“México, buen lugar para la danza”
INTERNACIONAL. Su obra es parte del Museo de Arte Moderno de Nueva York.. (Foto: ROBERTO ARMOCIDA EL UNIVERSAL )
“Lo que más me gusta de México es su poética, su realidad que está en metáfora, sus olores, colores, fiestas, religión, la forma de estar”, asegura la coreógrafa uruguaya Magdalena Brezzo, ganadora del Premio Nacional de Danza INBA-UAM en 2003 y 2004; además, en 2006, obtuvo el 2º lugar en el mismo certamen. Magdalena Brezzo recuerda su niñez como una etapa en la que se sintió querida, jugó mucho y, además, tuvo varios amigos imaginarios hasta sus cinco años, cuando llegó su hermana Verónica. Comenzó sus estudios artísticos desde temprana edad en su ciudad natal, Montevideo. Tomó clases de gimnasia rítmica y de danza, pero conforme llegó a su etapa adolescente algunas cosas cambiaron... “Fue un momento de reconocerme, de darme cuenta de la situación de mi país y tomé una postura política”. Brezzo vivió durante su adolescencia el término del régimen de Juan María Bordaberry Arocena, periodo en el que la libertad de pensamiento se vió limitada al igual que las actividades culturales; de manera que Magdalena comenzó a tomar talleres dirigidos a la escultura, la pintura, y la danza. Comenzó a estudiar escultura pero el tomar cursos de danza “fue un parteaguas” en su vida, y entonces decidió que se dedicaría sólo a aprender a bailar. “Poco tiempo después, a mis 18 años, me di cuenta que podía vivir de la danza —relata—. Trabajé en una compañía llamada Moxhelis, durante casi un año fuimos 16 personas conviviendo todo el día, practicando en una bodega de mil metros cuadrados”. Con tal compañía realizó una gira por todo Uruguay, recorrieron “cada pueblito” durante poco más de dos años y al concluir Magdalena Brezzo decidió tomar unas vacaciones. Eligió el destino al azar. Naturalizada mexicana desde 2005, Brezzo realizó en 1994 su primer viaje a la capital mexicana. Durante su estancia se enteró de la existencia de algo que en ningún otro país había encontrado: un lugar en el que se podían estudiar todas las artes, donde existía la licenciatura en coreografía, así que dos años después, en 1996, fue parte de las primeras generaciones egresadas del Centro Nacional de las Artes (Cenart) en la Licenciatura en Coreografía por la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea. Magdalena, bailarina y ahora coreógrafa quien suele fumar tres cigarrillos al día y disfruta de los refrescos de cola, piensa que México es un espacio, una gran oportunidad para la danza por el considerable número de apoyos que los artistas pueden obtener. En lo particular, Brezzo asegura que ya no piensa en el referente de Europa. “Ya no me interesa, me parece que lo que está surgiendo a nivel América Latina es muy interesante”, añade con firmeza. Con el Apoyo de Fomento a proyectos y Coinversiones Culturales FONCA, en 2004, Magdalena Brezzo creó la compañía de danza Camerino 4, proyecto que ella misma concibe como un milagro y del cual es, también, directora. “Somos un grupo de personas que ya tenemos tiempo trabajando en el medio, la mayoría tenemos apoyos o becas y de esa manera podemos llevar a cabo un montaje para después presentarlo”. Camerino 4 ha ganado varios reconocimientos no sólo a nivel nacional: en 2005 la videodanza El hombre que confundió a su mujer con un sombrero pasó a formar parte del acervo del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Los apoyos y reconocimientos vinieron a Brezzo por su desempeño desde las aulas, pues mientras estudiaba por las tardes en el Cenart, daba clases matutinas en la misma institución, después surgió su compañía dancística, y dejó de dar clases en lo que fue su centro de aprendizaje. Hace dos años que no imparte y afirma extrañar esa actividad, pues asegura que era ella quien realmente aprendía de los alumnos. De facciones rígidas y gran sonrisa, a sus casi 35 años se considera apasionada aunque por momentos le surge miedo. Desconoce el tiempo libre. “No puedo distinguirlo, porque se complementa con el tiempo del trabajo y es algo que ‘me encanta”. No descarta la oportunidad de estudiar cine ya que le encanta el documental y se encuentra trabajando en un montaje que se dará a conocer en octubre. La autora de las intervenciones Chocolate y Ánimas subraya que lo único que cambiaría en su vida son las horas de diferencia entre México y Uruguay, de ahí en más, nada.