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Enfrentan mexicanos conversos rechazo de la comunidad judía

Alan Zarembo| El Universal
Lunes 05 de agosto de 2002
Son considerados intrusos. Se incrementó el número de creyentes de esa religión en América Latina a partir de los años 80

Durante los primeros 52 años de su vida, Antonio Carvajal fue un buen católico mexicano. Pero recientemente decidió que es descendiente de judíos. Su creencia procede no de una investigación genealógica, sino de la sensación que lo invadió mientras conversaba en una cafetería con dos judíos desconocidos que pasaban por la ciudad.

Más tarde, un amigo que se había convertido al judaísmo, años atrás, lo ayudó a escoger un libro de oraciones. Abogado en el puerto de Veracruz, Carvajal empezó a celebrar el shabbath judío en casa y a utilizar una lámpara de aceite, para evitar la electricidad, causando desconcierto a su esposa católica. Considera ahora que su circuncisión, practicada 34 años atrás por razones médicas, fue una intervención divina para encaminarlo a su verdadera fe. "Estoy regresando a casa", señala.

Por todo México y el suroeste de Estados Unidos, otros miles de personas ya completaron el viaje. La conversión de latinos al judaísmo comenzó en los 80, pero últimamente ha captado la atención de científicos sociales y desatado las pasiones de mexicanos nacidos judíos, que en general se niegan a aceptar a los recién llegados.



Antecedentes en duda

Muchos conversos se dicen descendientes de judíos españoles de la época de la Inquisición, quienes escaparon a la ejecución, convirtiéndose en católicos, pero siguieron practicando el judaísmo en secreto. Como prueba, algunos señalan el hecho de que crecieron sin comer cerdo ni festejar la Navidad, costumbres que en su opinión debieron pasar de generación en generación por cientos de años.

Es cierto que algunos judíos escaparon hacia el nuevo mundo, incluso algunos dentro de las embarcaciones de Cristóbal Colón. Pero la idea de una religión mantenida en secreto durante siglos probablemente no es más que una fantasía romántica. La Inquisición se extendió pronto a las colonias, y ningún historiador serio considera que haya existido ningún practicante secreto del judaísmo para el momento en que la persecución terminó en México, en 1820.



Las congregaciones

Hay una explicación más probable para el hecho de que algunas tradiciones judías se hayan transmitido a familias latinas del siglo XX. A principios del siglo XIX, misioneros estadounidenses llegaron a México predicando una extraña forma de cristianismo; sostenían que Jesús regresaría sólo cuando los judíos del mundo se unieran para darle la bienvenida. Pero en virtud de que los judíos creen que Jesús no era más que un sabio, esa Iglesia pretendió forjar un judío mejorado, uno que practicara casi todas las costumbres bíblicas, pero que también creyera que Jesús era el Mesías.

Existen en México algunos cientos de este tipo de iglesias conocidas como congregaciones judeo-cristianas, y un judío que entre a una podría ser perdonado si la confunde con una sinagoga, pues el predicador se ubica bajo una estrella de David, hombres y mujeres están separados y la oración incluye el libro de Shema , la más sagrada de las oraciones judías.

El mentor espiritual de Carvajal, Carlos (Asher) Herrera, se incorporó a una de éstas en 1970. Pero en la siguiente década él y otros decidieron renunciar oficialmente a Jesús y convertirse al judaísmo. El catalizador fue Samuel Lerer, un rabino renegado nacido en Israel, que había trabajado en la ciudad de México. De 87 años ahora, Lerer estima que ha realizado unas 3 mil conversiones en todo México.

No es fácil nacer judío en una parte del mundo abrumadoramente católica, y a veces antisemita. Los convertidos se enfrentan además al rechazo de la comunidad judía de México de unos 50 mil miembros, que los ven como intrusos. Hasta hace poco, los conversos de Veracruz oraban en un edificio propiedad de Telmex, pero ahora se reúnen en una escuela.

¿Por qué querría alguien incorporarse a una fe que no los acepta? Quizá precisamente por esa razón.

"Entre menos sea la gente, más desafiante es la fe. Entre más oprimido se esté, más cerca se encuentra de Dios y de la esencia de las cosas", indica Ilán Stavans, un prominente intelectual judío-mexicano. Imaginar una reivindicación ancestral de la fe, un derecho de nacimiento negado, hace que la lucha parezca más valiosa.



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