Análisis. La (falsa) captura del (falso) "Chapo"
Su nombre es Gregorio Chávez y fue capturado por la Marina para hacerlo pasar por Joaquín El Chapo Guzmán. La revelación fue hecha por su esposa, Lorena, que denunció que a su marido lo buscaron del Cisen y le ofrecieron dinero a cambio de la simulación. No aceptó, por ello lo secuestraron y no supo más de él hasta que lo vio en televisión como si fuera el gran capo buscado por todo el mundo. La historia, que se repite en sitios marginales, es una bomba y, por supuesto, es falsa.
La fuente es el sitio huzlers.com, un portal de Estados Unidos que en su propia presentación afirma ser una combinación de noticias (reales) con notas de sátira para mantener escépticos a sus lectores. Es decir, el sitio no miente, y avisa que lo que se lee en su página puede ser mera ficción. Lo extraordinario es que, a pesar de la aclaración, la historia brincó de un sitio a otro y no obstante los desmentidos constantes, aún hay personas en redes sociales que la dan por buena y aseguran que esta publicación es la evidencia del teatro montado por el gobierno.
La anécdota parece menor en medio de las reacciones ante la noticia verdadera, la captura de El Chapo, pero vale la pena analizarla como un ejemplo de los riesgos que corremos en este ecosistema de información, en particular en internet.
La falsa noticia pegó, primero, por la predisposición a desconfiar de las versiones oficiales y la tendencia a dar por buenas las historias que digan lo contrario, por más absurdas que resulten. Es cierto, los ciudadanos somos escépticos porque la autoridad ha mentido y ha sido descubierta en más de una ocasión. Pero ser sólo críticos con lo que dice el gobierno y no con lo que dicen los demás, es igual a no ser crítico en realidad. Asumir que unos siempre mienten y otros siempre dicen la verdad es un atajo mental que poco ayuda a encontrar lo más parecido a la realidad.
A esto se suma el fenómeno de las burbujas, término empleado para describir la práctica de rodearnos sólo de personas que piensan igual a nosotros, y a leer sólo aquellas fuentes que dan por buenas mis creencias. Este fenómeno de reafirmación a la hora de consumir las noticias nos hace pensar que en realidad todos ven la vida igual que nosotros, aunque eso sea sólo un espejismo.
Finalmente, en este caso pudo pesar —pues así lo consignaban algunas notas— un malinchismo mediático, pues la idea de que la fuente era un medio de Estados Unidos, le daba más credibilidad a la historia, al igual que ocurre con los infomerciales cuando aparecen expertos en bata de doctor, de preferencia con acento, avalando las bondades de los productos milagro.
El caso del falso Chapo es un ejemplo del engaño en que podemos caer cuando estamos dispuestos a creer en cualquier cosa, menos en la verdad oficial. Y es un buen recordatorio del cuidado que debemos tener a la hora de consumir información en la red.
Qué bien que hoy podamos obtener noticias de muchas fuentes y que contemos con las herramientas para formar comunidades con personas afines, pero hacerlo sin cuidar a quién leemos y sin una actitud crítica es la mejor forma para terminar creyendo en historias como la del pobre Gregorio Chávez.