aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Durante la "guerra fría", el país fue terreno para la lucha de espías

Esteban David Rodríguez/(Tercera y última parte)| El Universal
Viernes 28 de septiembre de 2001
por ciento s de la seccion por ciento s con fecha de liberacion por ciento s encuentra el formato de lugar o ciudad adecuadoEl respaldo que se brindó a Cuba y Nicaragua endureció el trato de Washington al gobierno mexicano. El TLC reorientó las relaciones

En octubre de 1962, Thomas Clifton Mann, entonces embajador de Estados Unidos en México (1961-63), solicitó hablar con el secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz. Dijo el embajador: El presidente de Estados Unidos quiere saber de qué lado está México.

Puede usted decirle al señor presidente Kennedy dijo Díaz Ordaz que nosotros hemos sido partidarios de que Cuba libre tenga sus armas defensivas; pero siempre que no haya armas ofensivas. En este caso tiene usted razón. Se trata de armas ajenas a Cuba, manejadas por los rusos, quienes aprovecharon el territorio cubano para amenazar a Estados Unidos. Eso no se vale. Pueden amenazar a México o a cualquier otro país.

Díaz Ordaz telefoneó entonces al presidente Adolfo López Mateos, que ese día se encontraba en Hawai, y éste hizo declaraciones a la prensa en el mismo sentido. La narración es de Luis M. Farías, entonces director de Información de la Secretaría Gobernación, quien reproduce la entrevista suscitada a raíz de ese episodio en su libro "Así lo recuerdo" (FCE, 1992).

A lo largo de la "guerra fría", Estados Unidos tuvo carta abierta en México en su labor de espionaje y, de hecho, el país fue terreno de lucha de la CIA y la KGB, pero los gobiernos priístas también aprendieron a "capotear" a los estadounidenses.

De la invasión a Playa Girón, en 1961, México había manejado una posición equilibrada. Estados Unidos pretendía que todos los países de América Latina rompieran relaciones con Cuba y se le expulsara de la Organización de Estados Americanos (OEA), así que en el foro de la organización el canciller mexicano Manuel Tello dijo: "Con la misma energía con la que defendemos la autodeterminación de los pueblos, del pueblo cubano por consiguiente, sostenemos que es inconciliable la calidad de miembro de nuestra organización con la adopción de un régimen cuyas características no son las de las democracias representativas..."

Pero agregó enseguida que la carta de la OEA no preveía la posibilidad de expulsar a un estado miembro.

Ya en octubre, durante la crisis de los misiles, en la reunión del Consejo de ese organismo, México se sumó a la resolución sobre el desmantelamiento de armas nucleares instaladas en Cuba.

"Pero relata el historiador Enrique Krauze en la presidencia imperial una vez más, la delegación mexicana introdujo una reserva: la resolución no debería tomarse como justificación para un ataque armado."

En 1964, otra vez, México advirtió, en el seno de la OEA, que no acataría una resolución de rompimiento diplomático y sanciones al pueblo cubano, como le interesaba a Washington, esta vez con el pretexto de que Cuba apoyaba a grupos insurgentes venezolanos. En 1964 la OEA determinó que sus estados miembros que aún mantenían relaciones con la isla deberían suspenderlas. México no sólo mantuvo el vínculo diplomático, sino también la conexión aérea.

Krauze comenta: "El gobierno de Kennedy comprendió muy pronto el sutil equilibrio de la política exterior mexicana. México no podía sumarse a la condena panamericana a Cuba por dos razones: los riegos de la guerrilla y el peso de la historia".



La Cía y la KGB

Phillip Agee, ex agente de la CIA y su más famoso crítico, autor del libro "Inside the Company" (Al interior de la compañía), dijo al "The New York Times" en 1997: "México siempre fue el país más importante para la CIA por su larga frontera con Estados Unidos. Por esa razón la presencia de la CIA en México fue más fuerte y numerosa que en cualquier otro país latinoamericano".

Agee, quien estuvo en México en 1968 entre otros periodos como agente de la agencia, bajo cobertura de agregado cultural, describió en esa ocasión: "La tarea de la CIA en México era monitorear la estabilidad política, lo cual nunca fue un problema dado el monopolio sobre el poder que gozaba el Partido Revolucionario Institucional. También había instalaciones diplomáticas de la Unión Soviética y sus aliados en México y éstos eran objetivos principales de la CIA.

Agee añade que "México era muy importante y la relación entre la CIA y lo más alto de la cúpula del poder mexicano fue considerada prioritaria; hubo una relación entre 1950 y 1960 entre la CIA y varios presidentes mexicanos. De esta manera, el jefe de estación de la CIA en la ciudad de México era mucho más importante para la relación bilateral que el propio embajador de Estados Unidos, ya que tenía acceso inmediato y una relación íntima con el presidente del país".

Diez años después

En los años 70 el gobierno de México fue puesto en la lista negra de EU por su apoyo en los esfuerzos de paz en Nicaragua.

El 13 de abril el presidente José López Portillo hizo la anotación, más tarde recogida en sus memorias, "Mis tiempos": "Estados Unidos resuelve eliminar a México de la plática con Nicaragua y ésta insiste en la consideración. Yo le dije a los nicas que no se preocupen y que asistiríamos sólo en la medida en que seamos útiles y a su conveniencia".

López Portillo comentaría la nota, ya en la edición de las memorias: "Ahora Estados Unidos ya desdeña a México en los asuntos internacionales. Estaban convencidos de que no variaríamos en nuestros principios y posiciones. Ya nos tenían planchados. El país en el vórtice económico y al presidente en el proceso de desprestigio más infame".

El 3 de mayo, López Portillo recogió: "En el asunto de Las Malvinas EU dejó en la estacada a la Argentina, dando su apoyo abierto, expreso y brutal a la doctrina Monroe, TIAR y aun su política de protección a los regímenes represivos latinoamericanos... Ya pasó su luna de miel con nosotros. El apoyo a Cuba y Nicaragua me los están cobrando y caro. Los tengo encima... son, sin lugar a dudas, tan soberbios como Luzbel".

Se aproximaba, en aquellos días, la reunión norte-sur, en Cancún, y México insistió en su política conciliatoria. Anotó el ex presidente: "Me hablaron hoy de parte de los argentinos: sienten que las negociaciones en la ONU fracasaron y no queda en pie sino mi proposición: que negocien en Cancún, cara a cara, la Thatcher y Galtieri. Reinicio el trámite y ojalá tenga suerte".

No la tuvo, pues el ataque inglés al archipiélago en disputa fue desatado.

Los 90: viraje...



Phillip Agge, en la entrevista ya citada, evaluó el papel de la CIA en México en los 90, más allá del asunto del narcotráfico: "No cabe duda que la política estadounidense en México es la de mantener estabilidad del sistema político. Eso significa que la CIA estará involucrada en la supresión de los movimientos revolucionarios armados, estará monitoreando las redes de apoyo civiles de estos grupos, estará participando en la capacitación de las fuerzas de seguridad mexicanas, al ofrecerles equipo, consejos, e información para reprimir estos movimientos lo más efectivamente "Por lo tanto afirma, creo que la CIA todavía está tan activa como siempre en México generalmente, y donde existan conflictos de baja intensidad o actividades de contrainsurgencia contra grupos armados como los zapatistas, la CIA probablemente está involucrada muy de cerca con las fuerzas especiales del Ejército de Estados Unidos en capacitar a unidades contrainsurgentes y en recaudar inteligencia para ellos. Es muy importante tener en cuenta que la CIA está muy vinculada con las redes de capacitación militar y sus instituciones, y revisan a los extranjeros en entrenamiento como posibles reclutas, como agentes clandestinos dentro de esos servicios militares al regresar a sus países de origen. Eso lo hacíamos cuando yo estaba dentro, lo mismo con programas de capacitación para policías".



?La más común de las virtudes?

Al estallar la Guerra del Golfo Pérsico, en enero de 1991, la respuesta del gobierno de Carlos Salinas de Gortari fue allanarse de inmediato a los lineamientos de Washington.

Desde agosto de 1990 Carlos Salinas había dicho al periodista inglés Renan R. Lurie: "México está dispuesto a enviar soldados al golfo Pérsico, estaríamos dispuestos a participar en cualquier forma que decida el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si ellos consideran que hace falta la presencia de México en una fuerza multilateral, estaríamos dispuestos".

Salinas estaba apostando todo a la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y en tales empeños no iba a regatear su apoyo, como en efecto lo hizo desde el inicio de su sexenio.

Cosa curiosa en los anales del régimen priísta, cuando llegó la hora el PRI se pronunció por la paz, en múltiples desplegados periodísticos y el 23 de enero de 1991 organizó una "Marcha Nacional por la Paz", a la que invitó a personajes de "distinto signo ideológico", lo que incluía a Luis H. Álvarez y a Cuauhtémoc Cárdenas, quienes no asistieron a la concentración.

Por aquellos meses fue denunciado en la prensa la detección de que, por ejemplo, en el consulado en Guadalajara contaban con un equipo de rastreo y espionaje de todos los sistemas electrónicos de comunicación, que comprendían de las señales que emiten los aviones hasta las emisiones microondas y la telefonía celular. También trascendió el desmantelamiento de una casa con similares características, en las inmediaciones del campo militar número uno, en la ciudad de México, operada por estadounidenses. En Estados Unidos se instrumentó un programa mediante el cual se les daría la nacionalidad a indocumentados que se alistaran en su ejército. No obstante, en México el encargado de despacho de la embajada de Irak, Sahar Al Adhit, dijo haber enviado a Bagdad 400 solicitudes de ciudadanos mexicanos que pidieron alistarse en las tropas de Sadam Hussein. En tanto, el presidente Salinas envió un mensaje a la nación, tres horas antes de que empezara el bombardeo a Bagdad, en el que reiteró que no habría mexicanos en el Pérsico y que la economía seguiría en marcha. Por cierto que, en aquellos días, el actual canciller, Jorge G. Castañeda, ante los arrebatos salinistas, publicó el artículo "La guerra, una aclaración" (Proceso, 28 de enero de 1991), en el que escribió, respecto de la posición mexicana: "He aquí la pertinencia para México: apoyar a Estados Unidos en su aventura arábiga requiere de razones. No abundan... creo que este es el momento de tener mucho cuidado en cualquier negociación o pacto con Estados Unidos, o cualquier alineación o pacto con George Bush...".

En abril de 1991 el embajador estadounidense en México, John D. Negroponte, envió un memorándum al Departamento de Estado en Washington en el que le daba una buena calificación a nuestro país en distintos rubros. Destacaba el diplomático dos hechos: "La actitud y las declaraciones que, en los hechos, favorecieron a Estados Unidos antes de su invasión a Panamá y, posteriormente, durante la crisis del Golfo Pérsico.

"Desde una perspectiva de política exterior, un TLC institucionaliza una orientación estadounidense en las relaciones exteriores de México."



comentarios
0