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FRONTERA NORTE ESCENARIO EN ROJO
Tentáculos del narcopoder

Ignacio Ramírez/(Segunda de cinco partes)| El Universal
Martes 11 de abril de 2000

MATAMOROS, Tamps.? A la muerte de Salvador Gómez Herrera, lo sucedió Oziel Cárdenas Guillén como nuevo jefe del cártel del Golfo. Pese a que las autoridades insisten en que la organización fue desarticulada, lo cierto es que sus tentáculos aún se retuercen en las más diversas esferas sociales.

Cárdenas Guillén aparece hoy en las ?listas negras? de la Procuraduría General de la República (PGR) y de la Drug Enforcement Agency (?agencia antinarcóticos estadounidense?DEA), como uno de los capos más buscados.

Ex agente de la Policía Judicial Federal (PJF), Cárdenas Guillén estuvo ligado a ?El Chava? Gómez, ex investigador de la policía ministerial de Tamaulipas. Detenidos en Matamoros en 1998, fueron llevados a la ciudad de México. Pero escaparon, gracias a la ayuda de algunos miembros de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Salud (FEADS).

Más allá de la sospecha de que Cárdenas Guillén mandó liquidar a Gómez Herrera para apoderarse de esta plaza, no hay duda de que contó con la protección del coronel Carmen Oralio Castro Aparicio, delegado de la PGR en Tamaulipas, uno de los militares que sustituyeron a los civiles en los mandos medios de esa dependencia, con la esperanza de combatir eficazmente el tráfico de drogas. El año pasado, fue encarcelado, con seis de sus colaboradores, por delitos contra la salud y homicidio.

Historias como la anterior reflejan hasta dónde el narcotráfico permeó el tejido social y da a luz la descomposición de sus fuerzas internas. Y van de leyenda:

?El Muertero?

Las investigaciones sobre la muerte de Salvador Gómez Herrera condujeron a la policía hasta la madriguera de Roberto Torres Martínez, ?El Muertero? ?uno de los hombres de más confianza de ?El Chava??, detenido en una de sus casas de seguridad, en la colonia Cecila Occelli.

Siempre andaba con un grupo de guardaespaldas a quienes les pagaba semanalmente con dólares. En su código de conducta se hallaba también que lo acompañaban elementos de Seguridad Pública a bordo de una patrulla, cuando se le antojaba ir a cenar a la Hacienda de las Rusias o al ?Señor Pepe?s?.

Al momento de su aprehensión traía fajada una pistola Browing 9 milímetros, con cachas de oro y con la figura de la ?Santísima Muerte?. Pero también le fue encontrada en uno de sus bolsillos la credencial número 239 del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que lo puso nervioso, porque era pieza clave en las relaciones del intrincado bajo mundo del narcotráfico.

Seguramente recordando su viejo oficio de enterrador, sabía que si ?cantaba? cavaría su propia tumba, por lo que ?aguantó vara? y, con ello, salvó la vida.



?El Abogángster?

Abogado de profesión y narco por vocación, Irán Antonio Ramírez Carrera cambió los juzgados por la clandestinidad y el dinero del tráfico de drogas. Casi nadie lo recuerda como tinterillo tras las barandillas, pero todos aquí hablan de cómo de la noche a la mañana amaneció millonario con majestuosas oficinas ?Despacho Jurídico Lex, Asociados?, que servían más como centro de tortura.

Egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, ingresó en los años 70 al Poder Judicial como actuario; lo que más le atrajo fue la pistola al cinto. Con la protección de su hermano Marco Antonio, agente del Ministerio Público Federal, logró colarse en la PGR como agente itinerante, viajando por todo el país.

Designado fiscal federal en Guadalajara, entró en contacto con las mafias tapatías con las que estableció sus primeros nexos dentro del mundo del hampa. En 1982 fue agarrado ?con las manos en la mota?, cuando iba al frente de un cargamento de mariguana, por lo que estuvo en prisión. Gracias a la intervención de su hermano salió libre, imposibilitado para ejercer función pública alguna en el Poder Judicial, pero con ansias de hacer fortuna y regresar a Tamaulipas.

Así fue como Irán Antonio Ramírez Carrera y Antonio Ávila Cruz, ?El Comandante?, fueron presentados por un amigo en común: Margarito Castro Orozco, ?El Mago?, en su rancho Casablanca, otro narco que mantenía en cautiverio fieras salvajes. Su pasión por las armas y el dinero los identificó de inmediato. ?El Comandante? encontró en Irán a uno de sus hombres fuertes en el tráfico de drogas. Y fue escalando posiciones, al grado de que tiempo después ?El Mago? tuvo que recurrir a Ramírez Carrera para solicitarle un préstamo de 200 mil dólares; como no le pagaba la deuda, el llamado ?Abogángster? lo amenazó, incluso, de muerte.

El 16 de julio de 1998, en el camino que conduce al ejido La Venada, a bordo de su jeep negro, ?El Mago? fue baleado con 11 proyectiles calibre 9 milímetros, disparados a corta distancia y todos mortales por necesidad.



Los ?entres?

Manuel Lucio Pérez, ?Meme Lucio?, cayó en prisión a mediados del año pasado, porque ?no se puso a mano? con el ?entre? de 10 mil dólares al mes, que le exigían los comandantes de la policía ministerial del estado, cuyos elementos son los encargados de combatir el narcotráfico en Tamaulipas.

?Con lo que gano, apenas me alcanza para tragar. Ya no tengo tanto dinero para estar manteniendo cabrones?, se quejaba.

Lucio Pérez controlaba el mercado ?negro? de cocaína y ?piedras? de ?crack? por los rumbos de Playa Sol, lo que le permitió sobornar a los jefes policiacos, que mal se acostumbraron una vez que el ?Meme? ya no era lo que fue, debido a la competencia.

Así, ?mantuvo? primero al comandante Javier Aguilar Fuentes, y luego al comandante Jaime Martínez Olguín, ambos destituidos por corrupción y brindar protección. Pero cuando llegó el comandante Daniel Medina Bolaños y aumentó la cuota, ?Meme Lucio? estuvo a punto del infarto y, antes de que se muriera, mejor lo encerraron.

?Me traen de la cola...?, decía.



Aquí nacen gatilleros

De origen humilde, sin estudios y vicioso, Abelardo Conde Covarrubias, ?El Calabazo?, no tuvo más remedio que alquilarse como gatillero del narcotraficante Rogelio González Pizaña, ?El Kelín?.

No había cumplido 20 años de edad cuando ya debía varias muertes. Uno de los casos más sonados en los que participó, al lado de Alejandro Vallejo Flores, ?El Pipo?, y Carlos González Guerra, ?El Carlillos?, ocurrió el 25 de noviembre de 1997, cuando acribillaron a Pablo Sergio Galván Guerrero, por la carretera a la playa: nada más le dieron 80 balazos.

Por este crimen, estuvieron presos en el Cereso 2 de Santa Adelaida; inexplicablemente, salieron libres el año pasado, al ser absueltos por el juez tercero del ramo penal, Rogelio Arizpe Rojas.

El 13 de febrero de este año, a la altura del ejido El Refugio, ?El Calabazo? fue ejecutado con tres tiros en la cabeza a bordo de su vehículo Mercury.

Un mes después, el 13 de marzo, fueron detenidos seis pistoleros, entre ellos, César Melo Santiago, de 19 años de edad, y Reynaldo Conde Covarrubias, hermano de ?El Calabazo?, quien llevaba una pistola escuadra Star calibre 9 milímetros.

?Si vas a Tampico, ahí ves que nacen futbolistas; en Matamoros no ha surgido ni uno solo... aquí nacen gatilleros?, comenta el guía que acompaña al reportero hasta el otro lado de la frontera.



Compradores compulsivos

Bienes raíces, hoteles, restaurantes, centros nocturnos, casas de juego, almacenes comerciales, clínicas, agencias de automóviles, empacadoras, todo querían comprar los miembros del cártel del Golfo.

Tan sólo en el Registro Público de la Propiedad y del Comercio de Tamaulipas, Juan García Ábrego poseía más de 3 mil 500 hectáreas en predios rústicos y urbanos en los municipios de Reynosa, Méndez y Soto la Marina, sin contar sus mansiones y ranchos incautados hasta la fecha por la PGR.

Y si algo no estaba en oferta, lo creaban, como las casas de cambio.

Fue así como inició en Tamaulipas su carrera delictiva Cirilo José Ocampo Verdugo, detenido recientemente junto con Salvador Armenta Padilla, acusados de pertenecer al cártel de los Amezcua Contreras, habiéndoseles asegurado 70 inmuebles, 20 empresas, 6 aeronaves y diversas cuentas bancarias.



Esta es la historia:

Para fines de 1993, la DEA descubrió la red financiera de ?lavadólares? del cártel del Golfo que desde 1989 realizaba operaciones bancarias multimillonarias en las islas Caimán y Suiza, por conducto de Bankers Trust Company de Nueva York y American Express Bank International de Bervely Hills, California.

Los asuntos financieros estaban en manos de expertos en operaciones del mercado internacional, entre ellos los banqueros estadounidenses Antonio Giraldi y María de Lourdes Reategui, que tras falsificar la ficha Know Your Client (Conoce a tu cliente) dieron entrada al dinero de la organización. En México, los principales cerebros eran entonces Ricardo Aguirre Villagómez, ?El Kenny Rogers?, Henry Max, Carlos Reséndiz Bertoloussi, José García González y su hermano Juan José García González, creador de las tristemente célebres casas de cambio ?Colón?, en Monterrey, y La Quinta, en Matamoros.

Había sido un agente especial del Servicio de Aduanas de Estados Unidos, adscrito a McAllen, Texas, quien se percató de la transferencia de grandes sumas de dinero a ese país a través de la casa de cambio ?Colón? de Monterrey. Fue el hilo de la madeja que más tarde concluyó con el decomiso de millones de dólares de García Ábrego.

Ocampo Verdugo había llegado a Tamaulipas en 1990; sus primeros negocios fueron la compra-venta de automóviles y luego abrió las casas de cambio. En 1993 cayó detenido por el delito de fraude cometido en la llamada caja popular de los dos Laredos. En 1995 fue liberado, dedicándose entonces a constituir sociedades cooperativas de ahorro y crédito, cajas populares, centros de ahorro y sociedades de apoyo crediticio.

Al momento de su detención, sus operaciones financieras fraudulentas abarcaban 25 entidades federativas, entre ellas, por supuesto, Colima y Tamaulipas.



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