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La interpelación de 1988 enterró el ritual envejecido

Fidel Samaniego| El Universal
Lunes 13 de agosto de 2007

Y fue entonces cuando murió una época y nació otra. Aquella mañana ocurrió lo que nunca había ocurrido. Y el ritual ya envejecido quedó sepultado. Y los gritos, los puños, los rostros enrojecidos aparecieron en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados, en lugar de los gestos comedidos, los aplausos desmedidos, el absoluto respeto a las formas.

Aquel día, 1 de septiembre de 1988, un presidente de la República dejaba de leer su mensaje. Miguel de la Madrid Hurtado era interrumpido por la voz grave de Porfirio Muñoz Ledo, quien poco antes había apagado el undécimo cigarrillo, se ponía de pie, levantaba el índice derecho, solicitaba a Miguel Montes, quien presidía la sesión, el uso de la palabra para interpelar al jefe del Ejecutivo federal.

Estupor en unos, nerviosismo en otros. Y luego, los gritos de varios. De la Madrid volteaba hacia el palco en el que estaba su mamá. Muñoz Ledo no evitaba el temblor de la barbilla. Montes le pedía que retornara a su lugar. Solicitaba al presidente que continuara con su discurso.

Luego, más intentos muñoz-ledianos por interpelar al mandatario. Y más exclamaciones de sus compañeros contra el que ocupaba la llamada más-alta-tribuna-del-país. Y la manifestación silenciosa de los legisladores panistas, parados, con boletas electorales en las manos. El escándalo. Y algo también insólito, inédito: diputados y senadores del Frente Democrático Nacional abandonaban el recinto. El entonces gobernador de Aguascalientes, Miguel Ángel Barberena, apretó con su manaza el cuello de Muñoz Ledo, alguien más le tiró una patada, Otto Granados Roldán le lanzó una mentada.

Fue entonces, así, cuando y como el 1 de septiembre dejó de ser el “día del presidente”. Atrás quedaron aquellas sesiones solemnes, acartonadas, las de ceremoniales intocables, inmaculados, las de decenas de aplausos en honor y gloria de quienes rendían el informe presidencial.

Y durante 17 años, la fecha marcada para que el jefe del Ejecutivo entregara el informe por escrito y leyera su mensaje, se convirtió en el “día contra el presidente”.

Así, lo mismo se pudo ver a Marco Rascón, al frente del salón, cubierto el rostro con la máscara de un cerdo, que al dirigente de los trabajadores ferrocarrileros, Víctor Flores, violento, arrancándole el disfraz, y a este mismo personaje, en otras ocasiones, con los puños al frente, dispuesto a intercambiar golpes con el que fuese.

Sesiones escandalosas, unas más que otras. Habituales se volvieron las interrupciones a los presidentes. Una, varias veces, ninguna con éxito, unos, otros, senadores y diputados de la oposición intentaron lo que no estaba, no está permitido en los ordenamientos legales: interpelar al jefe del Ejecutivo en turno. Y junto a ello, a ellos, los gritos, los insultos, los chascarrillos de los representantes populares. Y las mantas, las pancartas.

Manifestaciones que, dijo el primer día de septiembre de 1994 el que era presidente, Carlos Salinas de Gortari, no podía ni ver ni escuchar. Cuando era interrumpido prefería mantener la mirada en el texto y oía los gritos, pero no distinguía claramente lo que le decían. Protestas, manifestaciones en las que después de perder el poder participaron los antes respetuosos o sumisos priístas.

Día que el año pasado fue sin-presidente en el salón de sesiones de San Lázaro. La tribuna, el estrado, fueron tomados por los representantes perredistas cuando su compañero Carlos Navarrete pronunciaba su discurso y daba la señal convenida.

Siguieron momentos de tensión, de expectación. Más tarde llegó Vicente Fox, se quedó en el vestíbulo, con manos temblorosas entregó al secretario de la Cámara de Diputados el informe. Habló breve ante un micrófono inalámbrico para anunciar que se retiraba, que le era imposible dirigir su mensaje. Estaba pálido. Intentó sonreír; mostró una mueca.

Y se marchó, sombra él mismo, entre las sombras de la noche. Y otra época terminaba.

La jornada del informe. Del “día del presidente” al “día contra el presidente” y hasta llegar al día sin-presidente. Una y varias historias que podrían continuar el próximo 1 de septiembre, con el día del debatiente...



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