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México, un país redondo

DIEGO GÓMEZ-PICKERING| El Universal
Domingo 06 de agosto de 2006
El país se está convirtiendo en uno de los lugares con más gordos a nivel mundial. Posee la tasa más alta de sobrepeso en AL y está a muy pocos pasos de alcanzar los índices de EU. La mítica culinaria azteca parece no ser tan buena y todos luchan contra la que puede ser la pandemia de principios de siglo: la obesidad

El despertador suena en la casa de los Soler (apellido ficticio) a las seis de la mañana. La casa, como el resto de ciudad de México, está en penumbras. Apenas unos minutos después, el señor Soler, el jefe de familia, canoso, de barba partida y voz grave, ojos almendrados y cejas pobladas, le dice a su mujer, con un tono enfático: "Mi desaaaayuuuuunooooo". "Ya está", le contesta.

El señor Soler se levanta de la cama e inicia, paso a paso, el trayecto al comedor. Allí lo esperan un par de huevos revueltos con jamón (de pavo) y queso manchego, un jugo de toronja recién preparado y un aromático café de grano, amén del pan dulce, las tortillas y las salsas para acompañar. Más tarde, ya a mediodía, en una escapadita de la oficina, comerá unos tacos de barbacoa, complemento perfecto para almorzar y aguantar hasta que llegue la hora de la comida. A sus 68 años y con 120 kilogramos de peso, hace un tiempo que al señor Soler se le dificulta caminar.

Las latas de Coca Cola ocupan un cuarto del espacio de la alacena familiar. "Mi esposo siempre trae dos cajas cada mes", dice la señora Soler. La alacena guarda otras marcas de gaseosas y decenas de bolsas de frituras, cajas de harina para hot cakes, latas de sardinas y angulas, cacahuates, varios frascos de Nutella y dulce de leche, sobres de Cal-c-tose y galletas Mac´Ma. "Por lo general siempre trato de tener de todo y darle gusto a mis hijos", dice con una tímida sonrisa mientras señala las papitas light, justo al lado una enorme cantidad de empaques de Hot Nuts.

"Aunque claro que yo también, a veces, me doy mis gustitos", dice, riéndose, mientras discretamente echa mano de una rebanada de pie de piña con queso del refrigerador. "Eso sí, ya voy a dejar la Coca y el pan", agrega.

La señora Soler se viste con ropa holgada, intentando disimular sus 84 kilos de peso, por encima del promedio, si consideramos su metro 64 de estatura y 90 centímetros de cintura. No es un bodrio, pero igual que su esposo y sus dos hijos, sufre de sobrepeso.

"Todas las mañanas a las 7 en punto hago acuaerobics y luego salgo a caminar al parque", dice la señorita Soler, la menor del clan. "Además, todas las noches voy al gimnasio, spinning y un rato de pilates. Aunque hace dos semanas que no voy: es que el trabajo me tiene asoleada". Ella sólo toma un jugo y un vaso con leche antes de salir al trabajo. "La verdad es que como muy sano", agrega antes de confesar que nunca le ha gustado ser "llenita".

Se podría decir que en casa de los Soler la dieta diaria es sana. A la hora de la comida, cuando por lo general coinciden los cuatro, el menú es casero: crema de frijol o espaguetis, ensalada, pollo o pescado y, claro está, aderezos bondadosos en condimentos y aceites, purés, nueces y arroz salvaje. Se sirven porciones generosas, y aun así todos repiten. Los Soler son una familia como muchas otras mexicanas: redonda y contenta. "Más vale gorditos pero contentos", repite la señora Soler, que, desde hace meses toma, después de cada comida, unas gotitas con extracto de nopal, "porque ayudan a enflacar. Sirven mucho más que cualquier dieta".

Según datos de la Secretaría de Salud, siete de cada 10 mexicanos mayores de 20 años presentan sobrepeso u obesidad, un aumento de 10% en tan sólo 6 años, el ritmo más acelerado en el continente. El problema es más agudo en la capital, de acuerdo con la Encuesta Urbana de Alimentación y Nutrición de la zona metropolitana de ciudad de México (Enurbal).

Cada defeño consume, en promedio anual, 400 refrescos, 730 cervezas, 3 mil 650 tortillas, 50 kilos de azúcar y 49 de carne. México se está convirtiendo en uno de los países más "gordos" del mundo. Posee la tasa más alta de obesidad y sobrepeso en Latinoamérica y se encuentra a muy pocos pasos de las registradas en Estados Unidos.

Patrimonio oral...

Para el mexicano común, la cocina es sagrada, milenaria y un motivo de orgullo. Es quizá su mejor representante: la bandera de la mexicanidad. Pero la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) tiene sus reservas. De ahí que se haya negado a proclamar a la comida mexicana como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad en noviembre de 2005.

Pero es posible que la cocina mexicana no sea tan buena como la pintan. Todo en exceso es malo y más si se trata de masas y grasa en un contexto de altos índices de sobrepeso, enfermedades cardiovasculares y diabetes. Entre las principales causas de obesidad registradas en la ciudad, amén de la inevitable carga genética, se encuentran la mala alimentación y los erráticos hábitos alimenticios, por lo que la tradicional y milenaria dieta de la cocina mexicana, fuertemente cargada en grasas, carbohidratos y azúcares, no ayuda en nada.

"Definitivamente, vivir en determinado país o ciudad, por cuestión cultural, termina influyendo en tu tipo de alimentación" y el Distrito Federal no es la excepción, confirma Luisa Perdigón, orientadora alimentaria. El metabolismo del mexicano es único y no precisamente porque corra plomo por su sangre -como popularmente se cree debido a los altos índices de contaminación del aire-, sino porque debido a su herencia genética tiene predisposición a desarrollar diabetes, tipo 2, o mellitus, una enfermedad incurable pero prevensible.

Datos de la Reencuesta Nacional de Hipertensión Arterial (Renahta), de marzo del año pasado, muestran que en México "las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes tipo 2, han mostrado un crecimiento exponencial en las últimas dos décadas". El mismo estudio concluye que la tasa de diabetes se duplicó en pacientes con hipertensión arterial durante los últimos cuatro años.

Pero más allá de lo que los habitantes de Ciudad de México tengan impreso en su ADN, se encuentra el agravante de sus malos hábitos alimenticios.

´Del tingo al tango´

"Apúrale m´hijo, ya tengo que regresar a la oficina", balbucea Amalia Hernández a su hijo Nicolás, mientras engulle el último pedazo de una quesadilla de queso con flor de calabaza. La escena ocurre en uno de los miles de puestos ambulantes de comida hacinados en una de las salidas del metro Auditorio, neurálgicamente situada frente a la zona de oficinas de Polanco. "Ay, mamá, déjame pedir un refresco más, si no cómo me voy a pasar la quesadilla", contesta con tono de reproche el niño, de 10 años de edad, pelo cortado a rape, ojos rasgados y cachetes que toda tía quisiera estrechar.

Amalia es empleada de gobierno, secretaria, con un ingreso estable, madre soltera y esclava de los horarios en su oficina. Vive en Coacalco, más allá de los límites del Distrito Federal. Le toma, en promedio, dos horas diarias trasladarse hasta el corazón de Polanco. "La verdad es que no es nada fácil combinar mis horarios de la oficina con los de la casa, ando del tingo al tango y, por supuesto, que no me da tiempo de cocinar, mucho menos de hacer el mandado", afirma Amalia. "Por lo general siempre me vengo aquí a echar unas quesadillas, y si no, me compro algo por ahí y me lo como en el escritorio".

En el puesto donde come Amalia, la quesadillera atiende a un promedio de 30 personas diarias a la hora del almuerzo. En el comal prepara toda clase de antojitos hechos de harina de maíz, fritos en aceite de girasol y servidos en platos de plástico de colores chillones entre dos pedazos de papel. "Para que le quiten el exceso de grasa", dice. Como Amalia, en la ciudad de México hay miles de personas que por restricciones de distancia, horario, cartera o trabajo ven alterados sus hábitos alimenticios. Comen mal, poco, mucho, o nada, a deshoras, en la calle, en el autobús, en el coche, en el taxi, de prisa.

Se calcula que en la Zona Metropolitana del Valle de México existen alrededor 100 mil puestos de comida callejera, número que, desde el censo comercial más reciente elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática en 1999, seguramente se ha incrementado.

Una de las consecuencias más alarmantes de los nuevos hábitos alimenticios es la creciente obesidad infantil en México. Un estudio publicado por Enrique Jacoby -en la Revista Panamericana de Salud Pública en abril de 2004- señala que "los niños y adolescentes son las principales víctimas de la epidemia de obesidad". El 24% de los jóvenes menores de 20 tienen sobrepeso, mientras que en otros países de la región, como Perú y Chile, la obesidad se encuentran entre 12% y 14%, respectivamente.

El ´boom´ de los tratamientos

En 2005 se registraron en México 300 mil muertes provocadas por enfermedades vinculadas a la obesidad. Las soluciones no se han hecho esperar y, aunque bien intencionadas, no siempre han resultado exitosas, de ahí que el problema se agrave.

"Todos los casos que recibo son de personas que tienen afectaciones alimentarias, resultado de años de comer sin tomar conciencia de ello", alega Cecilia Castañeda, asesora de la Clínica Médica Internacional para Reducción de Peso. Ubicada en el corazón de la colonia San José Insurgentes, la clínica para la que trabaja Cecilia abrió sus puertas en 1982. En aquel entonces, al igual que las devaluaciones, el consultorio especialista en problemas de sobrepeso era pionero en la ciudad.

A casi un cuarto de siglo de distancia, la historia es muy diferente. De acuerdo con datos de la Sección Amarilla, tan sólo en los últimos tres años el número de anuncios bajo los titulares "clínicas dietéticas" y "médicos de obesidad y delgadez" ha aumentado al doble. Basta con echar un vistazo a la Sección Amarilla para toparse con una amplia gama de servicios que prometen redención para la que, junto con los franeleros y los taxis piratas, parece la pandemia de esta ciudad a principios de siglo: la gordura.

Versión resumida del texto publicado en la actual edición de Gatopardo/México



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