardar un poco más pero el resultado es el mejor, hay clientes que nos dicen que el servicio les dura hasta un mes”, asegura Daniel Bolaños quien empezó a bolear zapatos desde los ocho años.

Los boleros cepillan, embarran sus dedos de grasa y la untan en el calzado, vuelven a cepillar, dan un trapazo y repiten la operación tres o más veces.

Al final aplican un abrillantador líquido en la suela y otra grasa en la piel, que es secreto de la casa, para dejar cualquier zapato como si fuera de charol.

Con el paso del tiempo Bolaños requirió ayuda en el negocio y gradualmente se sumaron sus demás compañeros para conformar una especie de escuela y un micronegocio que da una oportunidad a quienes no tienen empleo.

Entre los trabajadores de “la mejor boleada de Polanco”, está Jonatan, de 17 años. “Comencé porque me quería comprar un celular. Después me gustó el oficio y me quedé”, afirma el joven ganador de varios torneos de artes marciales y con cinco meses de trabajar con Dani.

Maru, madre soltera de un niño de siete años, aprendió este oficio de sus hermanos cuando era una niña. A sus 29 años se quedó sin trabajo y vino al puesto de Ferrocarril de Cuernavaca a probar suerte. Ahora se divide para atender su trabajo y a su pequeño. “Él sabe que trabajo boleando zapatos e incluso un día lo traje y me ayudó”.

“Los clientes tienen vuelta”

Aquí se bolean zapatos de seis de la mañana a seis de la tarde. Todo el día llegan oficinistas y empresarios porque, dicen, “aquí los dejan más brillantes”.

Los clientes suben y bajan de los asientos, diseñados para un auto deportivo, pero instalados en los módulos de aluminio que fueron donados hace poco por una farmacéutica que tiene sus oficinas en la zona de Polanco.

“Vengo desde Izcalli nada más para bolearme los zapatos y vine con mi hijo”, comenta Héctor Sánchez, jubilado, quien trabajaba como chofer en Lomas de Chapultepec y solía venir constantemente a lustrar su calzado.

Los colaboradores también reciben maletas con varios pares de zapatos de quienes llegan en su auto, los dejan con toda confianza con Dani y vuelven un día después.

Aunque el mobiliario cambió de dos sillas y una lona como techo hace 20 años, a un mobiliario más sofisticado —al cual Dani planea instalar pantallas LCD y una máquina para hacer café—, lo que no se ha modificado, asegura Daniel, son el trato amable y la calidad del servicio que brindan.

“Por eso nos tienen confianza y nos dejan sus zapatos, tratamos de dar el mejor servicio y usar los mejores materiales, porque nuestros clientes tienen vuelta”, afirma el microempresario.



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