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Escándalos sepultan una fiesta casi imperial

Fidel Samaniego| El Universal
Lunes 01 de septiembre de 2008
La tradicional ceremonia que por años tuvo un guión definido, terminó en mero trámite de ventanilla

fidel.samaniego@eluniversal.com

De las fiestas casi imperiales, a los escándalos como de carpas. De las jornadas inmaculadas a las jornadas de la incertidumbre.

Una historia que hoy quedará sepultada, sin que acabe de nacer la nueva etapa de la presentación del informe presidencial.

En realidad, lo que ocurre, lo que motivó a las reformas legales para cambiar la ceremonia por un trámite casi de ventanilla, es que los perredistas no quieren ver por motivo alguno a Felipe Calderón en el Palacio Legislativo y los panistas no deseaban exponerlo a desaires o groserías. Una historia queda atrás. Con ella, esas escenas, ese libreto intocable. Podían variar los personajes, pero el guión era fundamentalmente el mismo. En cadena nacional las cámaras de televisión captaban al presidente de la República con su familia en la escalinata de la residencia oficial de Los Pinos, más tarde en Palacio Nacional, con la banda presidencial cruzándole el pecho y acompañado por senadores y diputados con rumbo a la sede del Congreso de la Unión.

No más esas marchas triunfales entre vallas humanas, burócratas y obreros que aclamaban por consigna, bajo lluvias de papel de china. Tampoco habrá ya la lectura del informe y el mensaje político que llegó a durar más de cuatro horas con Luis Echeverría. En el recuerdo, solamente ahí, estarán las largas filas de quienes acudían al llamado “besamanos”, la rendición de pleitesía al jefe del Ejecutivo.

Ceremonias en las que se contaban los aplausos, los minutos, y se veía a los invitados especiales, los mismo empresarios que jerarcas eclesiásticos, cómicos, actores, deportistas e intelectuales institucionales.

Pero tampoco habrá hoy lo que después se volvió tradicional: los escándalos de la oposición. Los intentos de interpelaciones. Los gritos, los silbidos.

Serán ya pasado las pancartas, y Marco Rascón al frente del recinto con su cabeza de cerdito, y el violento priísta Víctor Flores dispuesto a echar broncas a quien se le pusiera enfrente. Y Patricia Ruiz Anchondo, de pie en el pasillo central, con una enorme fotografía de su entonces líder moral Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Se acabaron también las intervenciones dirigidas al presidente de la República, pero sin que todavía llegara él, por parte de los oradores en representación de los diversos partidos. Tampoco habrá ya, obviamente, la respuesta al jefe del Ejecutivo por parte de quien preside la Cámara de Diputados. Memorables fueron los discursos de Porfirio Muñoz Ledo ante Ernesto Zedillo y de Beatriz Paredes a Vicente Fox.

Adiós a la incertidumbre, cuando menos por lo que se refiere a la apertura del periodo de sesiones. La hubo cuando durante horas los legisladores priístas tuvieron que esperar en camiones mientras desde Los Pinos trataban de impedir que Muñoz Ledo ocupara la presidencia de la Mesa Directiva. O aquel día, aquella espera que culminó con la patética presencia de Vicente Fox derrotado, pálido, con voz temblorosa, quien tuvo que hablar desde el vestíbulo para anunciar que ahí dejaba su informe, mientras diputados y senadores perredistas estaban en poder de la tribuna.

Del día de la fiesta casi imperial al del escándalo carpero. Una historia termina...



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