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Niños que juegan a la "guerrilla"

Alejandro Suverza| El Universal
Sábado 04 de noviembre de 2006
Ahora comen cuando tienen hambre

O AXACA, Oax.- Parecía un minerito cuando se asomó por una de las rejas de la Universidad Autónoma Benito Juárez. Llevaba casco, guantes y una onda para lanzar piedras en la mano derecha. Caminaba con un cubrebocas atado al cuello y revisaba su alrededor, hacía preguntas. Sus grandes ojos brillaban y se miraron más negros cuando dijo que recogió y devolvió 10 bombas de lacrimógeno contra las líneas de la Policía Federal Preventiva que en el Día de Muertos bombardeó con gas a Oaxaca.

Por eso traía los guantes, porque explicó que los cilindros del lacrimógeno estaban bien calientes. "Ayer ganamos", decía contento agarrado del volante de una camioneta. Y mientras hacía la onomatopeya del motor y conducía en su imaginación, reflexionaba: "Si me muero ya, mis hermanitos no van a saber que me morí".

El minerito, cuando paró de conducir y decir que así manejaba, contó que es del puerto de Veracruz y que viajó solo a Oaxaca hace poco en un autobús de ADO con unos señores que lo conocían. Su madre murió cuando fue atropellada. Su padre que se llama Ángel, vive pero un día se fue y ya nunca más regreso. Dijo que tenía tres hermanas y dos hermanos. Él es el mayor.

Apenas cumplió los 14 años. Insistía en que quería un cigarro, pero no se pudo. Como que analizaba lo que podría pasar al participar en la intifada oaxaqueña de ayer contra las fuerzas del orden federal, porque decía que la única que sabía que él estaba ahí era su hermanita de 10 años.

Con las huellas de la viruela en la nariz, dijo que no sintió temor. "El miedo es para la prensa". Antes de venir aquí vivía en la central de autobuses de Veracruz. Ahí dormía y vendía plátanos machos y chicharrones. La diferencia de estar acá es que todos los días ha dormido calientito tapado con las cobijas que le dan. Y ha comido cada vez que tiene hambre. Dentro de la universidad se miró otro cuerpo pequeño. Luego se acercó su amiguito, tendría como 10 años. Ni respondió porque, fue mejor opción jugar a pelarse con un integrante de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca que permanecía en la universidad y que le dije que se metiera a la casa de estudios oaxaqueña.

Ayer en la calle vendiendo y durmiendo en una central camionera, hoy en las barricadas de Oaxaca. "Ahora soy de la guerrilla", decía mientras se alejaba del lugar, llevaba un chalequillo y su pelo costeño escapaba del casco. Era uno de los niños que se miraron en los dos últimos enfrentamientos con los cuerpos de seguridad, el domingo pasadon Brenamiel, llevaba un chaleco que le habían quitado a un policía preventivo y un cuchillo de sierra, como esos que utilizan los soldados. En la trifulca de ayer, otro niño corría hacia los hombres de escudo y cámara antigás.

Agarraba piedras para arrojar, pero un encapuchado le gritó que no, que después les tocaría a ellos el momento de pelar, pero que ahora no. El niño se quedó parado, lo miró, y luego se replegó a una pared. Arriba los gases seguían cayendo sobre la avenida universidad.

Al minerito se le miró después entre barricadas de carritos de supermercado. Se abrazaba a su compañero pequeño y hacían como que querían luchar.



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