Entonces... ¿Starbucks o El Jarocho?
C oyoacán solía ser territorio de El Jarocho, había varias cafeterías que le querían hacer sombra, pero ninguna lo logró, hasta que... sobre Miguel Ángel de Quevedo se postraron representantes de la cadena más poderosa del mundo, Starbucks Café. Ambas cafeterías venden lo que quieren (55 millones de tazas en cinco años por parte de Starbucks y de 3 mil a 5 mil tazas al día entre todos los negocios de El Jarocho), y aunque mucho las comparen, cada una guarda su clientela. Starbucks abrió su cadena de tiendas en 1987 y lleva cinco años en México; llegó a revolucionar el formato de las cafeterías y la forma de hacer negocios, pero en el país ya existía una empresa cafetera que ofrecía bebidas calientes para llevar y que gozaba de gran fama: El Jarocho. Y para que quede constancia de que la idea original de vender café al paso en la ciudad de México es suya, su marca registrada dice Café El Jarocho. Desde 1953. La conquista ha sido lenta, pero segura para la empresa mexicana. Con sus ocho sucursales, dicen no sentir temor ante las 155 que tiene la marca estadounidense. Con la apertura de El Jarocho-Ocho que además de una buena rima es un número cabalístico para los dueños llegará la expansión de la cadena, aseguró Víctor Miguel Romero Paredes, hijo de los fundadores. Sabemos que va a ser difícil, porque la cantidad y calidad de café que manejamos a veces no es tan fácil conseguirla y si la obtenemos es a precios altos. Renovarse o morir En la octava sucursal de El Jarocho, ubicada en Miguel Ángel de Quevedo, ya hay internet inalámbrico gratuito para los clientes, además de unas mesas y sillas propicias para los cibernautas. La modernidad los ha alcanzado, pero su café sigue siendo el mismo, aseguran algunos clientes. Estos empresarios mexicanos saben que el café que venden es su carta fuerte; no obstante, han retomado algunas ideas probadas que pueden satisfacer a los clientes: más bancas, variedad de bebidas, alimentos light y hasta souvenirs. El ambiente en dichas cafeterías es distinto. En un Starbucks uno puede ir y sentarse en un cómodo sofá o una silla, relajarse, sacar su laptop y ponerse a navegar por internet. Muchos reconocen que ese es el punto fuerte de estos locales. Las banquitas de El Jarocho son muy socorridas, están sobre la banqueta y la vista que ofrecen es el propio local. Aunque el bullicio de la gente y el tráfico no es de lo más relajante; hay quien se sienta a leer un libro o el periódico. Los boleros aprovechan y agarran a los clientes, quienes viendo su calzado sucio optan por subir el pie al cajón. La cadena mexicana le ha entrado a la bebida personalizada. Al igual que en el Starbucks, ya hay cafés preparados con leche deslactosada, descremada y descafeinados. Hay panes con fibra y menos grasa (pan de avena y amaranto, panqué de nuez y galletas de cereales). Quien gusta de los sabores más exóticos como café con plátano, cajeta, menta, amareto, caramelo, va a un Starbucks, sus bartenders son expertos en ello. El Jarocho mantiene una carta más conservadora. Al monstruo cafetero va quien puede pagar los productos, mientras que a la competencia va gente muy diversa. Estudiantes, oficinistas de la zona, ciclistas, motociclistas, ancianos y vecinos hacen fila para pedir un café que no pasa de 14.50 pesos. Los dos negocios guardan un cierto sentido de la ecología y compromiso social. La marca estadounidense tiene vasos de papel, servilletas de materiales reciclados, y anuncia que apoya a regiones cafetaleras de bajos recursos. Entonces, ¿Starbucks o El Jarocho?





