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Fernando Romero Havaux es un joven mexicano de apenas 41 años, considerado uno de los arquitectos internacionales más importantes de la actualidad al grado de ser considerado Líder Global del Mañana por el Foro Económico Mundial.

Quería ser inventor, dijo en entrevista a Disney Channel, y hoy es el ganador del proyecto para construir el aeropuerto que abrirá una nueva etapa en el sector aeronático.

Se graduó de la Universidad Iberoamericana y trabajó entre 1995 y 2000 con Rem Koolhaas en la Oficina de Arquitectura Metropolitana (OMA) en los Países Bajos, al regresar a México fundó la firma Fernando Romero Enterprise FR-EE.

Está casado con Soumaya Slim, hija del empresario mexicano Carlos Slim, de Grupo Carso.

Romero hoy es el ganador, asociado con el arquitecto británico Norman Foster, con su proyecto del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

De acuerdo con información de la página electrónica www.fr-ee.org, en 2010 Romero Havaux abrió una oficina de su firma en Nueva York.

“Fernando busca traducir el momento y la cultura contemporánea a través de su arquitectura, con el estado de los materiales de arte y tecnologías, apoyado por la investigación exhaustiva y completa, y la colaboración con otras disciplinas”, se detalla en el sitio.

Ha ganado numerosos premios, incluyendo la Beca de Honor del Instituto Americano de Arquitectos, el Premio de la Bauhaus y el premio de la Sociedad Mexicana de Arquitectos.

Romero ha dado conferencias en la Universidad de Columbia, y es miembro del Instituto AIA-Americano de Arquitectos y la Cámara Mexicana de Arquitectos.

Entre sus obras destacan el Museo Soumaya, el Acuario Inbursa, el Centro de Convenciones de Los Cabos y la Plaza Mariana. Entre los trabajos que tiene bajo desarrollo está el Museo Mexic-Arte de Austin, Texas y un Centro de convenciones orgánico en Ciudad Juárez. Tiene presencia en siete países.

Durante el anuncio de su proyecto, como ganador, del nuevo aeropuerto, Romero Havaux recordó los pensamientos de Octavio Paz. “La arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el ser testigo de la época, de su cultura, de su sociedad y de sus intenciones”.