Tras 2 años de tortura, aquí hallaron libertad
PERSECUCIÓN. Nelson Toledo Gálvez, el revolucionario líder de las juventudes de Salvador Allende, y su esposa desde hace más de 40 años, Rosa Clementina. (Foto: ESPECIAL )
"Aquí encontré mi vida, encontré la libertad, encontré la democracia". Nelson Toledo Gálvez, el revolucionario líder de las juventudes de Salvador Allende, refiere así cómo en 1977 encontró refugio en México, después de más de dos años de prisión y de torturas a las que fue sometido, tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile.
A los 15 años se incorporó al Partido Socialista que ayudó a fundar su padre Eugenio Toledo. Orgulloso de su pasado asegura: "Siempre he sido un hombre de izquierda y yo luché por mis ideales. En mi juventud abracé la lucha armada. No puedo negar lo que he sido; era una persona que estaba muy metido en todos los aspectos políticos y militares del Partido, era alguien importante". Fue miembro del Comité Central de la Juventud Socialista, el máximo órgano de ese sector a nivel nacional. Por ello, el régimen de Augusto Pinochet lo persiguió, hasta que lo capturó el 6 de octubre de 1973 en su pueblo Bio-Bio.
"Caí preso y me llevó la fuerza de inteligencia militar a Chillán. Tuve todas las torturas que se puede imaginar, a mí me pasaron cinco veces a la cámara de tortura, hubo gasolina en los ojos, golpes de corriente en los genitales, me hicieron comer excremento". Hasta lo pusieron en el paredón, dice, para fusilarlo, le vendaron los ojos, pero al final era otra forma de humillación.
Recuerda que el 12 de octubre le informaron que lo fusilarían y su último deseo fue despedirse de Rosa Clementina Gutiérrez, su esposa, quien ni un sólo día, después de que lo localizó en prisión, dejó de visitarlo, llevarle comida y ropa. Ese día supo que nacería su hijo Nelson Francisco, "fue ahí que me dije: ‘Tengo que vivir'".
Esa mujer que lo acompaña desde hace 40 años gestionó ante el Comité Intergubernamental de Migraciones Europeas de Naciones Unidas la salida de Nelson y México fue el país que aceptó refugiarlo. Aprovecharon que por su salud autoridades lo sacaron de la cárcel y lo sometieron a prisión domiciliaria.
"Nunca podré olvidar que cuando yo llegué a México podía andar por las calles libremente, y eso tiene un valor". Amigos socialistas lo ayudaron a rehabilitarse de sus heridas que le impidieron caminar durante casi un año, le consiguieron trabajo en la Secretaría de Educación Pública, le ayudaron a forjarse una nueva vida con su esposa.
En 1998 decidieron ser mexicanos, pues "éste país nos dio todo, ésta es nuestra patria, regreso a Chile por la familia, si pudiera no lo haría", señala la mujer quien recuerda que pese a su embarazo también fue torturada para incriminar a su marido, pero se mantuvo firme para impedir que él fuera un nombre más en la lista de desaparecidos.
Visitaron Chile hasta 1993, Nelson rememora ese momento: "Hubo una sensación de nostalgia, indignación porque no estuve en mi patria, satisfacción porque México me acogió y me dio su mano solidaria, por eso me hice mexicano y voy a luchar el resto de mi vida por la democracia y la libertad".