Pavarotti en México

Luciano Pavarotti durante su última presentación en Guadalajara, en 2005.. (Foto: Archivo )
El 23 de octubre de 1969, el entonces poco conocido tenor italiano, Luciano Pavarotti, debutó en México en un montaje de La Boheme, de Puccini, en el Palacio de Bellas Artes.
Pavarotti cantó el papel de Rodolfo, al lado de Mietta Sighele, quien interpretó a Mimí. Figuras de la ópera mexicana como Guillermina Higareda y Roberto Bañuelas completaban el elenco.
En algún sitio de la ciudad, el poeta aficionado a la ópera, Eduardo Lizalde, grababa la retransmisión radiofónica
del evento. En su libro "La ópera ayer, hoy, siempre", recuerda que al término del primer acto sospechó que la radiodifusora estaba retransmitiendo la versión de Beecham con Björling y Victoria de los Ángeles, y no la de un tenor
desconocido, como se había anunciado.
"¿Pero quién demonios estaba cantando?" --se preguntó el operómano, que estaba escuchando a Pavarotti, quien acababa de debutar un año antes en el Metropolitan Opera House de Nueva York.
"Lo que hice, naturalmente, fue salir disparado hacia las taquillas de Bellas Artes para no perderme la em>Lucía,
que sí escuché, y cuya transmisión no pude, por eso mismo, grabar".
El 28 de octubre, el tenor ofreció una función de la Lucia di Lammermoor, de Donizetti, en donde a decir del ateo Lizalde, "cantó como Dios".
El crítico Rafael Solana es irreverente con el cantante al que en su crítica en la Revista Siempre llama "ropero", un
hombre "con un tórax de capacidad superfamiliar".
Le reconoce "un derroche de una voz dulcísima y cálida, magnífica para este personaje; las dificultades del papel
desaparecieron para él; las vocales; las de la actuación, hubo que sortearlas con innovaciones de la dirección escénica; la llave, por ejemplo, fue necesario buscarla encima de la mesa porque si la busca en el suelo hay que llamar a la grúa para que le ayude a levantarse".
El tenor no regresó a México sino hasta 1990, ya transformado en una estrella del bel canto y un fenómeno mediático.
Diez mil kilos de equipo fueron transportados desde Europa para el par de conciertos que el tenor ofreció en
noviembre de 1990 en Monterrey y la Ciudad de México.
Más de 10 mil personas, que pagaron un boleto de 75 mil "viejos" pesos en un país con salario mínimo de 11 mil 500 "viejos" pesos, disfrutaron el segundo recital en el Palacio de los Deportes.
El 19 de abril de 1997 Pavarotti ofreció un
concierto histórico ante 17 mil personas en la zona arqueológica de Chichén Itzá, en Yucatán. Las ganancias que dejó la presencia del tenor --que no desaprovechó la oportunidad de comprar un par de hamacas en un poblado
cercano--, ascendieron a dos millones y medio de dólares. El evento fue transmitido por televisión a 219 países.
Tres días después, ofreció un recital en el Palacio de Bellas Artes. Las poco más de 2 mil butacas del recinto fueron insuficientes para el nutrido público que tuvo que optar por alguna de las tres sedes alternas --explanada del Palacio de Bellas Artes, Auditorio Nacional y
Centro Nacional de las Artes--, en donde se ubicaron pantallas gigantes para la transmisión gratuita y en vivo del evento.
Cerca de 20 mil personas, en total, aplaudieron esa noche a Pavarotti. En un gesto de generosidad, el cantante
salió al balcón del Palacio para agradecer al público que presenció todo desde afuera.
Pavarotti tuvo una noche triunfal el sábado 18 de octubre de 2003, en la así llamada Noche del Sol. Cuarenta mil personas
reunidas en el desierto de Laguna Salada, Baja California, pudieron asistir al accidentado concierto del cantante, quien sufrió molestias en la garganta.
A punto estuvo de cancelar la presentación el tenor en la sexta de las 19 piezas y dos encores, que ofreció esa noche
en Mexicali.
Dos años después, el sábado 6 de marzo de 2005, el tenor ofreció un concierto de despedida en el Teatro Diana de
Guadalajara, ciudad en la que había cantado en noviembre de 2002.
amr





