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Balas, pieza clave para identificar al propietario

Wilbert Torre| El Universal
Domingo 25 de mayo de 2008
Cada arma deja una huella particular que permite rastreo

WASHINGTON.— “Entran a México por todas las vías imaginables, por Nogales, El Paso y Yuma”, afirma el agente especial William Newell, uno de los policías que intervino en la operación X-Calibur, que a principios de mayo incautó miles de armas en un almacén de Arizona que abastecía a los carteles mexicanos.

Los rifles de asalto y las pistolas favoritas de narcotraficantes llegan al país como se mira en las películas de Hollywood: Por túneles ocultos, en autos con sillones de doble fondo y llevadas a pie por personas que cruzan el desierto con sacos de dinero y municiones.

Lo más importante no son las armas, dice Newell como si impartiera una cátedra de armamento ilegal. Lo más importante para las bandas del narcotráfico y para los agentes que los persigue, son las balas.

“Sin ellas, las armas no les sirven para nada a las bandas de narcotráfico”, afirma el agente especial por teléfono. Y sin las balas los agentes tendrían que andar un camino a ciegas, sin pistas para rastrear el armamento. Newell está de descanso tras la operación X-Calibur y juega con su hijo en su casa.

Rastrear pistolas y rifles de asalto ilegales como el Kalashnikov, conocido en todo el mundo como AK47, tiene más que ver con una misión de científicos que con una tarea de fuerza policiaca. En la operación que condujo al decomiso de mil 300 armas de alto poder en el almacen X-Calibur de Arizona intervinieron agentes encubiertos de la Oficina de Control del Tabajo, Alcohol y Armas de Fuego de los Estados Unidos (ATF). Pero esa fue sólo la parte final.

“La parte más importante de la investigación es muy parecida a lo que vemos en la televisión en la serie CSI (Investigación de la Escena del Crimen)”, indica Newell. Por ejemplo se sabe que cuando Alfredo Beltrán Leyva, mano derecha de El Chapo Guzmán, fue detenido en Culiacán, llevaba una pistola calibre 38.

¿Cómo supieron los agentes especiales que esa arma fue vendida a los narcotraficantes por el almacén X-Calibur? Todas —explica Newell— tienen registros, algo así como los datos de acta de nacimiento de las personas, y cada una tiene una huella similar a las digitales, que las hace diferentes a todas las demás.

Detrás del rastreo y la confiscación de las armas ilegales que entran a México por la frontera norte hay un trabajo metódico de laboratorio y sobre todo mucha tecnología de punta. En el éxito de la operación X-Caliber, uno de los decomisos más importantes de los últimos años, los agentes de la ATF colaboraron de manera estrecha con una oficina de la Procuraduría General de la República en Los Angeles, California, y el Ejército mexicano.

La colaboración consistió en intercambiar no sólo información vital, sino literalmente armas y balas.

Para rastrear las armas la ATF utiliza una tecnología llamada Etrace, un banco digital que sirve para llevar un registro más efectivo y rápido del número de serie, nombre del fabricante y todos los datos del primer comprador de cualquier arma registrada. Esa agencia estadounidense no sólo asignó en enero pasado 35 agentes especiales para rastrear armamento ilegal en la frontera norte, sino que habilitó a 15 investigadores que operan en la industria de las armas e instaló 9 laboratorios con alta tecnología en distintos consulados de los Estados Unidos en México.

“Cada año, autoridades de ambas naciones intercambian información de entre 3 mil y 7 mil armas que podrían formar parte del tráfico que abastece a los narcotraficantes”, explica en entrevista Drew Wade, vocero de la ATF. “Lo que hacen los agentes especiales es rastrear la vida de esas armas desde el fabricante, hasta su primer comprador”.

Fue así como la ATF y la Procuraduría General de la República (PGR) pudieron establecer que varias armas decomisadas en México y utlizadas por los cárteles de Sinaloa, Ciudad Juárez y Tijuana tenían vínculos con X-Calibur, el almacen de Phoenix, Arizona.

Cuando no es posible rastrear un arma registrada en el banco digital de datos entran en acción las balas usadas por narcos: Con ellas, los agentes ubican las huellas digitales de cada arma.

Newell pone como ejemplo la balacera en que murió el hijo de El Chapo Guzmán: Se dispararon más de 500 balas —dice— y en cualquier momento nosotros recibiremos los cartuchos detonados y las balas rescatadas de los cuerpos. Lo que sigue es el análisis de las balas, porque cada arma les deja una huella particular cuando es disparada.



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