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Mi madre es lesbiana

Salvador Frausto Crotte| El Universal
Miércoles 03 de noviembre de 2004
Estiman que en México hay al menos un millón de hijos de homosexuales

La miss Lucy no supo cómo reaccionar cuando miró el dibujo de Daniel, un pequeño de seis años que agarró con seguridad sus crayones para retratar a sus dos mamás tomándolo de la mano.

La profesora había pedido a sus alumnos que hicieran un dibujo de su familia. Daniel hizo la tarea: pintó a Laura, su madre biológica, y a su "tía" Celia, quien es pareja de su mamá desde hace cuatro años.

Preocupada, miss Lucy llevó el dibujo del niño a la sicóloga de la institución educativa, quien a su vez mandó llamar a la madre de Daniel.

Frente a la sicóloga de una primaria privada situada en el estado de México, Laura explicó que su hijo formaba parte de una "familia alternativa" y que demandaba respeto ante ello. La especialista tuvo que guardar su diagnóstico: ella pensaba que Daniel tenía problemas para reconocer la figura paterna.

La sorpresa de la maestra y de la sicóloga la experimentan también aquellos que se topan con una madre lesbiana. Y no son pocas. Una treintena de ellas se reúnen cada quince días para compartir sus experiencias, escuchar conferencias y discutir el mejor modo de educar a sus hijos.

En el taller sabatino del sábado 25 de septiembre se pudo mirar a Rosa María Ortiz y a Guadalupe González, ultimando los preparativos de la sesión. Al calor de la plática, una de las asistentes comentó que ha observado "una invasión de madres lesbianas en México. Están saliendo del clóset". Y de inmediato sobrevino la retahíla de historias...

No obstante, el Grupo de Madres Lesbianas (Grumale), creado en 1995, no cuenta con un estimado de la cantidad de hijos que son criados por homosexuales en México y ningún estudioso se ha atrevido a dar un cifra. Es la socióloga Sara Espinosa quien, tras concluir la inédita investigación Familias de elección: hogares conformados por madres lesbianas , considera que no sería exagerado hablar de un millón de hijos de homosexuales. Refiere que unos 10 millones de mexicanos son gays , lesbianas o bisexuales, y que de éstos al menos 10 por ciento tienen hijos.



Una minoría visible

El baby boom lésbico adquiere notoriedad en México una década después de que el asunto generó polémica en algunos países desarrollados.

Hace 12 años la revista Newsweek lo bautizó como el lesbian baby boom . El reportaje de portada del semanario estadounidense narraba el incremento de madres lesbianas en Estados Unidos y arrojaba un cálculo: hay entre 1.5 y 5 millones de madres lesbianas en Estados Unidos.

El asunto llamó la atención de académicos y medios de comunicación europeos, quienes se dieron a la tarea de aventurar estadísticas.

Distintas investigaciones realizadas en Francia, Alemania, España, Gran Bretaña y Holanda estiman que entre 7 por ciento y 15 por ciento de los gays y lesbianas tienen hijos. El Senado de Berlín asegura que un millón de alemanes son hijos de lesbianas.

Por su parte, Sara Espinosa presentará su estudio sobre madres lesbianas en México como tesis de maestría en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), campus Xochimilco. "A diferencia del baby boom lésbico de los países ricos, en México la inseminación artificial es una práctica minoritaria entre las parejas lésbicas debido al alto costo económico (unos 100 mil pesos)".

Espinosa afirma que la mayoría de las lesbianas tuvieron hijos dentro de una relación heterosexual que más tarde abandonaron y destaca que la adopción también es una opción para las lesbianas, pese a que tienen que recurrir a entramados burocráticos que incluyen el ocultamiento de su condición lésbica.

"La relación casual con un hombre exclusivamente con fines reproductivos... es llamada inseminación directa . Es una de las prácticas más viables para parejas lésbicas que desean tener hijo", apunta Espinosa en su tesis.

Al primer Encuentro Nacional de Madres Lesbianas, realizado en mayo de 1995, acudieron poco más de 100 mujeres. En 2004 se realizó el noveno encuentro y asistieron unas 200 lesbianas. La lucha de las integrantes de Grumale se ha concentrado en "hacer visibles" a las madres lesbianas. Han desfilado por sus sesiones sabatinas unas 600 mujeres en 10 años.

La discriminación y el rechazo son algunas de las constantes que las lesbianas han sufrido luego de adoptar un modo de vida no convencional.

Destacan que ha sido difícil que sus hijos acepten su condición, pero aseguran que en la mayoría de los casos terminan entendiendo y respetando su forma de vivir, y participando en la construcción de lo que llaman "una familia alternativa".

Rosa María Ortiz, por ejemplo, se casó y tuvo tres hijos antes de admitir públicamente su lesbianismo. Se divorció y desde hace 12 años vive con Guadalupe González.

Rosa María tiene 55 años y trabaja en la Biblioteca de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Azcapotzalco. Sus compañeros de trabajo saben que Lupita, una abogada de 34 años, es su pareja.

Este dúo comanda una familia que rompe cartabones, pues no ocultan su condición lésbica. Hugo, hijo biológico de Rosa María, considera que Lupita es su "madre por opción" y asegura que "las familias alternativas" son más equitativas, democráticas y funcionales.

A sus 32 años, Hugo es ya un experto en el mundo lésbico, pues el teléfono de su casa es también el de Grumale. Recuerda que en una ocasión le tocó responder las dudas de una joven que, agobiada, solicitaba asesoría debido a que su madre le había confesado que tenía novia.

Hugo le dijo que debía respetar a su madre y que la diferencia entre los homosexuales y los heterosexuales era similar a la de los católicos y los protestantes, a la de los morenos y los güeros.

El momento más incómodo en la vida de Hugo se presentó cuando hace seis años acudió a un programa de televisión para hablar sobre su experiencia como hijo de madre lesbiana. Él no calculó que los papás de su novia estarían viendo y escuchando su testimonio. Pero tampoco pensó que la reacción de sus suegros sería tan respetuosa: hicieron preguntas básicas y luego comprendieron y aceptaron su condición.

"Lo más chistoso es que como no sabían qué hacer, se le ocurrió ir a comprar un libro sobre el sida", recuerda Hugo, quien mantiene buena relación con la familia de su novia.

Pero no todo es miel sobre hojuelas. La hija mayor de Rosa María se mostró iracunda cuando, siendo adolescente, su madre le contó que era lesbiana. Se sintió engañada, no entendía por qué su mamá le había ocultado algo así por tanto tiempo.

Una experiencia similar viven otras madres que acuden a las sesiones sabatinas de Grumale. "No es fácil ser homosexual en un país diseñado para heterosexuales", dice Lupita, quien en su condición de "madre por opción" ha entablado una estrecha relación con los hijos biológicos de Rosa María.

El hijo menor de esta pareja mira las cosas de manera más simple y amigable. Él se enteró de la homosexualidad de su madre a los tres años. Su atenta observación y su inocencia le hicieron preguntarle a su mamá: "¿Qué son las lesbianas?". Atónita, Rosa María le contestó que "son mujeres que aman a otras mujeres". "¿Y tú amas a Lupita?", cuestionó el niño. Ella asintió mientras le abrochaba las agujetas para llevarlo al kínder.

Lo que más le molesta a Rosa María es la falta de respeto de quienes no están de acuerdo con la homosexualidad. Ella ha recibido llamadas telefónicas de hombres que le proponen mostrarle su hombría para "curarla de su mal", o de personas que la amenazan o la insultan. Se ríe de aquellos que la condenan al fuego eterno y procura no leer los correos electrónicos insidiosos.

No obstante las adversidades, Rosa María está decidida a permanecer estoica en su lucha. Hace pocos años logró que las autoridades de la UAM registraran a Lupita como beneficiaria de su seguro de gastos médicos, a pesar de que en los formularios de registro sólo se considera a los hijos y el esposo.



Lo saben los vecinos, pero...



Ana adoptó subrepticiamente al hijo de una madre que no podía sostener a su sexto hijo y un año después comenzó una vida en familia con Emma, madre de dos niños. Los cinco viven juntos desde hace nueve años y los vecinos saben que ellas son lesbianas.

Ambas son maestras de primaria en la misma escuela y temen que los padres de sus alumnos sepan que son lesbianas pues, dicen, podrían pedir que sus hijos no sean orientados por profesoras homosexuales.

"Qué asco", fueron las palabras que pronunció el hijo mayor de Emma cuando a los ocho años lo enteraron del lesbianismo de su madre. Diez años después el joven observa que ellas hacen reuniones con parejas de gays y que se entretienen con juegos de mesa. "No hacen orgías y esas cosas, como muchos piensan", dice.

En la sala de esta familia destaca una foto de Emma y Ana, flanqueadas por imágenes gráficas de sus tres hijos.

Emma dice que aún no sabe si le atraen las mujeres en general porque a ella la única mujer que le gusta es Ana, quien sonríe al escuchar el halago antes de contar que desde pequeña la llamaban marimacha o mamplora , y que varias veces se enamoró de sus maestras de la secundaria.

El hijo de Ana experimentó sorpresas inimaginables en los últimos años. A los ocho años, cuando se vestía para un partido de futbol, recibió la noticia: "Eres adoptado".

Hace un año, a los 10, le contaron que su mamá y su "tía" eran pareja. Ahora corre por la casa y juega con sus hermanos. Le basta con saber que su familia hace un esfuerzo por brindarle cariño y protección. "Fácil no es, pero así somos", dice Emma.



Como hijo de divorciados

Hace un año se separó de la pareja con la que compartió una década de su vida y no ha podido resistir la tentación de ver cada 15 días a Edmar, hijo de Imelda. La comunicóloga Isabel está en un laberinto porque hace unos días Edmar le confesó que se sentía como hijo de padres divorciados y le pidió que volviera a la casa.

Algunos amigos le dicen que se aleje paulatinamente del adolescente, pero los vínculos entre las familias de Isabel e Imelda atraparon a Edmar, quien sigue conviviendo con sus "primos".

Isabel e Imelda tienen 44 años y hablan con frecuencia sobre la educación de él.

Laura es otro caso. Acudió a una clínica privada para inseminarse, dijo que era soltera y tuvo que desembolsar más de 100 mil pesos. Tres años después, ella y Lucía desean tener un segundo hijo. Ahora recurrirán a la "inseminación directa", porque casi no cuesta. El hermano de Lucía se relacionará sexualmente con Laura, dará su apellido y mantendrá trato de tío con su hijo biológico.

La vida de Verónica es más complicada: está casada, tiene una hija de siete años y no se atreve a contarle a su marido que desde hace un año mantiene una relación amorosa con Celia, madre de un compañero de la escuela de su hija. Ella dice que su vida es un tormento y que en pocas semanas saldrá del clóset. "A ver cómo me va. Espero que Rubén lo entienda", dice.



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