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Cuando los celos rebasan los límites

CINTHYA SÁNCHEZ| El Universal
Jueves 12 de abril de 2007
Los celópatas acaban ante la policía o en un hospital siquiátrico; la mayoría pueden ser curados: especialista. Las víctimas, personas afectadas en su autoestima

Los celos patológicos, cuando alcanzan un grado avanzado, terminan resolviéndose en dos posibles lugares: una oficina de policía o un hospital siquiátrico, aunque la mayoría de los celópatas pueden tratarse en terapia, asegura la sexóloga Rina Riesenfeld.

Los celópatas construyen su propia realidad. "Toman pedacitos de ella y los transforman. No tienen límites porque los celos están en su mente y la mente puede imaginarse cualquier cosa, puede crear situaciones que no existen y con esos parámetros la desconfianza de un celópata puede (orillarlo) hasta a matar", dice la especialista.

"Tienden a cerrar los espacios de su pareja. Lo hacen poco a poco. Comienzan controlando los lugares, las amistades y a la familia. Las peticiones llegan a un grado en el que le prohíben a su pareja trabajar o ir a la escuela", dice Rina.

"Si me dejas, te vas a arrepentir". Dos semanas después, Karina cumplió su amenaza. Acusó a Vicente de abuso sexual y logró que los encerraran en el Reclusorio Sur. Él jamás pensó que los berrinches de su ex novia terminarían con amenazas cumplidas, que el monstruo de los celos terminaría por llevarlo a la cárcel.

Vicente dice que nunca abusó de Karina. "Hoy sé que estuvo mal ceder en todo, dejarle de hablar a mis amigas, dejar de bailar con mi mamá o creer que por ´linda´ me llamaba 15 veces al día", dice.

Karina estaba presente en todos los espacios de Vicente, tenía la contraseña de su cuenta de correo electrónico, inspeccionaba las llamadas que recibía en su celular, vigilaba a sus amigas y amigos, lo acompañaba al baño cuando salían de fiesta.

"Varias veces me sentí asfixiado e intenté dejarla, pero siempre terminaba tirada en el piso haciendo drama. Se azotaba contra la pared o se cortaba con lo que tuviera enfrente. Me amenazaba con que si la dejaba se mataría y dejaría todo preparado para que me echaran la culpa", dice Vicente.

Otro caso es el de Alejandra. Ella conoció a su ex esposo en la escuela. Fueron novios un par de meses y él le propuso matrimonio. "Sus celos comenzaron por panchos considerados normales, empezó a celarme de mis amigos y poco a poco me alejó de ellos, después le molestaba mi forma de vestir y, sin darme cuenta, decidió qué ropa era buena para mí", dice.

No sabe cómo ocurrió, pero a los seis meses de estar casada ya había dejado su trabajo, no le hablaba a su mamá, vestía la ropa que él le escogía y no podía salir a la calle porque su pareja le hacía creer que era peligroso salir.

"Me envolvió al grado que me daba miedo salir a la calle, hablar con mis amigas. Ni siquiera podía salir a comprar comida. Él me llevaba el desayuno, la comida y cenaba conmigo", dice.

Alejandra cuenta que en las noches temblaba cuando escuchaba la camioneta de su ex esposo. "Sabía que él llegaría y comenzarían las preguntas. ¿Qué viste en la tele? ¿Te gustó alguien? ¿Tienes fantasías con el galán de la novela?"

Todas las noches su esposo revisaba las llamadas telefónicas registradas y la olfateaba de pies a cabeza para inspeccionar su olor. "Esta historia sólo pudo terminar como acabó. Una noche él no regresó. Dos días después, me llamaron para decirme que había muerto en un accidente. Hoy lo recuerdo con aún con miedo", dice.

Un celópata es capaz de creer que todos son cómplices de la infidelidad de su pareja. A las terapias de Rina Riesenfeld han llegado personas con una desconfianza tal que pueden ser capaces de creer que el terapeuta es cómplice de la pareja y que juntos planearon todo para hacerle creer que no hay infidelidad en su relación.

"Quienes sufren de celos patológicos pasan 80% de su día pensando en dónde está su pareja y en cómo puede estar engañándolo. Los celos los consumen y crecen dentro de su mente al grado de experimentar ataques de ansiedad incontrolables si no tienen a la pareja a su lado", explica la especialista.

Asegura que los celos no son considerados como naturales, pues hay culturas que practican la poligamia y dicen que nunca los han experimentado. Los pueden sufrir aquellas personas que en algún momento de su vida se sintieron desplazadas, ya sea por la llegada de un hermano, porque en verdad perdieron algo o bien porque fueron excesivamente consentidos y quieren seguir con su reinado.

Los que ceden

Todo celópata tiene una presa. Según la sexóloga, las víctimas de los celópatas siempre serán personas afectadas en su autoestima. "Nadie que esté bien emocionalmente puede aceptar que lo vigilen las 24 horas ni tampoco ceder espacios personales".

Muchas parejas, dice, por no tener problemas, ceden espacios y el asunto es que el celo es un monstruo que si no lo detienes, crece.

"Esos amigos no me gustan, menos verlos en la casa después; no, mejor que no vengan a la casa, pues qué tal que me da sueño, me voy a dormir y tú tienes sexo en el baño con él o con ella... y así, hasta que terminan por quitarle todo espacio público a la pareja, incluyendo el trabajo".

Asegura que los celos no sirven en ningún caso y que hay que aprender a manejarlos. "Nunca hay que ceder espacios, la ansiedad de un celoso normal baja si se refuerza la autoestima, es decir, si el marido tiene celos del nuevo compañero de trabajo de la esposa porque siente competencia, lo mejor es hacerle ver qué tan valioso es el que la esposa regresa a casa y no se queda con el compañero de trabajo", explica.

Uno de los ejercicios básicos, agrega, es ubicarse en la realidad. "Distinguir dónde está la realidad y en dónde yo le agregué mis supuestos. Esta es una de las herramientas básicas que damos en terapia. Además debemos dejar claro que una pareja es un acto de buena fe y la infidelidad existe, haya celos o no", finaliza.



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