Susana López Charreton, las gotas de miel de la ciencia
A Susana López Charreton le apasionan los virus. Algunos muy poderosos. Tanto que causan la muerte de 600 mil niños al año en todo el mundo en sólo 24 horas después de ser infectados. Esta obstinada científica mexicana ha dedicado prácticamente la mitad de su vida al estudio de los rotavirus. En su laboratorio repleto de imágenes y muestras del mortal virus, trabaja hasta 14 horas diarias y después continúa en su casa. Es amante de la precisión, pero por su naturaleza muchos experimentos han fracasado y pocos son los éxitos. Los resultados positivos "son gotas de miel", como diría esta investigadora del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es tímida, no le gustan los reflectores ni las fotografías, pero el escenario público no le incomoda. Está acostumbrada a los triunfos. Uno de tantos lo obtuvo en julio pasado cuando el Instituto Médico Howard Hughes, de Estados Unidos, le otorgó por segunda vez consecutiva un apoyo económico de 400 mil dólares para financiar sus investigaciones. Pretende saber cómo es que los virus infectan a las células para evitar que eso suceda. Ama el estudio de los rotavirus porque es menos complejo que la investigación de una célula y porque al conocer su estructura ofrece una oportunidad para resolver problemas de salud. Nadie en su familia ha vivido de cerca la enfermedad que producen, caracterizada por diarrea y vómitos agudos que deshidratan a un niño menor de 5 años y que, de no tratarse a tiempo, causa la muerte. Los empezó a estudiar porque cuando concluyó la licenciatura en investigación biomédica básica en 1980 los rotavirus tenían apenas cuatro años de haber sido descubiertos. Era un tema novedoso. En el laboratorio 5 del Instituto de Biotecnología de la UNAM, ubicado en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, hay imágenes de rotavirus por doquier, pero también dibujos que hacen de ese lugar no sólo el sitio de trabajo de un grupo de investigadores, sino de seres humanos que también tienen vida familiar. El 19 de octubre de 2001, cuando Susana López recibió el Premio Carlos J. Finley en microbiología que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), expresó: "Desde hace 20 años Carlos Arias y yo hemos formado un equipo de trabajo, y de la vida". Carlos Arias es su esposo y compañero de laboratorio. Comparten la misma pasión por los rotavirus desde hace 25 años. En la vida ambos procrearon dos hijos: Rodrigo, de 19 años, y Alejandra, de 16. El primero, estudiante de comercio internacional y la segunda, de preparatoria. Como hijos de dos científicos mexicanos reconocidos en el plano mundial, Rodrigo y Alejandra han tenido que compartir los viajes con sus papás y en todos ellos han aprendido nuevos idiomas y culturas. El mayor tiempo de estancia lo han tenido en Estados Unidos, durante un año, y en Francia, por seis meses. Para Susana compaginar su vida como científica, mujer, esposa, ama de casa y madre también ha sido un éxito, incluso mayor que el que le produce su laboratorio. Lo que la mantiene en ese espacio lleno de refrigeradores, matraces, pipetas, morteros, probetas, tubos de ensayo, termómetros y demás, es el gusto por su carrera y su adicción a contrarrestar el poder de los rotavirus. Sus hijos no comparten el mismo gusto. Su hijo prefiere el comercio y su hija, por su creatividad, podría estudiar diseño. Pese a eso, Susana comparte cosas con ellos: su tiempo y otras pasiones. Sus hijos lo demuestran, tan es así que a cada rato le recuerdan que es la mamá "número 1". Así lo hicieron el 10 de mayo pasado, cuando ambos escribieron en el pizarrón de la oficina de su mamá mensajes de felicitación. Su escritorio y libreros, además de tener decenas de dibujos y fotos de sus hijos, está repleto de revistas científicas, pero no sólo gusta de la lectura científica, sino que también goza leer al colombiano Gabriel García Márquez y a la chilena Isabel Allende. Hace unos seis meses, a la par de sus investigaciones científicas, Susana descubrió una actividad que le emociona y que ejerce cuatro veces por semana: los pilates. Es esbelta de por sí, pero el ejercicio, asegura, la relaja y le ayuda a despejar su mente. La otra pasión Su otra pasión, muy parecida a los experimentos en laboratorio, es la cocina. A decir de su familia, el mejor guiso que ella prepara son las tortas de elote con rajas, una receta que retomó de un libro de Frida Kahlo. A ella le gusta cocinar comida hindú pero la dificultad es conseguir las especias que se requieren. Aunque en la cocina esta científica es igual de meticulosa que en el laboratorio, ambas actividades, aunque parecidas, difieren. La cocina es una actividad más relajada donde puede probar y hacer varias cosas. En cambio, en un experimento científico se debe trabajar siempre con precisión, dice Susana. Su equipo de trabajo aún no comprende cómo es que se ha hecho cargo de su laboratorio, sus proyectos académicos y su familia al mismo tiempo. Para los 18 integrantes la tarea de Susana es titánica "y parece que nunca se cansa". Ellos le agradecen que, pese a la carga de trabajo, siempre tenga como respuesta una sonrisa y comparta con ellos en reuniones y fiestas. Su esposo también ha hecho posible que eso suceda, pues comparte con ella no sólo la investigación científica, sino también las labores del hogar y el cuidado de los hijos. Pese a que en Estados Unidos le ofrecieron trabajo, Susana no ha pensado ni un instante en abandonar México. Ella misma se define como "muy mexicana" y no concibe que sus hijos puedan ser educados en otra cultura que no sea ésta donde la familia es todavía un factor de unión. Lo único que ella pretende cambiar en la cultura mexicana es el incipiente conocimiento y gusto por la ciencia. Por ello, ahora, sentada frente a la computadora de su oficina, Susana prepara un proyecto para que pueda traer a México una exposición científica dedicada al público infantil. Así que los niños también son su razón de ser, pues con el estudio de los rotavirus salvaría millones de esas diminutas vidas y a ellos les pretende inculcar el legado y la pasión por la ciencia.
Su cultura
Susana López es mexicana de nacimiento y por convicción.