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Sacerdotes casados, en busca de reconocimiento y celibato opcional

Sergio Javier Jiménez | El Universal
Domingo 29 de julio de 2001

Refugio Ávila Cabrera vive en Aguascalientes, en el fraccionamiento Pulgas Pandas. Tiene cinco hijos y cuatro autos. Es vecino del gobernador del estado. A simple vista, parece ser un hombre que lleva una vida relativamente desahogada. Viste un traje gris impecable. Es un mediano empresario exitoso. Lauro Macías también es casado. Ha procreado tres hijos y habita en Cuautitlán, estado de México. Viste modestamente. Es un hombre de complexión mediana, semicalvo. Nada fuera de lo normal. Aunque viven a cientos de kilómetros de distancia, tienen un lazo en común más poderoso de lo que podría pensarse: ambos son sacerdotes católicos y pertenecen a ese creciente número de religiosos que han decidido romper con los tabúes de la Iglesia, particularmente con el celibato obligatorio.

José Refugio Ávila a quien los feligreses conocían como el "Padre Cuco" es parte de un movimiento mundial con presencia en 32 países: los sacerdotes casados, quienes tienen presencia organizada en seis estados de la República y que se agrupan en "Presencia Nueva", la cual no es una secta, aclaran, sino un grupo de sacerdotes. Lauro también es sacerdote casado y ocupa el cargo de vicepresidente para Latinoamérica de la Federación Internacional de Sacerdotes Casados, organización creada hace 15 años. La federación tiene como propósito analizar y discutir los temas alrededor del celibato obligatorio de la Iglesia católica, además, da apoyo a los clérigos católicos que están "luchando con el celibato y con la pérdida de carrera e identidad, si contraen matrimonio". Aunque no existe una cifra oficial, se calcula que en México ya son más de mil los sacerdotes que se han casado. Y en el mundo, de acuerdo con el Annuarium Statisticum Ecclesiae de 1994, refiere que 22.3 por ciento de sacerdotes deja el ministerio por diversas causas, entre ellas el matrimonio.



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José Refugio no era un sacerdote acostumbrado a la ortodoxia: de la orden de los Carmelitas Descalzos, consultó con sus fieles y "y de manera democrática" se acordó ambientar la misa de los domingos en la tarde con música de mariachi, tal y como hoy ocurre en la Catedral Metropolitana.

También dejó de dar el diezmo a la Hacienda de la Iglesia, pues lo ocupaba para obras sociales, motivo por el cual le llamaron la atención tres años seguidos. "¿Cómo querían que dieran dinero (si) los fieles si vivían en casas de cartón, de lámina?". En sus homilías criticaba a los ambiciosos ricos, quienes no ayudaban a los pobres. "Yo hablaba un poquito de frente en mi iglesia, a las clases medias no les gustaba y me llamaron la atención. Me llamaron comunista y decían que desvirtuaba la doctrina social de la Iglesia".

Pero no sólo quedó ahí. El "Padre Cuco" organizó a la gente para que tuvieran credenciales y así tener acceso a los servicios del convento (bodas, bautizos, primeras comuniones), a fin de que todos pagaran una cuota simbólica y, los de afuera, los que no tenían credencial, que colaboraran con un poco más de dinero. Así no habría distinciones para la misma comunidad de San Joaquín.

Evitó que la gente se confesara en la misa, "en serie", porque consideró que no eran confesiones sinceras, y los invitó a hacer un acto penitencial generalizado, en donde meditaran sus culpas y, en misa, les daría la absolución a todos.

Eso le costó, dice, su salida. "Le dijeron a la gente que yo estaba loco".

Luego de que solicitó la dispensa de sus votos, a través de un cuestionario de 120 preguntas, inmediatamente se fue del país. En Estados Unidos, en la escuela donde estudiaba inglés, la Evan`s Comunity School, conoció a Teresa de la Torre, con quien, meses después de recibir la dispensa de Roma, se casó.



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Apenas comienza a salir el sol, después de una noche lluviosa, y don Miguel se prepara, como cada domingo, para subir al campanario y llamar a misa de 12 en el enorme convento de San Joaquín, que comparte las paredes altas de sus terrenos con el panteón Francés.

"¿Y el `Padre Cuco`? No pasó nada... que ya no quiso ser padre y se casó... nada más", dice esquivo, mientras camina a paso veloz antes de ingresar al antiguo edificio, hasta hace varias décadas, en manos de los militares.

"Era de los buenos, hablaba claro, sin miedo... pero creo que se casó, por eso se fue...", dice una mujer que acude a la Iglesia. "No dejé la Iglesia por que tuviera un compromiso con una mujer. En realidad, el clero me decepcionó. Si hubiera sido por faldas, no tendría por qué esconderlo, pero no fue así", dice Refugio Ávila, promotor y vendedor de una marca de copiadoras en Aguascalientes y en Zacatecas.

Vestido elegantemente, saca de su bolsillo interior una agenda electrónica en el comedor de su casa, y revisa las fechas. Antes habíamos hecho un recorrido por su casa en donde cuelgan fotos de él cuando era seminarista, sacerdote y después padre de familia.

A pesar de que contrajo matrimonio, el mismo Refugio Ávila ha celebrado las misas para su familia, bautizos, bodas y primeras comuniones, entre ellas las de sus hijos. Las ceremonias públicas se las tienen vedadas.

"El sacerdocio es para toda la vida, el clero no te lo otorga, es un don de Dios y nadie te lo puede quitar", argumenta Refugio Ávila. Efectivamente, el canon número 290 del Derecho Canónico, la ley del catolicismo, dicta: "Una vez recibida la ordenación sagrada nunca se anula. Sin embargo, un clérigo pierde el estado clerical: por sentencia judicial o decreto administrativo, en los que se declare la invalidez de la ordenación".



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El caso de Lauro Macías es similar. Fue compañero en el seminario del cardenal Norberto Rivera Carrera (ambos son de Durango) y de otros obispos y arzobispos, quienes ahora, salvo uno de ellos, no le dirigen la palabra.

"Los conozco: él (Norberto Rivera) iba adelante de mí. Cuando llegué a Durango a él lo mandaron a Roma, pero ya en el equipo de formadores del seminario estuvimos juntos muchos años; conozco también al obispo de Parral (José Andrés Corral Arredondo) y a Juan de Dios Caballero, obispo auxiliar de Durango."

Un domingo por la mañana, el "Padre Lauro", como todavía lo llaman sus allegados, cuenta su historia y rechaza que haya sido por el amor de una mujer su separación del estado clerical.

"Siempre soñé con ser militar o sacerdote ríe, tienen muchas coincidencias, me ordené el 21 de diciembre de 1968, voy a cumplir 33 años de ordenación", dice orgulloso.

Detalla que estudió en México, en el seminario de la Arquidiócesis de Durango, su benefactor era el hoy arzobispo emérito Antonio López Aviña, "hombre que quiero mucho y que fue como un padre". Después viajó a Roma en donde estudió Psicopedagogía y Teología, con especialización en espiritualidad. Primero lo hizo en la Pontificia Universidad Saleciana y más tarde en la Pontificia Universidad Gregoriana.

De su cuello pende una delgada cuerda café, que esconde discretamente bajo su camisa de manga corta. Al final, sobre su pecho, saca una pequeña cruz de madera. En su mano derecha lleva un anillo de plata, el sacerdotal, que también tiene un crucifijo encima.

"Ejercí el ministerio nueve años con mucho entusiasmo, es una etapa inmensamente feliz de mi vida... Nunca me arrepentiré de haberme ordenado sacerdote y nunca me arrepentiré de haber pedido la dispensa de mis votos."

Quienes se ordenan sacerdotes hacen sus votos públicos y voluntarios de obediencia, pobreza y castidad. Si alguno de los ordenados, tiempo después se arrepiente, es castigado, pierde el estado clerical y es "reducido al estado laical", como textualmente indica el Derecho Canónico.

Aunque no lo mencionan como parte de los sacerdotes casados, tanto Refugio como Lauro citan un caso para ellos ejemplar: el de monseñor José Antonio Quintanar Cepeda, adscrito a la diócesis de Zacatecas, quien en 1999 cumplió 70 años como sacerdote y dejó al clero católico a los 60 de edad. La razón: decepción del clero.

Algo similar ocurrió con el arzobispo Emmanuel Milingo, de 71 años, a cargo del Arzobispado de Lusaka, en Zambia, quien contrajo nupcias con Sung Ryae, una mujer coreana de 43 años, el pasado 28 de mayo".



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A fines de los 70 se comenzaron a agrupar los sacerdotes que habían renunciado al celibato, sólo a algunos se les había otorgado la licencia de sus votos, al resto no. Es facultad del Papa decidir.

Hoy, el español Julio Pérez Pinillos es el presidente de la Federación Internacional de Sacerdotes Casados, que ahora busca el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para erigirse como organización no gubernamental.

De acuerdo con Lauro Macías, en el mundo deben de existir entre 120 mil y 150 mil sacerdotes casados, él mismo asegura que el Vaticano sólo reconoce a unos 80 mil.

El movimiento no sólo busca que los sacerdotes casados sean reconocidos en la Iglesia, sino que el celibato se considere como algo opcional. El celibato fue impuesto como requisito para el sacerdocio, "pero no es una doctrina que dicte la Biblia, sino una disciplina", señala el obispo Sergio Carranza, de la Iglesia Anglicana.

Más aún, dice, la jerarquía católica acepta legalmente dentro de sus filas a sacerdotes de otras denominaciones como la misma Iglesia Anglicana o la griega, en donde sus ministros, ya casados, se convierten al catolicismo y son bien recibidos.

El canon 277 dice a la letra: "Los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los Cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios, mediante el cual los ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero, y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres".

Y en un segundo punto advierte: "Los clérigos han de tener la debida prudencia en relación con aquellas personas, cuyo trato puede poner en peligro su obligación de guardar la continencia o ser causa de escándalo para los fieles".



Celibato, una falacia

En México, según Lauro Macías, existen unos mil "desclericalizados", sacerdotes que se han casado y han hecho su vida como laicos comprometidos.

Según las estimaciones de la federación, 50 por ciento de los sacerdotes actuales no guardan el celibato, "tienen relaciones clandestinas y muchos, esposa, hijos y un hogar constituido también.

"La inmensa mayoría, y lo sostengo, no guarda el celibato... haces un muestreo y se comprueba, qué no me hagan hablar, porque doy nombres."

Lauro Macías, vicepresidente para Latinoamérica de la Federación, explica: "Buscamos que se les permita hacer una vida conyugal normal, que el celibato no se imponga como condición para ejercer el ministerio; que sea opcional."

El periodo de Juan Pablo II en el Vaticano está llegando a su fin. Y ésa es la esperanza de ellos. "Si el nuevo pontífice es del corte de Juan XXIII, abierto, sereno, objetivo, humano, el próximo pontificado tratará el asunto, porque la presión es muy fuerte, los argumentos son muy sólidos y porque el sentido común lo exige".

El sexo en la ideología del catolicismo se ha satanizado, dice Lauro.

"La Iglesia tomó una orientación antisexual tremenda, empezó a considerar al cuerpo como algo malo... pero los peores pecados no nacen en el cuerpo, nacen en el espíritu, en la mente." Además, añade, una doctrina sexista no es una doctrina evangélica, "ése es uno de los grandes errores dentro de la Iglesia": "Hay que quitarle el velo al sexo, la sexualidad humana es un don de Dios, si Dios hubiera querido que fuéramos seres asexuales, nos hubiera creado de otra manera".



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