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El tiempo no mitiga su dolor

Thelma Gómez Durán| El Universal
Sábado 04 de junio de 2011
El tiempo no mitiga su dolor

PÉRDIDA. Mirna Robles tenía a sus dos hijos, Sofía y Alejandro (en la foto), en la guardería ABC. Sólo Alejandro sobrevivió al incendio, pero quedó con quemaduras en 33% del cuerpo. (Foto: XXXX EL UNIVERSAL )

El IMSS señala que no hubo negligencia, pero familiares de las víctimas de la ABC afirman lo contrario

HERMOSILLO, Son.— Desde hace dos años, la familia Martínez Robles intenta llevar una vida normal. Es difícil, confiesa Mirna Robles. El 5 de junio de 2009, el incendio en la guardería ABC le quitó a su hija Sofía, de dos años, y dejó a su hijo Alejandro, en ese entonces de tres, con quemaduras en 33% del cuerpo.

Alejandro fue uno de los 10 niños que fueron trasladados al Centro Médico Nacional de Occidente, de Guadalajara, Jalisco. Seis días después del siniestro, sus padres decidieron sacarlo de ahí para llevarlo al Hospital Shriners, en Sacramento, California, reconocido por especializarse en niños quemados. “Si Alejandro se hubiera quedado en Guadalajara, a lo mejor hubiera quedado con una secuela mayor”, piensa Mirna.

Después del incendio, los padres de Alejandro se enfrentaron a “lo más difícil”: lograr que su hijo recibiera la mejor atención médica para salvarle la vida y disminuir las secuelas.

Esa misma batalla la libraron las familias Fernández Lara y Reyes Carretas. Pero no tuvieron éxito. Juan Israel Fernández Lara y Daniela Reyes Carretas fallecieron días después del siniestro en la guardería de Hermosillo, Sonora, estancia subrogada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

En total, 49 niños murieron a causa del incendio en la guardería, 24 quedaron con quemaduras y 80 más presentan diferentes tipos de problemas pulmonares.

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El día del incendio, Mirna y su esposo encontraron primero a Alejandro. Lo hallaron en un hospital de Hermosillo. Lo reportaban muy grave por las quemaduras que le afectaron piernas y brazos. El cuerpo de Sofía, su hija pequeña, lo encontraron hasta las 11 de la noche en el Servicio Médico Forense. Mirna se quedó en Hermosillo enterrando a su hija. Su esposo viajó con Alejandro a Guadalajara. Ella los alcanzó dos días después.

Mirna y su esposo son enfermeros. Han trabajado en hospitales públicos y privados. Saben cuando algo no funciona bien en un hospital. Cuando Alejandro llegó al Centro Médico Nacional de Occidente, ellos se inquietaron, sobre todo cuando uno de los médicos les dijo que amputarían el brazo de su hijo, y minutos después otro doctor les dijo que era un error.

“A partir de ahí empezamos a ver que no sabían lo que estaban haciendo. Aquel hospital era una casa bonita; tenía máquinas nuevas, todo era nuevo, pero estaban empezando. Estaban experimentando con los niños”, comenta Mirna.

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Entre los 10 menores que fueron trasladados al Centro Nacional de Occidente también estaban Juan Israel Fernández Lara y Daniela Reyes Carretas.

Juan Israel tenía 85% del cuerpo con quemaduras, la mayoría de tercer grado. Celia Lara, su mamá, recuerda que dio la autorización para que trasladaran a su hijo a Guadalajara, porque “me dijeron que el Shriners iba a pagar 50% del tratamiento y que yo iba a pagar el otro 50%. Me dijeron que en Guadalajara me iban a pagar el 100%, que era un centro igual que el de Estados Unidos, sólo que estaba en México”.

Con el tiempo, Celia Lara se enteró de que el Hospital Shriners brinda sus servicios médicos en forma gratuita, ya que se mantiene con donativos.

Después de que su hijo llegó a Guadalajara, Celia no tuvo información sobre su estado de salud hasta 24 horas después. “Eso sí —recuerda—, a los padres nos hablan en la madrugada para mostrarnos las instalaciones. Fue cuando nos dimos cuenta que en ese momento inauguraron la unidad de quemados con nuestros niños, porque estaban metiendo las computadoras y los aparatos”.

El pequeño Juan Israel murió el 12 de junio de 2009.

Celia Lara solicitó el expediente médico de su hijo. Lo leyó. Se dio cuenta de que en algunos de los reportes de evaluación había datos erróneos, por ejemplo, le ponían edades diferentes. Cuando falleció, Juan tenía dos años con 11 meses. En algunas partes del expediente decía que tenía seis años.

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María Josefina Carretas fue otra de las mamás que insistió en que su hija Daniela fuera trasladada, desde el primer momento, al Hospital Shriners. La pequeña llegó a Guadalajara, Jalisco.

“Los niños llegaron, primero, al área de Pediatría del Centro Médico. En la madrugada nos dijeron que iban a pasarlos al área especial de quemados. ¿Por qué los movieron tanto? ¿Por qué no los llevaron a Sacramento desde el principio?”, se pregunta María.

Ella consiguió que trasladaran a su hija el 25 de junio. Daniela fue llevada al Hospital Shriners, de Cincinnati, Ohio. “Cuando llegó, los especialistas me dijeron que traía muchas infecciones. Me dijeron que la niña iba en pésimas condiciones, porque no se le hicieron las limpiezas necesarias”.

Al siguiente día, el 26 de junio, murió Daniela Reyes Carretas. Apenas tenía tres años con tres meses.

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Alejandro Martínez Robles dejó el Centro Médico Nacional de Occidente el 11 de junio de 2009. Fue trasladado al Hospital Shriners, de Sacramento, California.

“Lo trasladó un equipo médico y paramédico del Seguro Social —recuerda Mirna, mamá de Alejandro—. No llevaban ni equipo. Llevaban un monitor que, como no llevaba pila, cada media hora lo prendían para ir checando sus signos vitales”.

Cuatro días antes del traslado de Alejandro, Santiago Echeverría Zuno, director de Prestaciones Médicas del Seguro Social, reconoció en declaraciones a la prensa que la unidad de quemados del Centro Médico de Occidente había sido inaugurada con los niños de la guardería ABC.

Las autoridades del IMSS aseguran que la institución “en todo momento contó con la infraestructura y personal especializado para hacer frente a la contingencia”.

En un documento enviado a EL UNIVERSAL, el Instituto Mexicano del Seguro Social afirma que “a fin de contar con una evaluación externa y de autoridad competente que pudiera evaluar la calidad de la atención médica que recibieron los niños hospitalizados, se solicitó a la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed) una valoración”.

Esa valoración asegura que no se documentaron deficiencias en cuanto a insumos, equipo o medicamentos. Además, apunta que “tratándose de un evento inesperado que demanda capacidad de respuesta inmediata, aparentemente los servicios médicos actuaron con responsabilidad y diligencia. El grupo de trabajo y el análisis que realizó no identificó eventos de mala práctica con consecuencias para la vida de los pacientes”.

Las autoridades del Instituto Mexicano del Seguro Social destacan que “ni en el informe preliminar ni en la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se determinó negligencia médica alguna”.

Para Celia y María Josefina, mamás de Juan Israel y Daniela, la negligencia médica existió. Por ello, el pasado 25 de mayo presentaron una denuncia por negligencia médica en contra de Marcelo Castillero Manzano, quien entonces era el responsable de la atención de los niños de la guardería.

Mirna Robles y su esposo cuidan ahora de Alejandro. El niño toma medicamentos para fortalecer su sistema respiratorio. También lleva un programa de terapias para cuidar los injertos de piel que se le colocaron en brazos y piernas.

Para su mamá, lo más difícil ha sido la parte sicológica del pequeño.

Alejandro pregunta por su hermana Sofía: “¿Por qué ella no pudo salir? ¿Por qué a ella nadie la sacó?”.



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