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Una computadora de cartón los “acercó” a la tecnología

Nurit Martínez| El Universal
Lunes 23 de noviembre de 2009
Cansado de “mendigar” una máquina obsoleta, el maestro Julián Tzakuma tuvo que construir su propia PC para enseñarle a sus alumnos de una zona rural de Yucatán los nuevos instrumentos con que cuenta la educación

 

Un cuadro viejo, una caja de zapatos, trozos de cartulina y la creatividad del maestro Julián ayudaron a que en la zona maya de Yucatán, en un “salón” de cuatro paredes levantadas con palos y tablas y que tiene como techo palmas de guano, surgiera un nuevo modelo de “computadora” con la que Daniel, Adolfo, Miguel, Luis y Antón aprendieron a escribir sus nombres y leer sus primeros cuentos.

En el poblado de Kancabchen, una zona de milperos, albañiles y campesinos que trabajan en el verdón (la siembra de la sandía), el maestro Julián se propuso enseñar a sus niños con una “tecnología diferente”.

El plantel Ramón González Jiménez es una de las 27 mil 162 escuelas públicas del país a las que asisten más de 2 millones 620 mil niños bajo palapas, enramadas, tinglados o al aire libre.

El maestro Julián Tzakuma May (36 años) supuso que en las empresas, el ayuntamiento, escuelas o universidades podrían donarle alguna computadora obsoleta.

Por días caminó con la misma frase: “Aunque no prenda, les decía, lo que quiero es que los niños sepan qué es”.

“Me la pasé mendigando las computadoras que yo veía arrumbadas, viejas y polvorientas, pero todos respondía que ‘no’, porque estaban inventariadas”.

Lo que quería era “que la desventaja de mis niños no fuera mayor frente a la de otros niños de la ciudad”, relata este hombre que al hablar su origen yucateco y su pasado maya salpican sus palabras.

Una tarde, mientras Julián platicaba a su compadre la frustración que sentía surgió la idea de crear unas computadoras virtuales. A un cuadro viejo al que le arrebataron la imagen de un paisaje yucateco le colocaron un pedazo de fieltro verde en el centro. Puesto sobre una base de madera quedó terminada la primera versión de la pantalla.

Lo complicado fue replicar un teclado. Fueron horas de labrar en un trozo rectangular de unicel y luego involucrar a los niños para que en trozos de un centímetro de cartulina, denominados por el maestro como “PCgrafos”, iluminaran cada una de las letras, números y signos, incluidos espacios en blanco y trozos que simularían la ejecución de un enter.

Pero no sólo fue la construcción física, sino que Julián creó una serie de reglas para usar esa computadora como el que el maestro tenga que dejar de escribir en su pizarrón cuando el niño se equivoca. Luego reunió a todos los padres de familia para pedirles que construyeran una “computadora” semejante a cada niño.

En menos de un mes los 25 alumnos tenían su “computadora personal portátil”.

El maestro Julián es uno de esos miles de maestros en el país que tienen necesidad de trabajar en dos entidades diferentes. Aunque el profesor cubre dos plazas sólo es titular en una de ellas.

La supervisión

En el turno vespertino, de manera paralela, el maestro emprendió esa misma labor de construcción de computadoras, en la escuela Carlos Lugo López, en la localidad de José María Morelos, en los límites de Quintana Roo. Fue en este plantel que uno de los supervisores del programa de Escuelas de Calidad encontró que en el salón de primer grado —“el que le dan a los maestros primerizos como bautizo de la profesión”— estaba el maestro Julián.

Sorprendido por la atención que los niños tenían en la clase, el nivel de participación y de aprendizaje de los alumnos, el supervisor comenzó a tomar fotos con su celular. Días después esas imágenes formaron parte de un blog de maestros innovadores.

Motivados en la búsqueda de ese tipo de profesores creativos en la educación, personal de la Unión de Empresarios para la Tecnología en la Educación (UNETE) iniciaron la búsqueda de ese maestro.

A los pocos días, relata Julián, la organización “me había prometido cambiarme mis computadoras por unas de verdad”. Eso ocasionó que lo nombraran director del plantel por un breve periodo.

A principios de este año las computadoras llegaron a la escuela Carlos Lugo, después de que toda la comunidad, padres de familia, autoridades del ayuntamiento y de la Secretaría de Educación del estado contribuyeron con recursos para construir el aula de medios y llevar la instalación eléctrica.

“Para mí y mis niños fue un aula de sueños. Tenían que haber visto esas caritas de felicidad”, dice mientras dos lágrimas se delizan por sus mejillas.

En una zona en donde la pobreza y la marginación abundan, la solidaridad es la mayor riqueza. Y los niños asisten a la escuela sin haber comido o desayunado, destaca.

“Es difícil porque son niños que tienen muy poco. De hecho yo mismo fui así… Cuando fui niño no teníamos ni casa y comer tostadas y tomar agua no está nada mal, así se vive, así viví…” se le quiebra la voz y cambia la conversación que se realizó durante su visita a EL UNIVERSAL.

Mejora la versión

Con el equipamiento de la escuela Carlos Lugo, UNETE —en la que participan más de 500 empresas— entregó 8 mil computadoras en el ciclo 2008-2009. En los 10 años de gestión de la Unión se lograron equipar 5 mil 244 escuelas a las que asisten un millón 798 mil 365 alumnos de educación básica.

El maestro Julián cuenta que una vez que los niños tuvieron sus computadoras de verdad “lo más difícil de controlar fue su coordinación motriz fina, porque en lugar de poner una ‘a’ me llenaban la página de word con puras letras ‘a’, pero de ahí era como si siempre hubieran tenido una computadora. También aprendieron a manejar el ratón, porque en mi versión de computadoras no tenemos mouse”.

El equipamiento no implicó que el maestro abandonara su proyecto de “computadoras virtuales” de hecho las ha mejorado, ahora el teclado es de madera y ha sido recubierto con barniz. “No puedo volverme obsoleto, tienen que seguir mejorando para otras generaciones de niños que pueden aprender sin que se descompongan las de verdad”.

La tarea que hace el profesor yucateco de enseñar computación a sus niños contagió a otros de la región y ahora un grupo de maestros acuden a cursos de computación en la misma aula para los niños. “Lo que he visto es que cuando algunos maestros se oponen a usas las computadoras es porque en el fondo tiene pena de reconocer que ellos tampoco saben utilizarlas. Pero si nosotros no nos superamos ¿cómo vamos a enseñar a los niños? Es cierto, pero hay colegas que no saben qué es un correo electrónico”.

nurit.martinez@eluniversal.com.mx

 



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