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El tiempo ya no es el peor enemigo en un infarto

Lawrence K. Altman| El Universal
Sábado 09 de junio de 2007

Después del infarto que sufrió el presidente Dwight D. Eisenhower la noche del 24 de septiembre de 1955, su médico le dijo a su esposa, Mamie Eisenhower, que se acurrucara bien a un lado de su marido para mantener el calor de su cuerpo.

El médico Howard M. Snyder le inyectó morfina y otras drogas, que no eran específicamente para tratar el infarto ni la baja presión ni el pulso irregular de Eisenhower. Snyder, un cirujano general, dejó dormir aal presidente estadounidense hasta el mediodía siguiente en casa de la familia de Mamie, en Denver, donde la pareja se encontraba de visita y hasta entonces se le llamó a un cardiólogo para que le realizara un electrocardiograma. Más tarde, el mandatario fue trasladado en automóvil hasta el hospital. Ahí fue confinado a una cama por casi siete semanas, a un reposet y a una limitada actividad física.

Como reportero de The New York Times desde hace 37 años, he sido testigo de muchos sucesos médicos importantes, así como de novedosos tratamientos para enfermedades recientes. Reflexionando acerca del panorama, es claro que la tecnología ha influido en los grandes cambios de la medicina. Ha mejorando las pruebas de laboratorio, ha permitido el desarrollo de tomografías computarizadas para escanear el cuerpo, exámenes de imagen por resonancia magnética y tomografías por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés), imágenes que permiten mejorar la precisión del diagnóstico y producir nuevas medicinas y mecanismos de cura.

La ciencia básica también ha profundizado nuestro conocimiento de las enfermedades, y mucho de ese trabajo depende de la tecnología.

Los beneficios, no obstante, también han colaborado con cambios negativos, como el riesgo de desarrollar Alzheimer, artritis y otros achaques que incrementan en frecuencia con la edad.

Cuando Eisenhower tuvo su infarto, las enfermedades del corazón eran las número uno en matar estadounidenses y se mantienen en ese lugar hasta ahora. Pero más muertes podrían ocurrir sin estos avances. Hombres y mujeres con dolor de pecho pueden llamar ahora al 911, desencadenado una respuesta de emergencia que la mayoría de las veces resulta en la llegada de un servicio médico en minutos, no en horas como en el caso de Dwight D. Eisenhower.

Los paramédicos de los servicios de emergencia enviados a la escena son capaces de transmitir electrocardiogranas al hospital en ese momento. Si es necesario, pueden inyectar medicamentos para disolver coágulos y pueden potencialmente corregir ritmos de corazón fatales en la escena o en la ambulancia camino al hospital. Estas medidas son capaces de detener el ataque cardiaco antes de que cicatrice el músculo del corazón.

Las unidades de cuidado coronario para monitoreo día y noche apenas se habían creado durante mi entrenamiento. Ahora son la norma. Los médicos exhortan a los pacientes a ser activos físicamente tan pronto como sea posible, y la mayoría regresa a casa los pocos días después del infarto.

Comer sensatamente y ejercitarse regularmente son hoy los mensajes centrales para prevenir enfermedades del corazón. Una variedad de medicamentos son ampliamente prescritos para bajar el colesterol y la presión alta, dos problemas que incrementan el riesgo de infartos.

Para mí, un momento electrificante sucedió a principios de los años 60 cuando el doctor Bernard Lown, de Harvard, con un descarga de corriente eléctrica aplicada sobre la piel en el área del pecho en un punto preciso del latido del corazón podía corregir de forma segura un peligroso ritmo del órgano. Aunque no se puede administrar con otros mecanismos, la aplicación de la técnica de corriente directa ayudó a hacer posible la cirugía de corazón abierto, así como muchos otros avances.

Con el tiempo llegaron los marcapasos. Ahora tenemos mecanismos implantados que son marcapasos y desfibriladores a la vez, es decir, pueden detectar automáticamente un ritmo anormal y peligroso para la vida y liberar un choque eléctrico hacia el corazón para corregirlo.



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