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“Asesino, asesino”, “No a la violencia, no a la violencia”, eran los gritos con los que increpaban al líder moral del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Su filiación partidista, misma que la del gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre Rivero, y el alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, fue uno de los motivos que propició las agresiones verbales, en un inicio, y físicas después, al vincularlo con los gobiernos local y municipal.

El ex jefe de Gobierno del Distrito Federal recibió la ira de decenas de jóvenes que desde antes de llegar al Zócalo insultaban durante la movilización en la que iba acompañado del intelectual y profesor de la UNAM, Adolfo Gilly, quien resultó descalabrado con un proyectil.

Mientras se movía el contingente, se acercaban las madres de desaparecidos que participan en el Movimiento por La Paz con Justicia y Dignidad.

Al llegar al Ángel de la Independencia se sumó a ese grupo Cuauhtémoc Cárdenas, recibido con aplausos y abrazos por las mamás. En ese punto, algunas personas no identificadas lo abuchearon.

Durante su camino a la Plaza de la Constitución, Cárdenas escuchaba: “El PRD es la misma basura”, “Guerrero es gobernado por el PRD”, “El gobierno del PRD es el culpable”. Con lágrimas, una señora lo encaró: “Por su culpa están perdidos esos muchachos”.

En la marcha en la que participó también el poeta y luchador social Javier Sicilia, dirigente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, junto con Cárdenas, se pedía la presentación inmediata de los 43 normalistas, castigo y juicio político para Aguirre Rivero y Abarca Velázquez.

“No a la violencia, no a la violencia”, insistían con gritos mujeres y hombres que se encontraban cerca del templete en el que el actor Daniel Giménez Cacho y el vocalista del grupo musical Café Tacvba, Rubén Albarrán, leían el pronunciamiento oficial de la marcha encabezada por padres, familiares de los normalistas desaparecidos y sus compañeros de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos.

Las agresiones hacia el perredista se intensificaron y éste junto con Adolfo Gilly salió del Zócalo por la calle de Pino Suárez. En el camino por esa calle comenzaron a lanzarle proyectiles, insultos y gritos en los que le exigían “que se largue”.

El trayecto fue eterno, hasta que a la altura del Museo de la Ciudad abordaron un automóvil.