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Los apodos: de El Alacrán a La Negra

GILBERTO PRADO GALÁN| El Universal
Domingo 18 de febrero de 2007
En México se le ponen motes a la gente por semejanzas con animales o deformación sonora de los nombres. También por las características físicas excéntricas de las personas

El hipocorístico y sus ramificaciones

Algunos apodos proceden de la descomposición de las palabras en sus étimos; otros sobrenombres derivan de semejanzas con animales y algunos más, llamados hipocorísticos, surgen de la deformación sonora del nombre: de Federico, Lico y de Guadalupe, Lupe . El hipocorístico es, sin más, el apodo que procede del nombre (de Gilberto, Beto y de Francisco, Kiko ).

En México abundan los hipocorísticos que incluyen la letra "Ch": Chayo, Chachis, Chole, Chololo, Chofi, Chamu, Chomón, Chalía, Chema, Chepo, Chelelo, Concha y Meche. Hay hipocorísticos compartidos por varios nombres. Y acaso el más común sea Beto: Alberto, Gilberto, Dagoberto, Roberto, Filiberto, Cutberto, Astroberto (más raro que un perro verde), Adalberto y un largo etcétera. Hay, en cambio, apodos que se separan del molde matriz nominal, como ocurre, por ejemplo, con Alfonso (Poncho), mote que conserva, sin embargo, la rima asonante. Usamos los hipocorísticos ¡qué palabra más curiosa! Para expresar de manera cariñosa, familiar o infantil los nombres por medio de apócopes (De Rafael, Rafa y de Verónica, Vero) o de aféresis (de Agustín, Tin).

Sobrenombres

Otra genealogía onomástica está cifrada en los apodos que proceden de semejanza física con algún animal o con alguna circunstancia relacionada con la apariencia o con cierta característica. Esto es evidente si revisamos la lista de deportistas famosos. En el boxeo recordamos a El Alacrán Torres y, más aún, al Toro de las pampas, Carlos Monzón, quien murió tras intentar el regreso a la cárcel, donde cumplía condena por haber matado a golpes a su esposa Alicia Muñiz. En ocasiones la forma de bautizar proviene de alguna característica física sobresaliente: El Púas Olivares, El Pelusa Maradona o, por su forma vertiginosa de correr y driblar contrarios, La Cobra Muñante.

Entre los apodos más graciosos, en la larga y fructífera historia del futbol mexicano, hemos de destacar: El Harapos Morales, El Manquito Villalón, El Centavo Muciño, El Cadáver Valdés, El Chaplin Ceballos, El Kalimán Guzmán, El Astroboy Chavarín, El Diente Rosas, El Dumbo López y El Tarzán Palacios. Varios de los enunciados son atribuibles al llorado narrador Ángel Fernández. Y cómo olvidar, en el renglón boxístico, al inefable Macetón Cabrera: un boxeador cojitranco que, apoyándose en una sola pierna, solía liquidar a sus rivales con feroces andanadas.

Lo insólito posible

Quizá ningún país como México para proponer o inventar apodos que proceden de una circunstancia fortuita o insignificante. Entre los apelativos que derivan de características físicas excéntricas podemos citar varios. El luchador Blue Demon, alías El Manotas, el boxeador panameño Roberto Durán era apodado El Manos de Piedra. El Diccionario de la RAE avisa que la palabra "cuyo" significa "conejillo de indias", esto es, mamífero roedor. ¿Quién no recuerda a Arturo El Cuyo Hernández? Fue entrenador de pugilistas que, a su vez, poseían singulares apodos: Rodolfo El Chango Casanova, José El Toluco López o Carlos El Cañas Zárate.

A veces los sobrenombres derivan de defectos físicos: en la historia del beisbol de ligas mayores sobresale Mordecai El Tres Dedos Brown: legendario lanzador de los Cachorros de Chicago quien, a pesar de que le faltaban dos dedos de la mano derecha, logró 26 victorias en 1906.

Dos pulpos registra la historia del beisbol mexicano y extranjero: El Pulpo Remes, que jugó para los Tigres de México, y El Pulpo Antonio Alfonseca, apagafuegos dominicano llamado así porque padece polidactilia o dedos supernumerarios: tiene seis dedos en cada mano. En el extremo de la línea despersonificadora encontramos motes cosificantes, tal es el caso de, por ejemplo, William El Refrigerador Perry. En el futbol mexicano, en el glorioso Santos Laguna, figura Daniel El Hachita Ludueña, mediocampista ofensivo que luce un corte de pelo raso y cuadrado.

Y cómo olvidar al portentoso fajador mexicano Rafael Bazooka Limón, también pupilo de El Cuyo Hernández.

Las combinaciones del ridículo

Es posible combinar hipocorístico con apodos, motes o sobrenombres. Quizá el caso más patético y patente, en la historia del cine mexicano, haya sido la combinación Pepe el Toro.

El efecto cómico es subversivo y agota las combinaciones del ridículo. En España Elvira Lindo publicó una historieta para niños que consigue esta malhadada dupla de sobrenombre e hipocorístico, y que además logra un saludable contraste por medio de la (con)junción de diminutivos y aumentativos: Manolito (de Manolo) Gafotas (de gafas grandes). Y una expresión adicional que condensa fenotipo y apodo que se desprende de su segundo nombre es Toña la Negra, María Antonia del Carmen Peregrino Álvarez.

En la historia del espectáculo y de la farándula mexicanos sobresalen asimismo Lola Beltrán (alias Lola la Grande), Lola la Trailera y el magazo Beto el Boticario, autor de los neologismos intraducibles y enfáticos cuchicuchesco y chingüengüenchón.



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