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Un poblano que triunfa en Nueva York

Miguel Reyes Razo/Enviado| El Universal
Sábado 09 de febrero de 2002

N UEVA YORK.- Bajó de un Mercedes Benz. Dijo que se llama Félix Sánchez Guzmán. Y así se puso a contar. "Dónde nací, en Piaxtla, en La Mixteca poblana en 1946 no había nada que hacer. Ni soñar. Mis padres se separaron. Me crié con mi abuela Carlota. Ella me dio los consejos esenciales: `Sé bueno, trabajador y honrado`. Con ella y sus hijos vendí sombreros. Estudié hasta sexto año. Como en 63 dejé de estudiar. Vi que mis tíos se iban a trabajar a la ciudad de México y que les iba bien. Usaban buenas camisitas y las muchachas los veían con interés. Mis tíos eran choferes. "Probé suerte y los seguí. Manejé un camión de mudanzas. Vivíamos en la colonia Obrera. Por la calle Torquemada. Se me hacía chistosa la forma de hablar en la capital. `Voy, voy manito. Chántala`. Ya no ¿verdad? Con un tío me fui a Chiapas. Aprendí a manejar un camión diesel . Más trabajosito que el de gasolina. Por los cambios en la caja de velocidades. Y un año anduve de México a Tapachula. Veía cómo los choferes se metían mejorales y coca-cola para aguantar toda la noche en la carretera. Hasta que llegó mi primo Germán Sánchez Herrera a decirme: `Quiero irme a Estados Unidos. Pero en mi casa no me dejan ir solo. Vente conmigo`. Yo no quería venir. Estaba contento en el Distrito Federal. En ese rumbo lleno de cabarets y calles peligrosas. Germán, que ya murió, me insistió. Por él vine. Me ilusionó la idea de trabajar, ahorrar y hacerme de algo mío. Llegamos a San Antonio. Con pasaporte de turista. Y luego, en camión aquí. No se me olvida la fecha. Fue el 16 de marzo de 1970. Hace años que soy ciudadano estadounidense. Tengo que agradecerle la oportunidad que me dio. Estados Unidos es el país de las oportunidades. Aquí me hice El Rey de la Tortilla . La revista Forbes me puso el apodo. Porque vendo millones de dólares de tortillas cada año. Y el industrial del año en Nueva York. Y en todo este país. Quiero mucho a este país. Aunque mi corazón está en México."



Los inicios

¿Qué sintió al llegar?

Nostalgia. Había amigos y parientes que nos recibieron bien. La primera semana y la segunda estuve a gusto. La tercera ya no tanto. Me quería regresar. Germán, mi primo, me contuvo: "Si te vas tú, me regresarán a mí también; quédate". Y me volvió a tentar la idea de hacer algo de dinero. Me quedé. Entré a trabajar a un restaurante que estaba en la calle 48. De lavaplatos. Por pura necesidad. Me chocaba, me ofendía eso de lavar platos. Ponerme un mandil. Para mí eso era "cosa de mujeres". Era un trabajo pe-sa-dí-si-mo que no tenía fin. Ahí estaba yo frente a la montaña de trastes sucios. Me apuraba a lavarlos.

"Veía cómo bajaba y pensaba en descansar un rato. Y cuando ya me faltaban unos poquitos y pensaba en lo bien que me haría reposar, ¡reaparecían! Como si no hubiera lavado ni uno. Y vuelta a empezar. Nunca se acababan los platos sucios. Sacaba 68 dólares a la semana. Y la comida. Saqué cuentas. En México, en el camión yo ganaba mil pesos a la semana. Más que acá. Me salió un trabajo de colocador de cercas. No le sabía pero aprendí. Subí a 100 por semana. Era más duro pero también más varonil. Así que colgué el mandil. No era tan mandilón como ahora. Je... je... je..."

¿Dónde vivía?

En la calle 100 y Broadway. En un estudio con mi primo Germán. Al principio, con amigos. Teníamos un lema: "El que llegaba recibía refugio sin pagar. Luego él tendría que apoyar al recién llegado". Y lo cumplimos. Dominé lo de las cercas. Jalé a mi primo. Luego un americano blanco me pidió que le consiguiera más gente. Se los llevé. La mayoría de Piaxtla, de Izúcar de Matamoros, de Tehuiltzingo. Puros paisanos de Puebla. No; no pensábamos en estudiar inglés. Trabajábamos, nos bañábamos, comíamos. No nos gustaba nadita la comida de aquí. No picaba, no sabía. Extrañábamos las salsas y los chiles. El fin de semana descansábamos. No íbamos a la iglesia. Nos juntábamos con algunos amigos y nos echábamos las cervezas. De lunes a viernes era el trabajo. En lo de las cercas me relacioné y me hice ayudante de mecánico. Por 250 a la semana. Hasta que el superintendente de mantenimiento de edificios me ofreció: "Trabaja conmigo. Te pago lo mismo pero te quedas en la casa. Te ahorrarás lo de la renta". Mientras tanto, mi primo Germán se casó. Se regresó. Me quedé.



Vivir y trabajar en la >sav<>f 59res<

"Un día vi que aquí no había tortillas. ¿Con tantos mexicanos?, pensé. Se conseguían en el Bronx Terminal Market. Eran tortillas congeladas. Parecían de cartón. Las calentaban y se te deshacían. Idee hacer tortillas. ¿Cómo conseguir una máquina de hacer tortillas? ¿En México? ¿Cómo pasarla? Ya tenía yo tres años aquí. Ya era residente. Y no sabía cómo hacerle para pasar la dichosa máquina de hacer tortillas. Así que en 1977 fui a México a preguntar por la maquinaria. Por ese tiempo me hice novio de mi mujer. Me casé. Tenía ahorrados 12 mil dólares. Fui a Los Ángeles. Ahí estaba un primo. Con él me iba a un bar a echar trago. Ahí conocí a unos mexicanos que tenían una escuela de manejo. ¿En qué trabajas?, me preguntaron. No tengo trabajo, dije. ¿Y me quedé en Los Ángeles como siete meses.

"Pero no dejaba de pensar en mi máquina de hacer tortillas. Además, no me gustaba la vida en Los Ángeles. Y un día se presentó a la escuela de manejo una mujer salvadoreña. Qué cómo me iba. Que si estaba a gusto. Que si pensaba quedarme toda la vida ahí. Y le conté de mi ilusión de hacerme de una máquina de tortillas. `Mi marido, que es plomero, va con un hombre que hace esas máquinas que tú buscas. ¿Por qué no vas a verlo?`. Fui. Hablé con el hombre. Tenía una en venta, muy usada, desconchinflada, inservible casi. `Por el dinero que tienes es lo que comprarás`, me dijo. Y aprendí a hacer tortillas. Ya tenía muy clara la idea de lo que haría. Compré aquella máquina y me regresé con mi mujer a Nueva York. A Passaic, en New Jersey. Queda como a 10 millas de Manhatan. Quería que me quedara en California. `Acá es más fácil. Nueva York es muy duro para lo que quieres`. No les hice caso. Mi idea era vivir y trabajar en Nueva York.



Las primeras ventas en Brooklyn

"Renté un local a un polaco. Instalé y reparé la máquina. Hasta que se me acabó la plata. Pasaron dos meses y nada. No tenía ni para la renta. Y un día me llamó el polaco para cobrarme. `¿Qué pasó con tu negocio de tortillas?`, me preguntó. Le conté que no tenía plata. `No te preocupes me dijo, págame cuando puedas. Cuando ya tengas tu negocio`. Y con la ayuda de un electricista y un plomero monté la máquina. Y otra vez quedé en la calle. Cerca de mi casa estaba la tienda de un cubano. Yo era su cliente y le había contado de mi ilusión de convertirme en fabricante de tortillas y de mi escasez de dinero. Una tarde, cuando salía de su tienda me llamó: `Aquí tienes 500 dólares. Si puedes me los pagas. O no te preocupes. Ten`, me dijo y me dejó en las manos el dinero.

"Comencé a hacer tortillas. ¡Y los paisanos no querían comprármelas! Todos los días, muy temprano me ponía a hacerlas. Y no vendía. Iba de puerta en puerta a ofrecerlas y nadie las quería. Y un día llegó una mujer a mi fábrica para decirme: `Este negocio debería ser mío. Hace mucho tiempo que tuve la idea`. `Pues se lo vendo`. `¿Qué? Me irá tan mal como a ti`. Le seguí. Fui a la tienda de un cubano. `¡Ayúdeme, mi negocio no va bien!`. `Está bien. Mándame una caja`. cada una tenía 30 paquetes. Cada paquete 36 tortillas. A dólar el paquete. Yo lo vendía en 70 centavos. Me iba en mi camionetita, una Chevrolet 67. Ya tenía un hijo y otro en camino. Me fui a Brooklyn a vender mis tortillas. De puerta en puerta. En la tarde, a la hora en que acá se acostumbraba comer. Llegué a vender 350 dólares a la semana.

"Mi primo ya era salad man . Había ascendido, ya preparaba ensaladas. Iba a la casa a comprar tortillas. `¿Cuánto te pagan?`, le pregunté. `Ya me aumentaron`. `Vente a vender tortillas. Haz la prueba el fin de semana. Te dejo la ruta que tengo. Abriré otra`. Aceptó. Y la nueva cobraba 300 dólares a la semana. Así que llamé a otro muchacho. Le ofrecí lo mismo. `Yo no vendo tortillas`, dijo. Pero comenzó. Y abrí más rutas. Así me levantaban a las 5 de la mañana. Me ponía a hacer tortillas. `Puebla Foods` es mi marca. Sí, tuve que ir con la autoridad. Sacar permisos. `Hago tortillas`. No me entendían. No había antecedentes. `¿Bakery?`. Pensaban que era como una panadería. Inspectores electricistas y plomeros. Y luego el inspector de salud. Él me preguntó por los ingredientes; la materia prima. Conseguir maíz blanco era muy difícil. El amarillo está prohibido. Es para alimentar a los animales. Recurrí a mis amigos tortilleros de Los Ángeles. Llegaba Maseca. Comencé comprándoles 50 bultos a la semana. Pronto 100. Hasta un tráiler a crédito."



El primer mexicano con un negocio

¿Es buena la harina Maseca?

Ahora sí está muy buena. Tiene mucha clientela. Don Roberto González Barrera es un tipazo. Ahora muy amigo mío. Él heredó los molinos ¿no? Y supo hacer su imperio. Hay que reconocer el valor del ser humano. Y don Roberto vale mucho.

"Subían las ventas. Compré otra máquina. Una nueva que hacía siete cajas por hora. Cajas de 30 paquetes. Me quedó chico el local que me rentó aquel polaco. Con mi máquina nueva bajé los tiempo de producción. De 8 a 3 horas. Y sobraba espacio y tiempo para producir más. Mis vendedores colocaban más producto. Uno vendía 90 cajas a la semana. El otro 100. Y en el nuevo local más equipo: cuatro máquinas; dos turnos. En el 89 compré una propiedad más grande. Y el maíz por tráiler. Con 25 toneladas de maíz. De Maseca. Uno diario.

"Fui el primer poblano, el primer mexicano en poner un negocio en Nueva York. Entonces no había chiles jalapeños aquí. Eran de lujo. Y yo los traje. Lo metí a las tiendas de abarrotes. Una flotilla de 8 camionetas vendía en tiendas y casas. Y en el 93 me buscaron los de la revista Forbes . Querían entrevistarme. No les hice caso. Pensé que era una broma. O que querían quitarme el tiempo. La verdad es que yo ni sabía de la revista. Me visitaron, hablé con ellos. Les conté. Y me bautizaron Rey de la Tortilla . No, no me pusieron en la portada. En las páginas centrales estoy. Compré 100 revistas."



?Nunca aprendi Inglés?

¿Cuánto vende?

Prefiero no decírselo. No quiero que me secuestren. Algunos millones de dólares. Je, je, je. Abrí un mercado y son muchos los que me siguen. Pongo mi fábrica al día. La mejoro o me tumban. Tengo una fábrica de jalapeños en Puebla. Produzco también mis propias latas. Y salsas, nopales, nancé, tejocote. Y tortillas, tostadas, totopos, tortillas de harina y quesillo oaxaqueño. Mi comercializadora distribuye desde Boston hasta el norte de Virginia. Hasta Charlotte, South Carolina.

¿Cuál fue su fórmula para triunfar?

No lo sé. Sé que trabajé fuerte. Fui honesto; lo soy. Lucho a diario. Vine a Estados Unidos. Estuve en el momento oportuno. Quizá hubiera hecho lo mismo allá. No lo sé.

"Aquí fue la oportunidad; el momento. Estoy muy agradecido con este país. Nunca aprendí inglés. Pero lo entiendo cuando me insultan."

¿Cómo son los mexicanos acá?

Hay de todo. Allá, en México, si a uno le va bien, si hace dinero le salen con que se halló un tesoro enterrado. Eso antes. Ahora lo acusan de que vende lo que no es. Acá también. Están los malagradecidos y los rencorosos. Los envidiosos que intrigan y van por ahí amenazando; dejando cizaña. Tengo un primo que quiso seguir mis pasos y no tuvo éxito. Ni aquí ni en otro lado. Trabajó conmigo; lo enseñé. Decidió poner su negocio. Fracasó. Y va por ahí cubriéndome de lodo. Antes estábamos muy desunidos. No éramos tantos. Hoy hay líderes. Me consultan. Me toman en cuenta por mi liderazgo. Yo iba a ser el presidente de Casa Puebla pero no tengo tiempo. Somos muy trabajadores. He visto, me consta, a empresarios que preguntan: "¿de dónde eres?". "Mexicano". "Pásale". Dan preferencia a los de México. Somos muy queridos por trabajadores. Yo apoyo. Empleo a cualquiera. Pero la mayoría son mexicanos; poblanos. Y tengo una libretita con los nombres de muchos que me deben. No me quejo. De todas maneras apoyo. Y hay los que te hablan y saludan con gusto. Yo no soy "agravioso".

¿Se sufre?

Hay nostalgias. Llevo muchos años aquí y se me murieron parientes. Se fueron y no los traté. Si eso es sacrificio, pues sí.

¿Le gusta vivir aquí?

Pues sí. Estados Unidos es un país honesto. Aquí hay muchas oportunidades. Este es el país de las oportunidades. No hay mucha corrupción. Tienes garantías. No tienes problemas. Ni asaltos, ni daño... en ciertas áreas. Tenemos problemas, claro. Hay pandillas de jóvenes; se contaminan. Un porcentaje pequeño. Y sí nos gusta el pleito. Tenemos la sangre caliente, y de vez en cuando hay ciertas broncas. No de crímenes. Y nos gusta mucho la cerveza. Tengo un edificio de departamentos que habitan muchos paisanos. El fin de semana había de ver. A la entrada ¡fácil! 20 cartones de botellas de cerveza vacías.

"Hemos cambiado mucho. Ya sabemos nuestros derechos. No dejamos que nos pisoteen. Y nos duele mucho lo que pasó el 11 de septiembre. Murieron 17. Afectó a muchos mexicanos. Los despidieron, les redujeron la paga y los horarios de trabajo."

¿Recomendaría que nuestros jóvenes viniesen a trabajar a Estados Unidos?

No sé. A lo mejor se vacía el país. Yo creo que allá también hay oportunidad de trabajar y hacer negocios. Estamos al día, sabemos lo que pasa en México. Habemos muchos acá. Respetamos y queremos al país. Acá no se desdeña a la nación. Celebramos el 5 de mayo y el 15 de septiembre. Quisiéramos que México tuviera un nivel de vida parecido al de Estados Unidos.

¿Sienten que en México se les comprende; que se aprecia su esfuerzo de emigrados?

Yo siento que el primero que nos reconoció fue Carlos Salinas. Vino en varias ocasiones y nos escuchó. Zedillo un poco más. Y también Fox. Nosotros mandamos mucho dinero a México. Dicen que tantos dólares como los que deja el turismo. Pero yo digo que debemos andar en segundo lugar. Después de los que deja el petróleo.

"En mi familia todos somos ciudadanos americanos. Mi esposa se llama Carmen Alarcón. Tenemos cuatro hijos. Gabriela, Bertín, Aylín y Félix Sánchez junior. Batallo con los muchachos. No quieren estudiar. Prefieren meterse al negocio."



?Nos tratan con desdén?

Súbitamente se le agrió el humor al Rey de la Tortilla . Voz rencorosa, cargada de amargura: "Ya me iba bien cuando una mujer colombiana llamada Estrella llegó a tentarme: `Ya tengo licencia de real state . Vengo a venderte una casa. Tengo unas magníficas, por aquí, ven`. La felicité. `El día que tengas una en un lugar que me gusta, te la compro. Esas que tienes no`. Y pasado un tiempo regresó. `Ya la tengo Félix. Te encantará. Sólo 350 mil dólares. Éntrale. No te puedes echar para atrás`. Y la casa que ni soñada. Pero no me alcanzaba. `Sólo tengo un ahorro de 25 mil. ¿Cómo le hacemos?`. Con hipoteca salí adelante. Es mía. Pero mis vecinos judíos no me dejan vivir en paz. Más bien: quieren echarme de ahí. Quise construir una alberca y se opusieron. Pleiteamos hasta la Suprema Corte de Nueva York. Les gané. Pero ¡cómo me ofenden! Me hostilizan. Y no cejan en su afán. `Véndemela. Te la compro. Tú puedes irte a vivir a otro lado. ¿Cuánto quieres?`, Y nos tratan con desdén. Ni siquiera me saludan. Que se vayan al tal. Hago lo que yo quiero."

Y Félix Sánchez Guzmán subió a su Mercedes Benz que refulgía bajo las luces de Nueva York.



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