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Fernando Gaitán: ´gurú´ de las telenovelas

SINAR ALVARADO| El Universal
Domingo 01 de octubre de 2006
Rompió el molde con ´Café con aroma de mujer´ y ´Betty la fea´ al crear personajes con fusiones de gente real. El ex periodista colombiano es un anfitrión consumado

Calmado, en apariencia ajeno al delirio que lo rodea, Gaitán está de pie junto a la barra. Luce distante, un poco ausente del ruido y del bum bum de la fiesta. Va vestido de jeans, camisa manga larga y suéter azul oscuro. En una mano lleva un vaso de whisky diluido, en la otra el enésimo cigarrillo de la noche. El anfitrión, echando un vistazo a la escena, permanece a solas unos segundos.

Desde esa esquina Gaitán puede ver toda la sala anterior de Punto G, su bar.

El ambiente ofrece esa penumbra que tanto valoran quienes buscan refugio en la impunidad de la noche. Serpentinas como de carnaval cuelgan del techo; adornos y numerosos afiches decoran las paredes. En ellos se ve a una pareja de actores, una rubia y un tipo risueño, ambos ubicados debajo de las letras que promocionan la nueva novela de Gaitán, ésa que por estos días puntea en la carrera por el rating: Hasta que la plata nos separe.

Fernando Gaitán nació en Bogotá el 9 de noviembre de 1960. Estudió casi todo el bachillerato en un liceo de izquierdas, el León de Greiff, al que atribuye buena parte de su formación humanística (no fue a la universidad). Su madre, ama de casa; su padre, guiños del destino, siempre trabajó en el área comercial de la empresa de máquinas de escribir Olivetti. Sandra, hermana del escritor, lo recuerda en la adolescencia como un muchacho solitario, siempre metido en su cuarto, leyendo o escuchando discos de Gato Barbieri.

"Tache y táchelo"

Ha pasado una semana desde la fiesta. Son las siete de la noche y los empleados del bar caminan de un lado a otro preparando el sitio para otra noche de juerga.

-Yo empecé haciendo pasantías en el diario El Tiempo, en 1979, y me quedé. Empecé en judiciales recogiendo muertos, recorría las comisarías y escribía siete, ocho cuartillas por cada muerto. Después me las pedían y eso era tache, tache y táchelo todo. Al día siguiente eso salía escueto, los puros datos, el periódico no podía darse el lujo de publicar aquello. Imagínese, ¡doce cuartillas sobre la muerte de un celador!

Pronto Gaitán dejó de componer aquellas letanías y se entrenó en la mecánica veloz del diarismo. Fue pasando por varias fuentes, hasta integrar la unidad investigativa del periódico.

En aquellos días de reportero, una amiga de Gaitán, Susana Vargas, supo que un programa buscaba libretista. Ella veía en él un talento natural para la narración de historias, y un sentido del humor aguzado. Le dijo: "Usted tiene que contar todo eso, pero en guiones", y el periodista aceptó. Tenía 22 años.

-Toda mi obra sigue estando muy marcada por el periodismo. Yo tengo las herramientas, trabajo la investigación de mis novelas como si fuera un gran reportaje. En universos donde la literatura no ha llegado, ni la investigación, las herramientas del periodismo son únicas, las mejores.

Durante aquellos años, Gaitán se obsesionó con los maestros norteamericanos de la no ficción. Se enfermó con Hemingway y Dos Passos; luego Gay Talese, Tom Wolfe y "el infaltable Truman Capote". El resultado de esa etapa, según confirman quienes lo conocen y también los críticos, es la solidez única que se aprecia en sus personajes, así como la verosimilitud de los contextos y las situaciones.

Omar Rincón, profesor universitario y crítico de televisión, lo dice así: "Sus historias son básicamente crónicas periodísticas".

Sin embargo, quizá precisamente por ese filón periodístico, Rincón ve un defecto frecuente en las novelas de Gaitán: "A veces abusa de lo cotidiano, a veces uno ve que pasa un mes de novela y no sucede nada". El libretista está consciente de esto: "Yo cuento mis novelas por días dramáticos, qué pasa en el día a día de la gente, y eso tiende a ser muy peligroso; no me puedo salir de ese esquema porque no encuentro un recurso para salirme de ahí".

Gaitán también tiene muy claro el nexo que sus obras tejen no sólo con la realidad, sino con aquellos que la integran. "Creo que la telenovela debe cumplir una misión social".

-Mis personajes siempre son fusiones de muchas personas reales que he conocido. Y les trabajo mucho la prehistoria: qué hizo antes, cómo es su familia, qué estudió, de dónde viene. El origen del personaje debe darle un tono específico, una actitud. El personaje tiene que parecerse a lo que es.

"Esos malos que siempre piensan en maldades, que se acuestan pensando maldades, no existen. Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, que fueron dos de los personajes más malos del siglo xx en Colombia, murieron por amor a sus hijos, después de haber masacrado a mucha gente. Eran tipos que iban a misa y se encomendaban a la Virgen de Guadalupe".

Mónica Agudelo, escritora de telenovelas, la mejor amiga del libretista, le reconoce el mérito: "Fernando cambia la novela latinoamericana al darle una nueva dimensión, al huir de ese espantoso esquema del culebrón. Probó que se podía triunfar sin culebrón, con una gran novela y sin recurrir a los malos patéticos y a los buenos de libro".

La noche lo llama

El anfitrión, siempre dado a la parquedad, no baila esta noche, tampoco se emborracha (nunca lo hace), ni siquiera se permite una exaltación. Simplemente se entretiene con esos tragos flojos. Pareciera que Gaitán no está del todo en la escena, pero es justo lo contrario.

Así, pronto la noche vuelve a llamarlo. El área donde se celebra la fiesta ha sido separada del resto del bar.

Sobre el escenario un negro de trenzas canta una cumbia con su banda. Gaitán se acerca, le dice algo al oído y el cantante asiente. Gaitán retrocede, mira al negro bailar y cantar durante unos segundos, mira a las decenas de personas que disfrutan de la música y, dando una calada a otro cigarrillo, da media vuelta y camina hacia el puesto del DJ. Allí da algunas instrucciones y se despide para volver a la fiesta.

A los 19 años Gaitán se casó con Esperanza. De la casa de sus padres pasó a la de sus suegros, y así, muy rápido, empezó a vivir la adultez temprana. "Básicamente su adolescencia quedó truncada, muy rápido era papá. Él invirtió los procesos, por eso en él hay mucho de niño, de adolescente. Fernando es un adolescente con experiencia", dice Mónica Agudelo, y el propio Gaitán lo confirma: "En realidad yo me separé y me dediqué a vivir la adolescencia a los 40 años".

-En el año 2000, cuando yo estaba haciendo Betty la fea, me separé de mi mujer. Yo era un hombre muy casero, muy dedicado a mis hijas, y cuando me fui sentí un vacío terrible. No sabía qué hacer con el tiempo y con la sensación de soledad. Llevaba 20 años casado. Entonces la soledad me llevó a ser nocturno. Con este problema de llegar a un apartamento y quedarme solo, empecé a salir mucho.

En una de esas salidas Gaitán conoció un pequeño bar llamado El Sitio. Empezó a visitarlo con frecuencia, hacía allí sus reuniones de trabajo y sus fiestas.

Un día los dueños le propusieron que se asociara. Gaitán accedió y montaron el negocio, más amplio, en el parque de la 93, epicentro de la rumba bogotana. Así empezó la carrera del libretista como anfitrión de la noche.

Además de convertirse en el refugio perfecto, el bar empezó a reportarle a Gaitán beneficios valiosos para su obra.

-Mis novelas son de la calle, de actualidad, son un reflejo casi inmediato de la realidad. Entonces toca conocerla bien, conocer las emociones de los seres humanos. Y el bar para eso ofrece unos privilegios como ningún otro negocio.

Y en el bar están, también, las mujeres, un tema clave en las historias que Gaitán escribe. "Es muy frecuente en sus historias ver a mujeres aguerridas, trabajadoras. Y hombres absolutamente tarados, pusilánimes, que es justo lo contrario, por ejemplo, de las novelas mexicanas. Acá los hombres casi podrían dejar de existir, son un anexo en las historias", dice Omar Rincón, un reconocido crítico de televisión. Y Gaitán, que busca abiertamente "homenajear a las mujeres jodidas" con su trabajo, lo confirma.

Gaitán vive rodeado de mujeres: su hermana Sandra, que trabaja en el bar; su ex esposa, con quien lleva una buena relación; sus dos hijas adultas, que son su obsesión; su novia; su mejor amiga, Mónica Agudelo, y otras que trabajan con él en el canal RCN. Justo ahí fue donde un día se dedicó a observar a una secretaria fea que trabajaba para un gerente.

-Era una mujer horrible, la tenían marginada. Imagínate, en un canal, rodeada de actrices bellas. Pero la secretaria era muy eficiente, un día renunció y el jefe daba alaridos porque no podía vivir sin ella. Y yo, viendo aquello, dije: "ahí está".

Era el germen de una historia que convertiría a "gaitán", por fin, en "GAITÁN"; una obra que abriría una nueva senda para la telenovela latinoamericana, que se volvería epidemia y llegaría a más de 130 países, y que aún hoy sobrevive como un estigma en la vida de su creador: Betty, la fea. Pero, aunque esa historia del patito feo es el referente por excelencia en la carrera del libretista, la telenovela no fue sino un paso genial en una obra que ya llevaba años en construcción. Gaitán venía de hacer media docena de novelas, pero fue Café, con aroma de mujer la que le sumó verdaderos méritos, pues fue la primera producción colombiana que se regó como chisme en decenas de países. Sólo media década después llegaría el éxito efervescente de Betty.

Gaitán cree que estará escribiendo hasta el final, no se ve soltando las teclas, a menos que se enferme. Le teme a la enfermedad, a que la muerte lo coja "mal parqueado", sin haber cumplido esa misión que, está seguro, tiene sobre la Tierra.

-Me veo, si no escribiendo, creando siempre. Cada vez que tengo tiempo reviso mis archivos y hay cosas que me están ladrando ahí. Es como cuando uno entra a una jaula llena de perros: ellos le ladran a uno esperando que los saque de ahí. Y yo no creo que mis perros dejen de ladrar.

Versión resumida del texto publicado en la actual edición de Gatopardo/México



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