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Se cosen la lengua para adelgazar

Óscar Balderas| El Universal
04:30Domingo 01 de marzo de 2015
La

SECUELAS. La "malla adelgazante" provoca lesiones severas en la lengua y a corto plazo causa anemia en quienes la usan. (Foto: ESPECIAL )

Un método doloroso para bajar de peso está en boga: una malla que se zurce en la boca e impide la ingesta de alimentos. Más de 4 mil páginas web lo promueven

periodismo.investigacion@eluniversal.com.mx

El hombre que tiene medio rostro cubierto por una tela le ordena a Romina que se acueste en el sillón colocado a la mitad de una recámara de seis por ocho metros. Ella obedece y le suplica dos cosas: que todo esto acabe lo más pronto posible y que, si hay mucha sangre, no permita que ella la vea. Detrás de la tela que le cubre nariz y boca, Romina cree ver una sonrisa irónica.

Él da la vuelta y camina hasta una cajonera para sacar una aguja larga. La cubre con su espalda para que Romina no la vea. Se acerca y ordena que ella abra la boca. Con un par de dedos, él atenaza la lengua y clava dos arponazos sobre las papilas gustativas de la chica de 24 años, a quien el dolor le derrama una lágrima en cada ojo.

Enseguida, él coloca una malla sobre la lengua y con un marcador pinta seis cruces en el perímetro de la tela. Ella apenas tiene sensibilidad en la boca y cree que en cualquier momento se va desvanecer en el sillón.

El hombre, de unos 60 años, toma una aguja, le amarra un hilo y vuelve a ordenar a Romina que mantenga la boca abierta y que no se mueva o aquello dolerá más: la punta afilada perfora el músculo de la cara superior de la lengua hasta que la rompe y asoma una hebra de tela por el vértice de la cruz que él ha pintado. Enseguida, ata el hilo y jala hasta pegarlo al órgano. Así, empieza a coser la malla a la lengua de Romina. Hilvana cinco puntos más hasta que se asegura que esa tela medio rígida, medio flexible, no se desprenderá. Su misión es que se quede, al menos, un mes en la boca de Romina, quien después de 20 minutos brinca del sillón, aliviada porque todo terminó más pronto de lo que creía.

El hombre mira a Romina pararse frente al espejo, sacar la lengua y mirarse, fascinada, el zurcido. Aunque al cerrar la boca ella saborea un poco de sangre, está feliz. Incluso, cuando le paga 5 mil pesos por lo que le hizo, no deja de sonreír. Antes de irse, ella pide agendar, esa misma tarde, otra sesión para dentro de un mes.

Por lo que ha escuchado Romina, ese hombre, el “doctor Flores”, tiene una agenda muy ocupada para coserle la lengua a muchas mujeres y algunos hombres.

Alta difusión en la web

Se llama “malla adelgazante” y es la nueva moda para bajar de peso. Su origen es incierto, pues mientras en internet algunos “expertos” dicen que surgió en los despachos de relaciones públicas de modelos venezolanas, otros aseguran que fue en los consultorios brasileños que rodean las playas de Copacabana.

A México, según Álvaro Pérez Vega, de Operación Sanitaria de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), el polémico procedimiento llegó hace un año, cuando en internet varios sitios ilustrados con hombres de bata blanca afirmaron tener la clave para bajar entre cinco y 15 kilos en un mes: coser una malla a la lengua que impida la función de empujar comida sólida hacia el esófago, lo que obliga al paciente a una dieta estrictamente líquida, que incluye agua, licuados y algunos caldos.

Si la persona hace trampa y come algo más duro que un yogur, la malla se dobla dentro de la boca y genera un dolor tan intenso que el usuario deja inmediatamente de comer y escupe todo; si se quiere descoser la tela sin entrenamiento médico, el dolor se puede duplicar.

Pese al sufrimiento que genera, la demanda por este método es alta, a juzgar por las 4 mil 570 páginas web en México con información sobre el tratamiento; las frases: “¡Bajé 10 kilos con la malla adelgazante!”, “¡seguro y eficaz!”, “¡di hola al nuevo método que cambiará tus malos hábitos alimenticios por completo!” conviven con adjetivos como “peligroso” y “riesgoso”.

La página que tenía un aspecto más profesional desapareció de internet en enero de este año: mallaadelgazante.com, que aseguraba ser un procedimiento “aprobado” y con 49 médicos “certificados” en casi todos los estados del país. Uno de ellos, el “doctor Flores” —su nombre real fue omitido porque no se obtuvo permiso para incluirlo—, fue el que atendió a Romina en el Estado de México.

Tres meses después de que se cosió la lengua, ella y yo nos citamos en un café para que me platicara su experiencia. Entre sus amigos, adelantó por teléfono, la malla dividía opiniones: sus 82 kilos habían comenzado a desaparecer, pero también apareció un color amarillento en su piel que preocupaba a sus compañeros de trabajo y que pronto se convirtió en dos desmayos y una profusa hemorragia por la nariz.

Alto riesgo de anemia

El comisionado Álvaro Pérez Vega mueve la cabeza de izquierda a derecha. Está visiblemente molesto con el relato. “Es muy injusto lo que hacen”, sentencia, “son mercaderes con los problemas de estima que tiene la gente”.

En su despacho de la colonia Nápoles cuenta que en 2014 recibió el primer reporte de la “malla adelgazante” y su unidad inició una investigación sobre el tema, parecida a la que hizo la dependencia cuando la sibutramina se hizo el peligroso medicamento de moda para bajar de peso.

Primero, una pesquisa en los datos de la dependencia señaló que ese tratamiento no contaba con registro sanitario. Luego, ante el misterio del falso procedimiento, Pérez Vega ordenó a decenas de verificadores que iniciaran un recorrido como “usuarios simulados”, es decir, fingir que eran clientes interesados en coserse la lengua y anotar tanta información como pudieran de manera encubierta.

En el segundo semestre de 2014, los reportes daban cuenta que los consultorios eran patito, los operaban médicos generales —en lugar de médicos bariatras, como lo requiere la Ley General de Salud para ese tipo de tratamiento— y que la “malla adelgazante” era un fraude doloroso y riesgoso: en Venezuela, tres años antes, su implementación fue y está boletinada por el Ministerio del Poder Popular para la Salud.

“¿Por qué consideramos que es peligroso? Porque cualquier tratamiento que ofrezca perder peso así, de manera acelerada, provoca una descompensación, que puede traducirse desde síntomas de mareo, vómito, alguna afectación también al sistema gastrointestinal, afectaciones al estómago, a los intestinos, y también pueden darse casos de anemia. Lo más grave puede ser aquí una situación de internamiento en un hospital, que termines en una cama precisamente porque no tengas nutrientes”, señala Pérez Vega.

En su último registro de la investigación contra la también llamada “malla supralingual”, consta que, específicamente por este procedimiento ilegal, desde la primera quincena del año se han clausurado cuatro clínicas patito en el Distrito Federal y una en Querétaro, que tendrán que pagar cerca de 400 mil pesos en multas.

Estas clínicas se suman al último informe de la dependencia, que señala castigos para 108 establecimientos que prestaban servicios de cirugía estética y cosmética en el país, hasta febrero de este año.

Sin embargo, el 28 de enero, con las clausuras ya aplicadas, EL UNIVERSAL acudió a una de las clínicas sancionadas, Cirugía Clínica Especializada, ubicada en el pequeño departamento 301 del edificio San Francisco 1626, colonia Del Valle. Pese a que la puerta estaba cerrada para simular su cierre y que había un sello de la Cofepris pegado en la recepción, dos “doctoras” promocionaron por una hora las bondades de la malla y pidieron que se agendara una cita para hacer el procedimiento.

“Son imparables. Los clausuras y ellos reabren aunque saben que es un delito, o cierras una clínica patito y abren cuatro más. Hacemos un trabajo permanente de verificación, pero lo realmente eficaz para que no sigan haciendo daño es que la gente no acuda a esos lugares”, pide Pérez Vega. “No son médicos, son mercaderes”, declara el comisionado de la Cofepris.

Dolores intensos

En los primeros tres días, la determinación de Romina por bajar de peso le ayudó a mantener una dieta líquida; al cuarto, debilitada en las piernas por beber sólo agua y caldo de pollo sin verduras, quiso tragar papilla y sintió como si la malla le hubiera mordido la lengua; al quinto, le dijeron que la blusa se le veía más suelta en el área abdominal y eso la empujó dos días más a privarse de alimentos.

“Pero me desmayé. Yo iba subiendo las escaleras de mi trabajo, me sentí mareada, me senté en las escaleras y no me acuerdo más. Abrí los ojos y una enfermera me estaba acercando alcohol a la nariz”, recuerda la licenciada en Derecho. “Al otro día, otra vez me desmayé y mi jefe me dijo que si seguía sin comer y poniéndome en riesgo no me iba a dejar pasar al trabajo”.

En el noveno día se despertó con sangre en la almohada y un dolor de cabeza que le punzaba hasta la nuca; en el décimo decidió quitarse la malla, pero sólo había cita para su undécimo día, así que faltó al trabajo y pasó toda la tarde acostada, durmiendo por debilidad y maldiciendo su decisión.

El día que le quitaron la malla, Romina sintió tanta hambre que durante dos días se atracó de comida, con la esperanza de que eso repusiera la energía de su cuerpo. Se sintió bien hasta cinco días después, pero cuando subió a la báscula el ánimo se le fue a los pies: su peso no había variado.

“Me sentí muy mal porque, ¿y el esfuerzo?, ¿y el dinero? En serio, yo iba con todas las ganas de aplicarme, de que ahora sí funcionara, pero nunca pensé lo doloroso que sería”, cuenta Romina, sentada en una cafetería, mientras usa su brazo para tapar su estómago. “Fui a un médico después, ahora sí un buen médico, y me regañó, que fuera consciente de lo peligroso que fue no comer y lo que hubiera pasado si me desmayo en las escaleras”.

La tarde que hablamos, Romina pidió un té y una ensalada con pollo. Acababa de comer una barra de granola y en su plan del día estaba, por la noche, ir al gimnasio y una cena ligera.

“Te va a parecer muy tonto, pero comer bien y hacer ejercicio, siempre fue mi última opción. No perderé 10 kilos en un mes, pero sí pueden ser tres”, dice apenada, tratando de no mostrar su lengua al hablar. “Me lo dijo el médico, el bueno: ‘¿Quién te dijo que para estar sana y gustarle a alguien… tenías que coserte la lengua?’”



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