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Alejandro Encinas Rodríguez habla a su pasado, presente y futuro, juntos en la estación Indianilla, una histórica edificación del servicio de tranvías, y con una energía liberada, exclama: “He decidido separarme de las filas del PRD”.

Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez aplauden, al igual que cientos de invitados del fundador del PRD, entre quienes se encuentran incluso panistas como Javier Corral y Laura Rojas.

Son las 19:03 horas. Ha dejado los colores perredistas y en ausencia de siglas partidarias, el lugar de su anuncio es blanco. Así, convierte en pasado un cuarto de siglo de militancia en el PRD.

Unos cientos de seguidores y amigos aplauden la decisión. !¡Bravo! ¡Bravo!!, gritan en distintos espacios del amplio lugar dispuesto junto a moles de acero que fueron parte de grandes generadores de electricidad que dieron fuerza a los tranvías cuando la modernidad jubiló a las mulas.

Las palmas duran casi un minuto. Es una muestra de aprobación unánime con un detalle discordante, una cartulina de una militante de Atizapán, Estado de México, Julieta Granados Camacho, quien como golondrina solitaria reprocha: #HuirSiempreEsMasFácil”.

La nueva ruta de Encinas ha empezado junto con Cárdenas. Han llegado juntos al lugar, bañados por luces de cámaras de televisión y fotografía de periodistas. Encinas va ligero, sonriente, sin nube de preocupación alguna. Cuauhtémoc Cárdenas respetuoso, cortés, sin sonrisas para los demás.

Antes de llegar, Encinas ha enviado su renuncia al PRD. Su voz y su temple son firmes, pero surge un leve tono de dolor cuando dice: “Me voy sin rencor”.

El evento despojado de colores consistió en la presentación de un video con expresiones de Encinas en la tribuna del Senado en los debates de las grandes reformas; a ello siguió su mensaje de análisis de la situación política con la renuncia al PRD como clímax.

Y cuando concluyó se acercó a la primera fila, recibió la felicitación pronta de Cárdenas y Ebrard, que lo dejaron en su escenario, y emprendieron la retirada; luego recibió los parabienes de camaradas suyos.

Nada de color y folclor. Toda la luz en el escenario blanco en el que se resalta una bandera nacional, y el pequeño atril del orador, desapercibido, quedó como una marca de un lugar y un tiempo en el que uno de los fundadores del PRD decidió ir por un futuro nuevo.