Discurso íntegro del presidente Calderón por el Día de la Bandera
Señor Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Señor Diputado Guadalupe Acosta Naranjo, Presidente de la Cámara de Diputados.
Señor Senador José González Morfín, Presidente del Senado de la República.
Distinguidos integrantes del presídium.
Secretarias y Secretarios del Gobierno Federal.
Muy queridas niñas, muy queridos niños, muy queridos jóvenes estudiantes que hoy nos acompañan.
Soldados y marinos de México.
Mexicanas y mexicanos:
En primer lugar. Quiero agradecer a la Orquesta Vivir con Música, para Vivir Mejor, a la orquesta de niñas y niños de este este movimiento que CONACULTA organiza en las ciudades y en los barrios populares de las ciudades más importantes del país, por su presencia, hoy, en este Zócalo capitalino.
Hoy nos hemos congregado aquí, en el corazón político de México, para rendir un emotivo homenaje al más sagrado de nuestros símbolos. Estamos aquí para honrar la insignia que toda mexicana y todo mexicano llevamos en el corazón.
Hoy celebramos, con orgullo, a nuestra Bandera Nacional, que se despliega altiva en nuestro cielo patrio. Ésta es la Bandera de todos los mexicanos, herencia de nuestros héroes, legado para nuestros hijos.
Nuestra enseña es el símbolo supremo de la unidad nacional. En ella se arraigan nuestra historia, nuestra identidad y nuestro futuro.
En las escuelas, en las plazas públicas, en los cuarteles, en las oficinas públicas, hoy, en todas partes los mexicanos rendimos honores a nuestro Lábaro Patrio, y a quienes arropados en nuestra Bandera han luchado defendiéndola y luchan hoy, en el presente, por la defensa de la soberanía nacional y la independencia.
Recordamos que fue en un día como hoy, el 24 de febrero de 1821, cuando Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide se fundieron en un abrazo para, juntos, conformar el Ejército Trigarante, que consumó la Independencia Nacional.
Y ese esfuerzo conjunto selló el destino de México para bien, como país libre y soberano, y para inspirar y motivar a este Ejército. A su altísima responsabilidad histórica nació como estandarte la Bandera Trigarante, origen de nuestro Lábaro Patrio.
Es así que la Bandera se constituyó en el primer símbolo de nuestra soberanía y el emblema mismo de nuestra libertad.
Desde aquel 1821, verde, blanco y rojo, son los colores nacionales y el estandarte que ha cobijado con su sombra bienhechora a todos los nacidos en estas tierras.
El rojo nos recuerda siempre que la sangre derramada por nuestros antepasados en los momentos de mayor gloria para nuestra Nación es, precisamente, el precio de la Patria misma, por la libertad que hoy los mexicanos gozamos.
Es esta gloria la que nos ha demostrado una y mil veces que México es un país destinado a superar sus más grandes retos, por difíciles que éstos parezcan.
El blanco representa la paz, por la que tanto hemos luchado y que anhelamos, desde luego, preservar y acrecentar para las futuras generaciones.
La paz duradera y firme que se construye en democracia, con unidad de propósito, con patriotismo y con el seguimiento pleno de la legalidad.
La paz tan anhelada, y hoy amenazada por quienes con su violencia buscan someter a las familias mexicanas. La paz que preservamos, acrecentamos, fortalecemos y garantizaremos con la fuerza del Estado y sus instituciones.
El verde simboliza la esperanza de un México mejor. El esfuerzo y la pasión con los que los mexicanos nos aferramos a nuestros principios, a nuestros ideales, a nuestras metas, a nuestros más preciados sueños.
Todos los días, millones y millones de padres y madres de familia luchan por forjarse un mejor mañana para ellos y para los suyos. Un mejor mañana en el México democrático de hoy.
El verde es la aspiración y la guía de un pueblo en la construcción de un futuro de seguridad, de justicia, de prosperidad, de libertad y democracia. Y en el corazón mismo de la Bandera está también, de alguna manera, el corazón de México. Nuestro orgulloso, nuestro amado Escudo Nacional.
Hemos dicho que el águila representa a nuestro pueblo, que su posición de combate hace referencia a que todos los mexicanos estamos listos para enfrentar los desafíos de la vida y del mundo.
Y la serpiente representa a las amenazas y a los enemigos de nuestro país. Y el hecho de que el águila sujete firmemente a la serpiente significa que el pueblo mexicano vence y vencerá siempre a sus enemigos y supera y superará siempre las amenazas.
Desde el surgimiento de nuestro México, la Bandera Nacional ha unido a los mexicanos en los momentos más difíciles de nuestra historia. Nos ha señalado el camino del patriotismo, del esfuerzo y de los más altos valores.
El cadete Juan Escutia prefirió ofrendar su vida antes que verla mancillada frente al invasor norteamericano. El Presidente Juárez portó con gallardía el Lábaro Patrio en su andar itinerante por el territorio nacional, hasta que recuperó plenamente la soberanía de la República y echó fuera de México al invasor.
El Presidente Madero enarboló la enseña en la Marcha de la Lealtad cuando, escoltado por los cadetes del Heroico Colegio Militar, se trasladó del Castillo de Chapultepec a esta plaza y al Palacio Nacional durante la Decena Trágica.
Apenas hace dos días recodábamos, con profundo respeto y agradecimiento, al Apóstol de la Democracia en el 99 Aniversario de su cobarde asesinato.
La Bandera debe siempre recordarnos que los mexicanos tenemos el valor, la capacidad y la fuerza para enfrentar cualquier desafío y salir triunfantes.
La Bandera Nacional está viva en nuestro pasado, pero, fundamentalmente, en nuestro presente y en nuestro futuro.
Ondea gloriosa en todas las plazas públicas, desde el más modesto de los municipios del país, hasta esta Plaza Mayor de la Capital de la República.
Ondea gloriosa, gracias a la fuerza de nuestras instituciones; al vigor e independencia de los Poderes Públicos; a la lealtad y al patriotismo de las Fuerzas Armadas de México.
Es así, que la Bandera ha sido y será el símbolo de nuestra independencia. Desde el nacimiento de la Patria, el emblema de la defensa de la soberanía, en el transcurso del Siglo XIX, la insignia de la lucha por la democracia y los derechos de los mexicanos del Siglo XX, y la guía de nuestro futuro en este Siglo XXI, que ha entrado ya en su segunda década.
Arropado por nuestra Enseña Patria, hoy México es una Nación libre, es una Nación democrática, es una Nación cada vez más cercana a sus más altos ideales.
México es una democracia vibrante, con pleno equilibrio de poderes, con un Congreso y un Poder Judicial independientes, con autoridades electorales y financieras, también, autónomas.
En nuestro país hay absoluta libertad de prensa, de reunión y de manifestación. Tenemos partidos políticos fuertes y elecciones competitivas. Los problemas y los conflictos tienen vías institucionales para ser solucionados conforme a reglas democráticas.
Una Nación que, aún en medio de turbulencias internacionales sin precedente, tiene una economía que crece y genera empleo, y en la que se protege hasta el límite de la fuerza del Estado en su capacidad patrimonial a los más desposeídos de los avatares económicos de nuestro tiempo.
Estoy, también, convencido de que la unidad a la que convoca el Lábaro Patrio debe ser, también, la ruta a seguir, lo mismo en momentos de prueba o dificultad, como en los momentos de definición que vive el país.
Es en este marco, que en julio de este año las mexicanas y los mexicanos tendremos una nueva cita con las urnas para refrendar nuestra indeclinable vocación democrática.
Ha sido siempre mi convicción el apego a la legalidad y al orden jurídico, que busca conciliar las libertades políticas de gobernantes y gobernados, con la equidad necesaria en las contiendas electorales.
Ahora bien. Aún dentro del marco legal, me queda claro que las condiciones de competencia electoral despiertan una entendible sensibilidad política en los participantes, que reclama, a su vez, mucho mayor esmero y consideración por parte de las autoridades, en general, y de los servidores públicos, en particular.
Entiendo que es fundamental que, en nuestras acciones, los gobiernos despejemos cualquier suspicacia al respecto y, por lo tanto, actuemos para que no quede duda de nuestra condición de demócratas.
Es por ello que, en consecuencia, el Gobierno Federal, a mi cargo, se esmerará en evitar expresiones o acciones que puedan generar recelo o desconfianza entre los ciudadanos y los actores políticos.
Como Jefe del Estado mexicano, he actuado y actuaré en todo momento como demócrata en este proceso electoral, que, estoy cierto, debe ser caracterizado por la equidad y por la pluralidad.
Como Presidente de la República, actuaré estrictamente apegado a la ley, velando por el buen desarrollo del proceso electoral, manteniéndome atento a los riesgos que emerjan frente a él, respetando los puntos de vista de los actores políticos y sociales, y exhortando a todos a la competencia responsable, informada y libre.
En consecuencia, procuraré, aún más intensamente, actuar en apego a lo que siempre hemos creído, y que es la democracia y sus principios, que no implica, desde luego, la claudicación de las propias ideas y convicciones, pero que sí exige de todos especial cuidado y responsabilidad para la buena marcha y conducción de la definición de los destinos de México.
Ser demócrata es mi más profunda convicción política; es la escuela en que he sido formado toda mi vida. Es la mejor manera de honrar a Madero y a los héroes nacionales que nos heredaron el México moderno que hoy tenemos.
Hoy, refrendo claramente que respetaré a la autoridad electoral y la apoyaré, como siempre lo he hecho. Que mantendré el respeto y, a la vez, el espíritu de colaboración con los poderes públicos, con el Poder Judicial y con el Poder Legislativo, y con los integrantes de ambos.
Y que respetaré, por supuesto, y en ello quiero ser enfático, respetaré el resultado de los comicios y a quien resulte vencedor a través del voto libre de los ciudadanos.
Mi misión, como titular del Ejecutivo, es fortalecer las instituciones y, a partir de ellas, trabajar para garantizar la democracia, el Estado de Derecho y el imperio de la ley en todo el país.
El proceso de fortalecimiento de las instituciones no puede ni debe detenerse por las circunstancias electorales.
La Constitución, la ley, el Estado de Derecho, el sentido común, a todos nos exige observar y hacer cumplir la ley, sin privilegio y sin excepción.
A las mexicanas y a los mexicanos les pido que ejerzan sus derechos políticos, porque, como bien decía el Apóstol de la Democracia, que el medio más eficaz de evitar la pérdida de los derechos políticos, es ejercitarlos.
Debemos esforzarnos todos para que cada mujer y cada hombre que se encuentre en el suelo patrio pueda ejercer sus libertades y derechos políticos a plenitud, para que haya en todos la plena libertad de expresión de las ideas, derecho en cuya garantía se ha esmerado el Gobierno. Que cada ciudadano pueda elegir libremente a sus representantes y desarrollar sus actividades, y vivir en la paz que anhelamos y que preservamos.
Bajo el marco de la democracia y del respeto, convirtamos nuestras diferencias en un patrimonio que enriquezca a México. Veamos en ellas, en nuestras diferencias, en nuestros distintos enfoques, una fortaleza democrática, y no una debilidad, como pudiera sólo interpretarse desde el autoritarismo.
Hagamos de la política el principal generador de bienes públicos. Trabajemos por defender las libertades, y no por acallarlas. Y juntos avancemos, unidos en todo aquello que nos acerque a la Patria segura, a la Patria justa, a la Patria próspera que todos anhelamos.
La democracia pide, nos decía nuestro gran Octavio Paz, que cada uno sea capaz de convivir con su vecino, que la minoría acepte la voluntad de la mayoría, que la mayoría respete a la minoría, y que todos preserven y defiendan los derechos de los individuos.
Señoras y señores:
Juntos, los mexicanos estamos sembrando la semilla de un México seguro, justo y próspero. Del México que heredaremos a nuestros hijos. Y debemos seguir trabajando con patriotismo, con energía y con voluntad inquebrantable para que esta semilla se convierta en un árbol fuerte, que cubra con su fronda generosa a nuestra tierra, y ofrezca los mejores frutos a todos los mexicanos.
La Bandera ha sido resguardada por los ejércitos de México y, hoy, por el Ejército Mexicano y por las Fuerzas Armadas, con la fuerza del patriotismo de sus más leales hijos.
Y a casi 200 años que estos tres colores reflejaran en todo el mundo nuestra identidad de mexicanos, hoy, esa misma Bandera nos convoca y nos motiva.
Hoy, y todos los días, nos muestra en su ondear, y nos instruye a todos, a practicar las mayores virtudes cívicas, y a los más grandes sacrificios por amor a la Patria; a hacer frente, con decisión, con determinación franca, a los desafíos del Siglo XXI, y a trabajar unidos en la construcción de un mejor futuro para México, que, estoy seguro, llegará a nuestra Patria.
Qué viva la Bandera Nacional.
Qué viva México.





