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Revelan guerrilleros de los 70 su incursión en lucha armada

Jorge Ramos Pérez| El Universal
Lunes 22 de julio de 2002
En 89 páginas, cuatro activistas narran los robos, secuestros y las expropiaciones que tuvieron que realizar en Guerrero

A la par que se abren los archivos gubernamentales, ex militantes de organizaciones guerrilleras de los años 70 comienzan a revelar su participación en la lucha armada de la época, y narran momentos en los que llevaban a cabo expropiaciones para su causa, como son robos o secuestros.

Es el caso de José Arturo Gallegos Nájera, quien perteneció a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Guerrero, agrupación formada por ex integrantes del Partido de los Pobres (PDLP) que comandó Lucio Cabañas, tras diferencias entre el líder de las FAR, Carmelo Cortés, y el propio Lucio.

Gallegos Nájera cuenta a EL UNIVERSAL su admiración por Carmelo, quien dice viajaba con tres maletas pesadísimas cargadas de libros sobre Lenin, Marx, Mao y los Tupamaros. No había un líder, sino una dirección colegiada de las FAR, recuerda.

En 89 páginas, Gallegos Nájera narra su paso por la guerrilla en Guerrero, testimonio que junto con los de otros cuatro compañeros suyos, con los que coincidió en la integración de las FAR, será publicado en un libro en el que darán a conocer sus experiencias.

El nacimiento de las FAR sucedió a finales de mayo de 1973. Aurora de la Paz Navarro, pareja sentimental de Carmelo, fue quien redactó las bases de la nueva organización guerrillera, mientras que una decena de ex miembros del PDLP se dio a la tarea de recaudar recursos.

En la narración de Gallegos, quien repite cada vez que es su visión de lo que vivió, lo cual puede no coincidir con la historia que den sus compañeros, cuenta, por ejemplo, el primer asalto llevado a cabo por las FAR.

Aunque su problema era la falta de preparación para la operación y la escasez de armas: apenas contaban con dos pistolas calibre 45 y una Browning de 9 milímetros. A pesar de ello, el resultado fue que la expropiación alcanzó el millón 100 mil pesos, de los cuales desaparecieron 50 mil, que al parecer robó la suegra de uno de los guerrilleros.



Intento fallido de ajusticiar a policía

Otra de las acciones de las FAR que recuerda Enrique González Ruiz es el frustrado intento por ajusticiar a un viejo policía de Acapulco, Wilfrido Castro Contreras. No lo lograron, acota el ex rector de la UAG. Sobre ese hecho, Gallegos dice que el policía conocía bien a los guerrilleros, porque desde joven fue agente de la Secretaría de Gobernación.

Según el ex guerrillero, la decisión se frustró porque les falló el armamento a los encargados de matar a Castro Contreras, quien los repelió en el ataque. Además, mientras planearon que el auto se desbarrancaría en la calzada de Pie de la Cuesta, de Acapulco, lo que aseguraba su muerte, el vehículo sin control se desvió hacia un terreno baldío. El único muerto por un tiro en la cabeza fue el chofer del policía, mientras que su esposa resultó ilesa.

Al día siguiente los periódicos locales dieron la noticia de una valiente mujer que salvó a su marido a punta de metralla, versión que no comparte Gallegos.

Otro episodio narrado por Gallegos fue el secuestro y posterior ajusticiamiento de Margarita Saad, empresaria de Acapulco. El 31 de agosto de 1974, los guerrilleros se disfrazaron de trabajadores municipales que reparaban una calle del puerto. En principio exigieron 5 millones de pesos, la no intervención de la policía y la divulgación en periódicos y radio de un comunicado de las FAR.

Pero intervino la policía y por otro error, al no escuchar la voz de alerta a través de un radiotransmisor que dejaron tirado en las ramas de un árbol sobre la presencia policiaca el día que iban a recoger el rescate, fueron capturados. Ese 20 de septiembre significó el final orgánico de las FAR. Al año siguiente, Carmelo es capturado en la ciudad de México, en una óptica de la colonia Anáhuac y, de acuerdo con la versión de Gallegos, asesinado por policías.

La mayoría de los integrantes de las FAR fueron capturados a partir de este acontecimiento. Algunos, como Gallegos, obtuvieron su libertad casi ocho años después, mediante una ley de amnistía decretada por el ex presidente José López Portillo.



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