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El estigma del CGH persigue a ‘El Mosh’

DAVID JARAMILLO| El Universal
Lunes 21 de abril de 2008
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Alejandro Echevarría, alias ‘El Mosh’, confía que algún día regresará y se titulará en la UNAM . (Foto: David Jaramillo / EL UNIVERSAL )

Alejandro Echevarría, uno de los líderes que paralizó a la UNAM en 1999, radica ahora en una playa del Pacífico mexicano; no puede titularse ni dar clases “en ningún lado”. Otros dirigentes de aquel movimiento sí se reintegraron a la vida académica

david.jaramillo@eluniversal.com.mx

El Mosh, Alejandro Echevarría, de cabello corto y escasa barba, camina sin prisa por una playa del Pacífico mexicano donde ahora radica. Sin embargo, a nueve años de haber encabezado la última huelga que mantuvo paralizada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por nueves meses, alejado la vida política, aún vive con el estigma de haber pertenecido al Consejo General de Huelga (CGH).

Su situación laboral no ha sido fácil, confiesa a EL UNIVERSAL. “Si me contratan para dar clases, a la semana me dicen: muchas gracias, ya no requerimos sus servicios”. Para solventar sus gastos ejerce el comercio de puerta en puerta. Da clases particulares de idiomas y en ocasiones suple a profesores de primaria.

Alejado de la ciudad de México, El Mosh prefiere que se omita el lugar de su residencia; en las playas del Pacífico ha visto crecer a su hijo, junto a su esposa, quien es profesora.

Alejandro Echevarría sonríe con nostalgia al observar a través de sus viejos lentes a su hijo, quien espontáneamente grita y brinca al mar. Parece un padre común, como si detrás de su silueta no existiera el estigma de haber encabezado el movimiento estudiantil del Consejo General de Huelga, que se inició por la propuesta del entonces rector Francisco Barnés de Castro, de modificar el Reglamento General de Pagos, que implicaba incrementar las cuotas en la UNAM, y terminó (la huelga) con la irrupción de 2 mil 260 efectivos de la PFP a Ciudad Universitaria. Donde él y 631 activistas fueron detenidos y encarcelados el 6 de febrero del año 2000.

“Durante el movimiento estudiantil varios compañeros fuimos señalados como la supuesta dirigencia; hay que decir que el movimiento siempre fue horizontal y quien tomaba las decisiones era la comunidad, a través de asambleas. Los medios trataron de decir que no, que eran unos tres o cuatro monos, seudopandilleros que eran los que decidían por todos y entre ellos estaba yo”.

Para Alejandro Echevarría su participación en el CGH, aún tiene repercusiones en el aspecto laboral y personal. Sin embargo, dice “jamás obtuvimos nada a cambio, ningún puesto, ninguna riqueza. Sabíamos que lo hacíamos por los derechos de todos y esa era nuestra satisfacción, nuestro único pago, por así llamarlo”, dice al rememorar esa época.

Al referirse a su vida actual, Echevarría expresa: “Quisiera decir que no ha sido fácil. Soy uno más de los 300 expulsados y suspendidos por motivos políticos. Me impidieron titularme, aunque ya tenía todo. Así cercenaron mi vida académica”.

El Mosh obtuvo la medalla Gabino Barreda por su excelencia académica en la carrera de sociología, en la Facultad de Ciencias Políticas, honor que rechazó por “venir de las manos de quienes reprimieron al movimiento estudiantil” de 1999.

Sin embargo, el ex líder estudiantil confía “que en algún momento se generará la coyuntura donde el tema de los expulsados políticos por el Tribunal Universitario de la UNAM se pondrá nuevamente en el centro del debate. En ese momento habrá justicia para nosotros, a quienes nos bloquearon académicamente”.

Confiesa que a nueve años del surgimiento del CGH, “no puedo dar clases en ninguna escuela. Si se da el caso y me llegan a contratar, a la semana o a las dos semanas me dicen, ‘muchas gracias ya no requerimos sus servicios’. ¿Por qué se da esto? Seguramente porque les hablan de la Secretaría de Educación Pública o de otra institución de gobierno para no permitirme dar clases”.

Además de las clases particulares de idiomas, de sustituir en ocasiones a profesores de primaria, cuando éstos no pueden presentarse a clases y de ejercer el comercio de puerta en puerta para solventar sus gastos. También, en ocasiones, colabora en brigadas de alfabetización en comunidades de extrema pobreza del país.

Confía que algún día regresará y se titulará en la UNAM. “No he movido ni un solo papel de mi historial en la facultad, nunca he intentado sacar mis documentos, ahí están esperándome”.

Antes de retirarse dice que ahora su única lucha es su hijo…



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