La descentralización política debilitó al Estado
. (Foto: ROBERTO ARMOCIDA EL UNIVERSAL )
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MONTERREY, N.L.— A comienzos de la década de 1990, el PRI era un partido en dominio casi absoluto del país. Salvo Baja California y un puñado de municipios, gobernaba el resto de las entidades y mantenía control de legislaturas locales y el Congreso de la Unión. El eje de dominio, sin embargo, se hallaba en su fase terminal. En siete años aquello no existiría y la transformación más significativa llegaría en el 2000, con la alternancia del poder, sin que se reinventaran las reglas del juego, dice Sócrates Rizzo.
“A final de cuentas tenemos una descentralización política: el pluralismo con la creación de tres partidos importantes y la alternancia en el poder generaron y dieron una fuerza que no tenían anteriormente los gobernadores. Si a esto añadimos la fortaleza de las finanzas públicas y de transferencia a los gobiernos estatales y municipales, derivado del auge petrolero, vemos que se afianza la fuerza de los gobiernos locales”, afirma.
El ex gobernador de Nuevo León sostiene que con ello quedó rota la cohesión que permitió gobernar hasta entonces, sin que la violencia y el crimen agobiaran ciudades enteras. En febrero, durante una conferencia que dictó ante estudiantes universitarios en Saltillo, dijo que “los presidentes de la alternancia no saben controlar el país”, y refirió que la solución al problema radicaba en la obtención de un pacto nacional.
Él dice que aludió a un acuerdo político, como existía hace 20 años —cuando le tocó gobernar—, y no a un pacto con narcotraficantes. Además de “pacto”, Rizzo empleó la palabra “negociación”. Aquello no hubiera trascendido más allá de los muros universitarios a no ser por la metáfora de la que se valió para brindar un “ejemplo coloquial” de su tesis (el control se hacía como si los operadores de la seguridad le hubieran dicho a los que hacen el trasiego de la droga: ustedes irán por allí o por acá, pero no me toquen las ciudades).
“Fue una desafortunada metáfora que dio pie a las cabezas de algunos periódicos, las cuales he desmentido en múltiples ocasiones”, se justificó posteriormente en una carta que empleó como boletín de prensa.
El dato había quedado en el olvido casi ocho meses, hasta que The New York Times publicó una entrevista con el presidente Felipe Calderón, a mediados de octubre, en la que éste citó a Rizzo para referirse a los pactos con narcotraficantes que ocurrían en la era del PRI. Tres semanas después de la publicación, Rizzo comparecía ante la PGR a petición de una de las partes en la reapertura de la investigación por el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
Al salir de ella, Rizzo insistió en que sus palabras fueron malinterpretadas, puesto que jamás declaró que hubiera acuerdos entre gobiernos priístas y organizaciones criminales de aquella época.
Sentado tras el escritorio de su oficina particular, al poniente de Monterrey, Rizzo retoma la que dice fue su tesis original, la de la descentralización política como origen del estadio que hoy guarda el país.
“Ahora tenemos que la Conago es una fuente de poder importante”, dice para enfatizar el nuevo equilibrio de poder. “Y quizás eso nos lleva, viendo a futuro, a plantear un sistema de gobernanza que incluya de manera significativa acuerdo entre gobernadores y el gobierno federal”.
Hasta hace tres años, Monterrey fue una ciudad relativamente tranquila. Tenía registro de homicidios atribuidos a la delincuencia organizada, pero fuera de eso los ciudadanos tenían poco de qué inquietarse. A comienzos de 2009, la confrontación entre dos organizaciones rivales, dice el gobierno federal, acabó con ese periodo de gracia que vivía no sólo la ciudad, sino el estado completo.
En aquella conferencia con los universitarios, Sócrates Rizzo aseguró que los narcotraficantes siempre han operado, y en la entrevista hace ver que la actividad criminal de entonces era radicalmente opuesta a la de los años recientes.
Alcalde de Monterrey
Antes de ser gobernador, Rizzo fue alcalde de la ciudad. Entonces el número de efectivos federales que había en el estado no superaba los 30. Pero el mayor problema que tuvo fue con los aficionados a inhalantes.
La garantía de seguridad pública existía a pesar de que la ciudad no disponía de un cuerpo de policía preventiva, por su estatus de capital. Los agentes del estado y los de la federación mantenían la paz social sin pugnas, afirma.
“El hecho de que se perteneciera a un mismo partido y que había un presidente del mismo partido permitía que no hubiera ese celo partidista de decir: ‘yo soy el que quiere llevarse el crédito de tal o cual acción’. Entonces, eso ayudaba a que hubiera una buena coordinación entre los tres órdenes de gobierno […] Ahora, en estos nuevos tiempos, ya con la negociación, la coordinación existe pero quizás es un poco más complicada. A veces entran otros factores de tipo político e ideológico, y en aquel tiempo no había eso”.
Entre uno y otro periodo cambió también la composición del crimen organizado. De acuerdo con informes del gobierno federal, hasta la segunda mitad de los 90 el país alojaba tres grandes estructuras dedicadas al tráfico de drogas: los cárteles de Tijuana, Juárez y el Golfo. La primera organización quedó paulatinamente reducida a una célula de influencia limitada, mientras que las otras dos sufrieron cambios fundamentales, tras la muerte de Amado Carrillo y el arresto y extradición de Juan García Ábrego, sus líderes.
Para el inicio de la década del 2000, el nuevo orden criminal se estrenaba con la descentralización política aludida por Rizzo, y también con una clase empresarial a la que, por lo menos, califica de interesada.
Los empresarios, dice el ex gobernador, han sido claves para la gobernabilidad del país en otros momentos críticos, como la amenaza de colapso financiero de finales de los 80, algo que no ha vuelto a suceder tal cual. “El problema está en que a veces cumplieron la función de estabilización, pero por otro lado tenían, algunos de ellos, su corazón partidista, y esto complica las cosas”, comenta.
Durante los últimos 30 años, las entidades del norte mexicano elevaron su Producto Interno Bruto (“en ocasiones al doble que las economías del sur”) convirtiéndose en polos de atracción migratoria. A la par que los indicadores macroeconómicos subían, la línea que marca el desarrollo social se mantuvo estática o a la baja en varios de esos estados. Sócrates Rizzo, que es economista, toma unos gráficos de su escritorio en los que señala la consecuencia que ello produjo a la vuelta del tiempo.
“El hecho de que 27% de los jóvenes estén en alta vulnerabilidad nos crea momentos de fricción, de tensión, de falta de identidad nacional. Los contrastes sociales no ayudan en este frente único que necesitamos para salir adelante”, asevera.
Sócrates Rizzo gobernó su estado durante cinco meses. Abandonó su cargo envuelto en escándalos. En el más público de ellos, el asesinato de un controversial abogado llamado Leopoldo del Real, en enero de 1996, uno de los testigos interrogados por la autoridad lo señaló como autor intelectual. Pero el verdadero motivo de su renuncia obedeció al enfrentamiento político con Tamaulipas que generó la disposición de aguas de la presa El Cuchillo, según dice Jaime Rodríguez, el entonces dirigente en Nuevo León de la Confederación Nacional Campesina.
Profesor de Harvard
Tras abandonar la gubernatura, Rizzo se mudó a Boston, Estados Unidos, donde fue profesor visitante en la Universidad de Harvard. A su retorno, se mantiene como miembro activo de la academia.
La transformación que ha sufrido el país, con todo lo que entraña, la cree necesaria porque se dejó atrás el sistema de un partido hegemónico. “Pero en lo que no hemos avanzado rápidamente es en establecer nuevas reglas del juego para la convivencia política”, asegura.
Que ello no haya sucedido es algo que en esencia le atribuye al ex presidente Vicente Fox.
“Traía una fuerza”, dice refiriéndose al momento en el que Fox asumió la presidencia de la república. “Fue un triunfo de gran legitimidad, incuestionable; traía una gran popularidad, que detrás de ella había una esperanza de mucha gente. Incluso, algunos priístas llegaron a decir que no estaba mal, que eran cambios para bien. Allí había un gran activo político que quizás, y eso es reclamo de alguna gente, sobre todo de Nuevo León, muchos de ellos empresarios, se desaprovechó para hacer los grandes cambios que requería el país”, dice.
Entre otras cosas, Rizzo hace referencia al desgaste de ciertas instituciones que, para los nuevos tiempos, habían terminado su vida útil, y entonces “es cuando se da con más fuerza la descentralización política.
“La verdad es que muchas gentes insistían en preguntar: ¿dónde está la transición? Daba la impresión de que Vicente Fox creía que todo estaba listo, que ya éramos demócratas, obviando un proceso de transición que hay que hacer, con nuevas reglas. Y si hay descentralización política tiene que haber reforma política estatal, municipal, también”, explica.
“Entonces, como que ahí fue un tiempo perdido. Debió entenderse bien que había una redistribución del poder político y que requeríamos de nuevas reglas de convivencia política que no se hicieron. Se crea, no una anomia, pero sí falta de claridad política. Creo que la palabra es certidumbre, y es la diferencia con lo que se tenía hace 30 años”, añade.
La estructuración de un nuevo eje es lo que ha debilitado al Estado como tal, dice Rizzo. Porque en un entorno en el que los gobiernos estatales y municipales son políticamente más poderosos que en el pasado es imposible la convivencia sin que se hayan afinado las reglas del juego.