Un militar seducido por el poder
Hermenegildo Cuenca Díaz se quejaba en 1954 que por el cargo que ocupó en la Secretaría de la Defensa Nacional durante el sexenio de Miguel Alemán (1946-1952), en el que había sido subjefe y posteriormente jefe del Estado Mayor, en el siguiente gobierno quedó castigado, relegado a un cargo menor. Este militar que se jactaba de haber sido escolta, cuando era cadete del Colegio Militar, del presidente Venustiano Carranza en su huida hacia Veracruz, en 1920, tuvo una carrera meteórica desde que fue uno de los primeros militares preparados en labores de Estado Mayor y se desempeñó como oficial de enlace entre el Ejército estadounidense y el mexicano durante la Segunda Guerra Mundial. En aquella época en el sexenio de Miguel Alemán, se decía que en el Ejército había dos tipos de militares: los de Piña y los de Limón. Los primeros eran los que eran apoyados por Santiago Piña Soria, jefe del Estado Mayor Presidencial, y se habían ganado sus puestos y ascensos gracias a su cercanía con el funcionario. Los de Limón eran los beneficiados por el secretario de la Defensa, Gilberto R. Limón, quien los favoreció en su mandato con grados y cargos bien remunerados. Cuenca era de los de Limón, a quien había servido como brazo derecho. A partir del sexenio de Ruiz Cortines fue relevado y enviado a Tlaxcala como comandante de la zona militar en esa entidad, por lo que no ocultaba su descontento. La Dirección Federal de Seguridad (DFS) acumuló un expediente de 351 fojas, en el cual quedó plasmado su marcado interés por la política más que por la milicia. El general Cuenca en una ocasión externó lo siguiente: Que él se encontraba en esa plaza (Tlaxcala) como castigado político ya que se le hacía responsable de muchos ascensos de los cuales él no tuvo nada que ver, creyendo que el que influía para que se le haya relegado de ese modo es el general Modesto Guinar, subsecretario de la Defensa, con quien tuvo dificultades cuando desempeñó el cargo de jefe de Estado Mayor (...). En la actualidad un alto personaje de la política lo está ayudando en el gobierno del centro de tal manera que no pierde la esperanza de que dentro de poco se encuentre desempeñando un buen puesto. Para el siguiente gobierno, el de Adolfo López Mateos (1958-1964), Cuenca fue enviado como comandante de la segunda zona militar en El Ciprés, Baja California, donde retomó la actividad política desde su primer año con reuniones partidistas y asistencia a ceremonias en apoyo al gobernador. Militante del PRI desde el sexenio de Alemán, el general no ocultaba sus aspiraciones y la DFS registró mensajes en sus discursos donde dejaba entrever que le gustaría gobernar el estado. Un reporte del 12 de octubre de 1963 daba cuenta de cómo Cuenca, desde su puesto de comandante militar, respaldó un manifiesto firmado por un grupo de poblanos y amigos de Puebla en Baja California en abierto apoyo a la candidatura presidencial del secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz, cuando éste aún no había sido destapado. El general Cuenca manifestó que en lo que toca al espíritu que animó a los autores del desplegado, le parecía que estaba bien el hecho, criticando sólo la precipitación sin que se hubiera sujetado a las normas del PRI. Dejó entrever que tenía conocimiento del documento antes de su publicación e inclusive que fue elaborado con su consentimiento. El hecho le redituó su candidatura al Senado de la República por Baja California apoyada por Díaz Ordaz. Estuvo en la cámara alta hasta 1970, cuando Luis Echeverría, uno de sus antiguos conocidos en el gobierno de Alemán, lo designó secretario de la Defensa. Su obsesión por gobernar Baja California nunca se le quitó y fue una de las últimas decisiones que Echeverría le endosó a su sucesor José López Portillo, por lo que a finales de 1976 el general ya era candidato natural del PRI a la gubernatura de ese estado. Las manifestaciones e inconformidades dentro de su partido por su nominación comenzaron a quedar plasmadas en los reportes de la DFS. Un informe señala de la actividad desarrollada por militantes disidentes encabezados por Abel Castro Bojóquez, quien criticaba la imposición arbitraria y acusaba al ex secretario de la Defensa de haber recibido 40 millones de la mafia del Estado. En plena campaña, el 17 de mayo de 1977, el general Cuenca falleció de un ataque al miocardio, por lo que se frustró su deseo de llegar a ser gobernador.





