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Códice Escalada, polémica entre la fe y la ciencia

Sergio Javier Jiménez| El Universal
Martes 26 de febrero de 2002
Advierten que se corre el peligro de querer justificar la devoción con argumentos científicos. Ha provocado dudas acerca de su origen y contenido histórico. Expertos afirman que la existencia de Juan Diego no es cosa de pleitos, pero para ellos es un problema aún abierto

Una tarde del año de 1995, cuando aún se recababan pruebas para añadir a la causa de canonización de Juan Diego, se encontró "por casualidad" según el libro El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego un documento, en una biblioteca particular, que sería pieza clave para determinar que el indígena sí existió: El Códice de 1548 o también conocido como Códice Escalada.

Su descubridor fue el padre Javier Escalada quien ha dado pocos detalles sobre el hallazgo del códice que ha provocado opiniones encontradas y ha dado pie a dudas acerca de su origen y su contenido histórico pero que se considera como un documento "de valor incalculable" por su contenido y antigüedad. Sin embargo, investigadores y especialistas opinan que con el códice se despejan todas las dudas en torno de la existencia del indio; para otros "desde el punto de vista científico, el tema no está cerrado" y da para investigaciones aún más amplias.

Lo que se advierte, según los entrevistados, es que se corre el peligro de querer justificar la fe o la devoción con argumentos científicos, lo cual no es posible pues ambas partes, la de fe y la de ciencia, ocupan dos sitios muy distintos en el pensamiento humano y una no puede explicar a la otra.

*** Descubierto en la ciudad de México, sólo algunas personas han tenido acceso a este códice, entre ellos el ingeniero químico Manuel Betancourt quien también fue colaborador en la publicación de la Enciclopedia Guadalupana y el doctor en física, Víctor Manuel Castaño, prominente investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Sus estudios y conclusiones sobre este documento fueron a parar en el archivo de la causa de canonización de Juan Diego, en Roma, incluido el resumen de los trabajos que se desarrollaron en el Departamento de Física Aplicada y Tecnología Avanzada de la UNAM, del cual es titular este último. Ambos conversaron con EL UNIVERSAL sobre sus análisis.

Este documento o códice, de apenas ocho gramos de peso y de 20 por 13.3 centímetros, fue una de las últimas pruebas dadas a conocer con la que se intentaría demostrar que Juan Diego sí existió.

El códice salió a la luz pública precisamente en la época en la que se diera a conocer la primera carta que Guillermo Schulenburg envió al Vaticano para pedir que se comprobara la existencia del indígena Juan Diego; sin embargo, quienes defienden la autenticidad del documento señalan que esto fue una coincidencia y no una respuesta al ex abad de la Basílica de Guadalupe.

Más aún, el Códice Escalada en los meses próximos, tendrá una importancia preponderante, pues su integración a la causa de canonización de Juan Diego será fundamental para que el papa Juan Pablo II determine si el indígena será convertido en santo o no y, por consiguiente, si vendrá a México a celebrar la ceremonia prevista para fines de julio, para la cual ya se adelantan los preparativos.

Una familia anónima El Códice Escalada fue encontrado en una biblioteca particular que pertenece actualmente a una familia capitalina con raíces en el estado de Querétaro.

Según el libro El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, escrito con las conclusiones de todas las pruebas para la causa de canonización del indígena recopiladas por su postulador ante la Congregación para la Causa de los Santos, Eduardo Chávez Sánchez, y los sacerdotes Fidel González Fernández y José Luis Guerrero Rosado, fue "descubierto por casualidad, `olvidado` dentro de un libro".

Tal versión la reafirma el ingeniero Manuel Betancourt, quien añade que después del descubrimiento, el códice no salió del país y que él lo mantuvo en su poder el tiempo que duraron los estudios: "El documento está ahora en la casa de los dueños en el DF. El abuelo (de la familia) vivió en Querétaro pero el códice se encontró aquí en México".

Recuerda que "en una plática, una de las personas a quienes se les invitó a investigar o a buscar más documentos sobre Juan Diego, dijo que tenía en su casa libros de su abuelo y los invitó a conocer los textos y un supuesto códice. La primera vez que se le mostró éste al profesor Rafael Tena, especialista en paleografía y náhuatl recuerda Betancourt, lo tomó, lo vio y dijo: "Es demasiado bueno para ser cierto".

Sin embargo, nadie ha querido revelar en dónde vive la familia, quienes son sus integrantes o el nombre del abuelo a quien perteneció la biblioteca. Algunas versiones no confirmadas sostienen que la familia ha puesto intereses económicos de por medio, antes de dar todos los detalles acerca del códice.

Pruebas atómicas Meses después del descubrimiento se meditó qué hacer con él y cómo estudiarlo. Se pensó en que fuera analizado por peritos especialistas en grafoscopía de alguna de las procuradurías pero más tarde se optó porque las pruebas fueran hechas por los especialistas del Banco de México, el Departamento de Física Aplicada de la UNAM y también se consultara a Charles Dibble, el especialista más autorizado en la firma de Fray Bernardino de Sahagún, la cual se supone está estampada en el códice.

La pieza se compone de un pedazo de piel en la que se aprecian tres leyendas escritas en náhuatl, una posible fecha y dos imágenes de Juan Diego más otras dos de la Virgen de Guadalupe, así como un paisaje de montañas.

Las dudas Es ahí en donde se desata la controversia. Se pone a discusión la misma firma de Sahagún, la de Antonio Valeriano que está mal escrita autor del máximo documento sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, el "Nican Mopohua", la sintaxis utilizada en las leyendas, el dibujo "burdo" de Juan Diego y la Virgen, así como el paisaje estampado en el códice y el uso de dos tintas diferentes en la pieza de piel.

Alberto Peralta, comunicólogo y pasante de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), ha desarrollado un trabajo, de tres años, sobre este códice.

Acerca del documento externa sus dudas pero aclara que su opinión no es la de un "antiaparicionista" y, sea cual sea la conclusión a la que se llegue, "la devoción por la Virgen de Guadalupe no será puesta en duda": "El códice está integrado por tres leyendas en caracteres latinos y tienen una ortografía muy irregular. La fecha en la parte superior dice: `154-8`, que pudiera ser una catalogación y no una fecha, además de que las tintas de la firma y la fecha son iguales pero diferentes con el resto del documento."

Y añade otras dudas: "En esa fecha mediados del sigloXVI los indígenas jamás pintaron sombras a los montes, jamás retrataron la topografía de esa manera, el nombre de la Virgen está escrito como `Gadalupe` y se usa la palabra `Mexico` con `X` cuando este nombre no fue usado oficialmente sino hasta muchos años después".

Y concluye: "La firma de fray Bernardino de Sahagún fue analizada por el especialista Charles Dibble a través de una copia fotográfica, la firma del nahuatlato Antonio Valeriano está mal escrita (`Anton Vareliano`) y se usa también el nombre de Juan Diego antes de su bautizo en el catolicismo, Cuauhtlactoatzin, cuando ese nombre salió a la luz hasta el siglo XVII".

Es por ello que concluye: "Considero que a este documento no se le puede dar el peso que se le está otorgando porque es un documento sumamente irregular desde el punto de vista histórico y añade la fe nada tiene que ver con esto, la fe es incorruptible la ciencia y la fe en nuestro cerebro son dos partes que no se hablan".

Códice del siglo XVI: UNAM Sin emitir opinión en cuanto al contenido del códice, el especialista Víctor Manuel Castaño explica que no hay una prueba en el mundo con la cual se pueda determinar la fecha exacta de un objeto, sin embargo, se pueden dar pistas acerca de su origen e intentar datar la pieza.

"Aplicamos una técnica de física nuclear llamada PIXE (Particle Induced X-Ray Emission). Llegamos a la conclusión de que no había elementos para asegurar que el códice no es del siglo XVI", pero aclaró que tampoco cuentan con otros datos que garanticen que sí corresponda a esa fecha.

"La gente lo puede usar de diferente manera: Los que creen (en Juan Diego) dirán que es cierto, que sí es un documento del siglo XVI; los que no, dirán que no lo estamos asegurando."

En el texto de la UNAM, que se integró al archivo de la causa de canonización del indígena en el Vaticano, el doctor Castaño y su equipo multidisciplinario con el cual participó, concluye: "Existen evidencias suficientes para presumir la autenticidad del Códice de 1548 como documento elaborado en el siglo XVI".

Pero también añade que, efectivamente, la fecha y la firma de Sahagún están hechas en tintas diferentes en comparación con el resto del documento, lo que supondría que aquellas y el resto del códice, pudieron haber sido hechos en épocas distintas, pero esto, aclara, es "sólo una hipótesis".

El ingeniero Manuel Betancourt opina en favor del documento: "La firma de Sahagún fue certificada por el mayor y más reconocido especialista en hologramas del fraile, Charles Dibble... y la certificó, con lo cual se garantiza que sí es un documento del siglo XVI porque después de 1560 Sahagún fue víctima de una enfermedad degenerativa que afectó sus miembros y por lo cual su firma también cambió y esta aún es clara".

Y añade: "Todos los elementos del códice eran compatibles con otros de códices distintos, pero de la misma época, nada los sacaba del siglo XVI aunque reconoce pero nada los aseguraba. La fecha, 154-8, podría deberse a que los indígenas no sabían utilizar las fechas de los españoles y lo de Cuauhtlactoatzin, pues Carlos de Sigüenza y Góngora lo tomó de ahí".

Sobre los paisajes, la firma de Antonio Valeriano mal escrita y lo poco definido del trazo en el dibujo, Manuel Betancourt argumenta que se pudo haber debido a la falta de práctica del dibujante y que por ello no se puede desacreditar el códice.

"Considero que aún no hay ninguna crítica seria que eche abajo el códice... han habido objeciones ligeras. La razón, la ciencia, puede decir que existió un Juan Diego", concluye.

Ciencia y fe separadas Sin embargo, Alberto Peralta con cuyo análisis pretende obtener el título de etnohistoriador y Víctor Manuel Castaño coinciden en que la ciencia y la fe son dos cosas separadas. Una no puede justificar a la otra.

El doctor en física de la UNAM sostiene: "Ahora corremos el peligro de justificar cosas religiosas con argumentos científicos, no debemos de mezclar estas dos cosas.

Alberto Peralta, quien también posee una página web con sus análisis y documentos de distinto corte (www.proyectoguadalupe.com), añade: "Podríamos decir que Juan Diego no existió, o hasta el momento no se ha comprobado fehacientemente, sin atentar contra las apariciones.

Quizá Guillermo Schulenburg sea el más guadalupano de todos pero no cree en Juan Diego porque su parte de razón no le permite aceptar una cosa que no se puede probar".

La conclusión de Betancourt es tajante: El tema de la existencia de Juan Diego "no es cosa de pleitos", pero para el Departamento de Física Aplicada de la UNAM, un códice como el que garantizaría que sí existió el indígena, es aún "desde el punto de vista científico, un problema abierto".



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