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El silencio, un manto que envuelve a San Fernando

Alberto Torres / Enviado| El Universal
Martes 21 de febrero de 2012
El silencio, un manto que envuelve a San Fernando

AMPARO. La parroquia se ha convertido en el refugio de mucha gente, que busca consuelo en la Oración por la Paz de cada viernes. (Foto: JORGE SERRATOS )

Marcado por la violencia del narco, este municipio pasa sus días como pueblo fantasma; hay miedo en cada esquina

alberto.torres@eluniversal.com.mx

SAN FERNANDO, Tamps.— A esta población, a fuerza de violencia, le han impuesto el silencio. Si alguien es testigo de un asesinato, una desaparición o de violencia, finge que no ha visto nada, se voltea y olvida. El mejor mecanismo para salvar la vida es no ser testigo de nada. El silencio para los criminales es su boleto de impunidad. Por eso quieren que la gente calle lo que sabe. Aquí se puede hablar del clima, de la cosecha, de tiempos pasados, pero no de la violencia.

El autobús llegaba a la central camionera de San Fernando, sobre la avenida Adolfo Ruiz Cortines. Ahí ya lo estaban esperando. Revisaban a todos los pasajeros: sus teléfonos celulares, mensajes, identificaciones. Los seleccionaban y se los llevaban. Así fue un tiempo con todos los autobuses que llegaban por aquí. La calle está llena de comercios, de gente, de autos y nadie vio nada. Se volteaban o caminaban aprisa.

“No podíamos hacer nada. Luchábamos por nuestra vida y veíamos con impotencia cómo se los llevaban. Los secuestros de los autobuses los hacían a plena luz del día, incluso aquí afuera de la misma central de autobuses. Tenemos familia, tenemos hijos y no podemos irnos de aquí”, comenta un habitante de esta avenida, la principal.

“Es la impotencia de escuchar cómo nuestro pueblo ha quedado ante los ojos del mundo”, añade otra vecina.

Lo que se vive en San Fernando es parte de lo que padecen otras ciudades tocadas por la violencia en el país.

Ahora en San Fernando, a un año de que se encontraran las fosas clandestinas con cientos de cadáveres de pasajeros de esos autobuses y a dos años de que aquí los grupos criminales de Los Zetas, el cártel del Golfo, el cártel de Sinaloa y La Familia Michoacana libraran una guerra por el territorio, la vida parece estar en calma durante el día, pero hay un absoluto silencio de lo que aquí pasó y lo que aún ocurre, como los asesinatos a plena luz del día de personas fuera de centrales camioneras, hospitales, taquerías o centros comerciales.

La vida social termina cuando el sol cae. Son las 10 de la noche y no hay nadie en las calles. A las 11 las tres gasolineras del pueblo están cerradas. A esta hora San Fernando es una ciudad fantasma.

Frente a la taquería Pedrito, a la salida a Ciudad Victoria antes de llegar a La Noria, paraban los autobuses repletos de gente para comer. Hoy un foco ilumina el local vacío a la orilla de la carretera.

La última salida de autobuses de Ciudad Victoria o de Matamoros hacia San Fernando es a las 6:10 de la tarde. Antes había corridas toda la noche. Los taxistas se quedaban todo el tiempo afuera a esperar a los que llegaban en la madrugada. Ahora, a las 9:30 de la noche llega la última corrida y se cierra la puerta.

Hace tres años que aquí no se hace un baile. Antes el salón “Ramón Ayala” lucía repleto los fines de semana. El propio acordeonista vino a inaugurarlo un verano, recuerdan los habitantes. La terraza-salón “Pachi Pachi” también está abandonada; por temporadas también era el cine Acapulco, al aire libre en la época de calor. En invierno estaba el cine Luna. Todos en la plaza principal, ahora están vacíos.

Los habitantes de San Fernando tienen coraje y resentimiento con los gobiernos, desde el federal, al estatal y el municipal. Por más de dos años los dejaron solos, a su suerte, en medio de esta cruenta guerra. “Ustedes no tienen idea lo que es ir a otro lugar y decir ‘soy de San Fernando’ y ser discriminados”, asegura una comerciante.

“Y nadie hablaba de eso, era un silencio en las noticias, en los gobiernos. Cuando encontraron los cadáveres de los 72 migrantes (agosto de 2010) nos sentimos salvados. Pensamos que la Marina iba a parar esto que estábamos viviendo, pero todavía duró un año más hasta que encontraron las fosas clandestinas con los cadáveres de los pasajeros”, dice un habitante.

Punto estratégico

San Fernando es el municipio más grande de Tamaulipas. Su cabecera municipal es un 15% del territorio y está ubicada justo en el centro. Para llegar a ella hay carreteras en cada punto cardinal y cientos de brechas de tierra por las que se puede llegar hasta Monterrey. Muchas vías de acceso y de escape. Es estratégico porque desde aquí se hace hora y media a Matamoros, Reynosa, Ciudad Victoria, Tampico. Tiene costa y la laguna salina más grande del país. Tiene yacimientos de gas de una parte de la cuenca de Burgos.

Ahora la gente tiene miedo de salir a carretera e incluso de viajar a las orillas del poblado. La mayoría de las escuelas, comercios y hoteles que quedan fuera del centro están abandonados. Está el Tecnológico de Tamaulipas, la Universidad Autónoma de Tamaulipas, colegios privados y hoteles. En las escuelas del centro los profesores dicen tener grupos de hasta 50 alumnos. Es el miedo a estar solos y estar lejos.

Los intercambios de alumnos de San Fernando para estudiar en otras ciudades disminuyeron. “Si me lo van a matar fuera, mejor que me lo maten aquí”, dice una señora cuyo hijo estudia en la universidad. Ahí llevan dos generaciones que no tienen fiesta de graduación por inseguridad.

Los eventos sociales, bodas y XV años bautizos son por la tarde y terminan máximo a las ocho de la noche. Dicen que es por protección de todos. “Si alguien quiere hacer una fiesta debe pedir permiso ‘a ellos’. Avisar en dónde y a qué hora será. Si uno tiene la música fuerte van y te piden que le bajes, y a veces te golpean”, aseguran jóvenes de una escuela. No tienen dónde divertirse, no hay cines, no hay bares ni cafeterías abiertas. Sus reuniones son por las tardes en el Facebook.

“Ahora no puedes enfermarte en las noches. No hay una ambulancia, un médico que quiera venir por el enfermo. Nos pasó que mi suegra se nos puso mal en ese momento que las balaceras eran a diario y a toda hora. Mi esposo salió a buscar un médico, incluso a amigos y gente que conocíamos. Pegaba en sus puertas y ventanas. Nadie salió”, narra una señora.

“Las enfermedades aumentaron. Subieron los casos de diabetes, de hipertensión, de depresión, de crisis nerviosa. La gente ha engordado, su rutina cambió. Cada que me llega un paciente y comienzo a hacer su historia clínica veo cómo todos somos víctima de la violencia. La gente llora al contarme que no estaba enferma, pero que cuando le mataron a un hijo o le desaparecieron al esposo comenzaron sus problemas de salud. Yo misma estoy enferma, tengo una fuerte depresión. Quiero irme, pero no puedo, aquí está mi casa, mi trabajo y todo”, cuenta una médico.

Al llegar el atardecer

Son las seis de la tarde. Los pobladores de San Fernando hacen como cada viernes la Oración por la Paz. Fue idea del padre Chuy. Comenzó a hacerla en septiembre de 2011. “Se me llenó la iglesia. Me decían: ‘Padre, ¿porqué no la hace diario? Lo intentamos, pero luego la gente no podía venir. Intentamos que la gente fomente su propia seguridad. En la oración la gente pide perdón por los pecados de San Fernando, hablan de su dolor. La comunidad está muy lastimada, está herida y muy dolida”.

La Oración por la Paz finaliza siempre con una canción. Esta vez una del brasileño Roberto Carlos: “Abre las ventanas al amor / deja penetrar su claridad. / Dile no al pasado y su dolor, / sin negar todo lo bueno que te dio”. Algunos cantan, pero otros pegan la carrera: son las siete y está oscureciendo. Para las 10 de la noche el silencio reinará en San Fernando. “Hubo un tiempo que a las cinco de la tarde ya no había nadie en la calle. Se veía feo, pero lo peor era el silencio. Escuchabas hasta el viento, no pasaban carros ni nada...”.



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