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Imitan a 'Zetas' y ofrecen servicios afuera de Tribunal

Óscar Balderas | El Universal
00:08Ciudad de México | Lunes 27 de febrero de 2012

Aseguran que estos grupos de imitadores se crearon porque los jueces ordenan cumplir una orden en zonas tomadas por asociaciones y los policías casi nunca quieren acompañar al abogado. (Foto: Ismael Angeles/ EL UNIVERSAL )

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Video Se dicen Zetas; son golpeadores a sueldo, imitan a sicarios.
Del otro lado de la línea hay un hombre violento. La agresividad se le cuela por la voz cuando le pone precio a sus puños: por 20 mil pesos está dispuesto en ´convertirse´ en líder de un comando armado

Se instalan en Niños Héroes y se contratan hasta por 20 mil pesos para llevar a 6 personas

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Del otro lado de la línea hay un hombre violento. La agresividad se le cuela por la voz cuando le pone precio a sus puños: por 20 mil pesos está dispuesto en "convertirse" en líder de un comando de La Familia Michoacana, para satisfacer a su cliente.

Su tarea es provocar que una familia desocupe su casa en la ciudad de México para que su cliente la compre a precio de remate y la haga un bar. Héctor, un hombre corpulento y mirada demencial, se exhibe como el ideal para realizar ese trabajo.

"Las cosas al chile, vamos a llevar un juguete (arma) y si para mañana vuelven a amanecer ahí... chingas a tu madre, si mañana te veo aquí amaneces muerto, hijo de la chingada", ensaya Héctor, ofertándose para la misión.

"¿Cuánto me cobras por ponerte con tus cinco mejores personas?", pregunta el reportero haciéndose pasar por un cliente convencido con la agresividad de Héctor.

"Dame 20 (mil pesos), yo lo hago y los resultados los tienes en pocas horas", responde el golpeador.

El precio es por una petición previa: para infundir más temor, debe presentarse como líder de sicarios del grupo que fundó el capo Servando Gómez Martínez, La Tuta. Asegura que se hará acompañar de gente para demostrar a la familia en cuestión que la amenaza es seria y que los sacará de su hogar, aunque ahí vivan mujeres, ancianos o niños.

A patadas, si es necesario

"La forma en que yo lo haga es mi problema, yo te entrego tu terreno, ¿vale?", asegura.

Héctor hace este trabajo casi todos los días; carga consigo una agenda donde anota sus misiones: un día desalojar una familia, otro día amenazar a un trabajador para que desista de demandar a su patrón y la siguiente semana tiene programada una golpiza a un ex novio acosador.

Pese a sus actividades, a Héctor no se le localiza en un barrio escondido y a medianoche. Sus interesados lo encuentran a plena luz del día junto al Tribunal Superior de Justicia del DF, en la Doctores, donde se hace pasar como cargador o mudancero con el sobrenombre de El Rich.

Su esposa Irma es la encargada de repartir en la calle tarjetas de presentación con el celular de Héctor, a quien todos, incluso policías, le guardan el secreto a voces de que en realidad es un golpeador a sueldo.

Como él, otros hombres y mujeres han hecho de la imitación de sicarios un modo de vida en distintas partes de la ciudad de México, al alcance de cualquier billetera.

Experiencia

Aníbal es un joven veinteañero que cobra 12 mil de pesos por la misma misión, pero con ocho hombres, "gente de Tepito, se la saben meter calambres", detalla.

"¿Saben qué, cabrones? A chingar a su madre, si no va a valer verga (...) y que le aflojen para que no, ¿pues qué? (somos) de La Familia (Michoacana)" y chingaron a su madre", dice Aníbal ofertando su experiencia como golpeador.

Lo mismo se hace pasar por "Zeta" que por miembro de algún sindicato fantasma que supuestamente compró la casa. Tres enviados al hospital en desalojos es la garantía que oferta cuando promueve su trabajo.

Sólo con amenazas de parte de un cártel, afirma, la gente vende sus casas por debajo de su precio real o las renta muy barato; usualmente, las adquieren empresas inmobiliarias que en un pequeño espacio levantan multifamiliares o negocios que venden a empresarios.

Se pelea "el pan de cada día" con decenas de imitadores como Toño, quien cotiza un comando de seis hombres imitadores de cualquier cártel en 3 mil 500 pesos con la garantía de resultados inmediatos.

"Nos llevan y ya vamos, nosotros les decimos, un poco más pesado, que venimos a avisarles que de favor salieran para evitar un lanzamiento. Si no salen, hasta en su pinche madre se les dará. Que nosotros venimos de un grupo (criminal)", dice.

De judicial a golpeador

Su reputación de efectivo, comenta, lo avalan abogados, actuarios y hasta elementos de la Policía de Investigación de la Procuraduría local, quienes lo conocen desde sus días como policía judicial.

No por nada, presume Toño, le apodan El Mandamuertes y renta su imitación de cualquier cártel del narcotráfico al mejor postor.

Novios celosos, jefes en apuros, vecinos incómodos y hasta amantes despechadas son los clientes usuales de estos imitadores, pero sus mayores ingresos provienen de las carteras de los abogados.

Éstos los utilizan, principalmente, para recuperar predios invadidos, desalojar viviendas e, incluso, entregar citatorios en zonas protegidas por grupos de vecinos.

Respuesta a falta de autoridad

"Estos grupos de imitadores o de choque se crearon porque los jueces ordenan cumplir una orden en zonas tomadas por asociaciones como Antorcha Campesina o Asamblea de Barrios y los policías casi nunca quieren acompañar al abogado, así que éste debe hacerse de un séquito para protegerse", aseveró Luis Madrigal, presidente de la Barra Mexicana Colegio de Abogados.

Madrigal reprobó que exista este fenómeno y que sean mayoritariamente los abogados quienes los contraten, pero argumentó que es una respuesta a la falta de autoridad.

"Si tuviéramos policías y autoridades que no les temblara la mano, esto no hubiera crecido hasta este punto tan lamentable, como intimidar haciéndose pasar por cárteles", consideró el abogado.

 

 



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