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La debacle del proyecto productivo

ALEJANDRO SUVERZA/SEGUNDA PARTE| El Universal
Martes 13 de marzo de 2007
El Complejo Agropecuario Industrial, creado en 1976 en Tizayuca, Hidalgo, representó un periodo de bonanza para los ganaderos, pero la privatización en la década de los 90 significó el inicio de sus pérdidas

Por la carretera que va de la ciudad de México a Pachuca, Hidalgo, las señales de la industria lechera se miran en los espectaculares. Alpura se anuncia con una vaca formada con fresas. Santa Clara y Lala presumen un animal pinto. El objetivo de este recorrido es visitar la cuenca lechera de Tizayuca, Hidalgo, la que en sus mejores años albergó a la marca mexicana Boreal, hecha con auténtica leche de vaca y galardonada entre las 10 mejores del mundo.

Su nombre técnico es el Complejo Agropecuario Industrial, creado en 1976 como una medida para reubicar a los lecheros que tenían sus establos en el Distrito Federal. En esa época, un censo arrojó que había 980 establos en la ciudad de México que trabajaban con más de 30 mil vacas. Eran aquellos tiempos en los que el olor a establo se percibía en un entorno en el que no encuadraba.

Uno de los más conocidos fue el establo del Rosario, en el que el difunto líder sindical, Fidel Velázquez, fue ordeñador de los de a mano y su padre vaquero. Muchos eran establos caseros en los que las familias dormían al lado de las vacas.

Las familias habían llegado de Jalisco y Aguascalientes ante la necesidad y la desgracia de que las cosechas no daban para subsistir. Habilitaban los patios de las casas para hacer los pesebres. Juntaban el estiércol para que una camioneta lo recogiera. La mayoría de los vaqueros llevaba sus vacas a pastar en lo que hoy se conoce como la Unidad Aragón.

Reubican establos

"Nada más había que cruzar el río Consulado, que en ese entonces se podía apreciar. Incluso algunos animales se iban para adentro del canal del desagüe. Era muy rentable vender la leche de vaca en el Distrito Federal porque la gente buscaba la que hacía nata", recuerda don Álvaro González Muñoz, un hombre cuyo primer recuerdo es una vaca. Tiene 52 años, esposa y tres hijos. Es de Santa Ana, un pueblo de Xalostitlán en los Altos de Jalisco. Pero desde hace 27 años vive en Pachuca.

Los argumentos para la reubicación fueron la antihigiene y exagerado consumo de servicios, pero había algo de fondo.

Los lecheros competían con la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) -la paraestatal creada en 1967- que llegaba a las esquinas de las colonias en camiones, bajaban una escalera y la gente se subía como si se tratara de una tienda de abasto.

Conasupo tenía locales, mientras que los lecheros repartían su producto en caballo, burro, bicicleta o en el mismo establo.

La leche que salía del establo costaba 1.20 pesos, 40 centavos más que la gasolina y el doble de lo que costaba la leche de Conasupo. Los años 60, 70 y 80 fueron el boom de la leche de vaca.

"La gente hacía filas desde las cinco de la mañana para darle leche de vaca a los niños recién nacidos", dice el ganadero. Desde aquellos años comenzó la guerra entre Conasupo y los productores. Ambos se dirigían a los sectores populares Sin embargo, desde entonces Conasupo utilizaba leche de polvo. Era de importación y venía de Estados Unidos y Europa.

Nace un proyecto

En 1976, en la administración del presidente José López Portillo, surgió el Programa de Descentralización de las Explotaciones Ganaderas del Distrito Federal. Se argumentó que los establos contaminaban y competían con la gente en los servicios, además consumían mucha agua.

Entonces en Tizayuca, Hidalgo se construyeron 126 establos, en un terrero de más de 6 mil hectáreas. Era algo así como comprar un departamento de interés social con crédito a 15 años. Los establos costaban 8 millones y medio de pesos. Los vendía Banrural. El primer hombre en llegar a la cuenca lechera fue Ramón Cedillo, el 15 de junio de 1976.

Con el paso de los años fue considerada el mejor proyecto de producción integral en Latinoamérica. "Venía gente de todas partes a admirarlo", dice el ganadero Álvaro González. Ahí se producía le mejor leche mexicana, la Boreal, galardonada entre las 10 mejores del mundo.

Según datos oficiales hasta 1992, el gobierno mexicano había privatizado 361 de las mil 200 empresas que poseía, entre ellas, este proyecto lechero que a partir de ese momento comenzó su debacle.

Los pequeños ganaderos compraron la planta de alimentos balanceados, el centro de recría y la procesadora de estiércol. El gobierno vendió las empresas que completan el proyecto productivo al grupo Latinlac/Evamex, que muchos pequeños ganaderos lo vinculan con Raúl Salinas de Gortari, quien casualmente en 1987 fue acusado de estar detrás de la compra de casi 45 mil toneladas leche contaminada a la compañía Irish Dairy Borrad de origen irlandés, cuando era director de Liconsa.

"Latinlac/Evamex se quedó con la planta de leche, el centro de distribución y, como obsequio, la marca Boreal, que había hecho funcionar bien la cuenca", dice el ganadero Antonio Salim.

Los industriales comenzaron a utilizar el prestigio de la marca, pero dejaron de envasar la leche de vaca y comenzaron a envasar fórmulas lácteas (un compuesto que además de leche, incluye sueros animales y grasas vegetales). "Engañaron al público", dice el vaquero Álvaro González.

Evamex aparte de Boreal, adquirió Nutrileche, Mileche, Baden, Baden Lite y Los Volcanes. Según la Profeco hasta 1996 ocupaba el primer lugar de participación en el mercado de leche pasteurizada.

Después de aquel año, la empresa comenzó con problemas financieros. Se le vinculó con la adquisión y uso de fórmulas lacteas que se venden como leche.

El "rescate bancario", mejor conocido con Fondo bancario de protección al ahorro (Fobaproa), entró en su auxilio para "consolidar su operación y preparar a la empresa para su venta". Así se afirma en un documento del sistema bancario.

La empresa en quiebra, pasó después a manos de Mexilac, del grupo Lala , que incluso había participado en un movimiento en el que productores de todo el país se pronunciaron en contra de las fórmulas lácteas. "La cuenca era un proyecto integral, pero lo mutilaron y condenaron a los lecheros a ser proveedores a capricho de los industriales que se quedaron con la planta", dice Álvaro González Muñoz.

En 1996 cuando se liberó el precio de la leche los productores recibían 70% de lo que valía el litro de leche. Hoy reciben sólo 30%. Además, los lecheros nunca tuvieron una marca propia porque Boreal era del gobierno. En 2002 fracasaron en su intento de poner en el mercado la marca Real de Tizayuca. En sus años de esplendor la cuenca producía un millón 800 mil litros a la semana con 17 mil vacas. Actualmente se producen tres millones 300 mil litros en una semana con 24 mil 300 vacas, la paradoja es que ahora sólo quedan 60 de los 126 ganaderos que iniciaron.

Pero el costo-producción es insostenible. De acuerdo con los pequeños ganaderos producir un litro les cuesta 4.50 pesos y se los compran en promedio entre 3.60 y 4 pesos. "Si continúa así, en seis meses desaparecemos todos", dice el ex vaquero Juan Ramón Gutiérrez Martínez, quien mañana expondrá su quiebra en la tercera parte de la serie de la leche.



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