"Nunca imaginé lujo y tecnología para curar"

María Teresa Cerón Montes tiene 83 años y 57 de trabajar en el Instituto Nacional de Cancerología; ha visto pasar cambio de sedes y cómo la atención ha mejorado. (Foto: Juan Boites )
Más de la mitad de su vida, María Teresa Cerón Montes ha trabajado en el Instituto Nacional de Cancerología (Incan).
Hace 57 años inició su trabajo en el antiguo dispensario anticanceroso “Dr. Ulises Valdez” en Santa María la Ribera, en la calle Chopo número 131.
Era una casa, relata la mujer, con diversos cuartos; no había hospitalización y no se llegaba a 50 trabajadores. Eran los finales de la década de los 50. Actualmente el Incan tiene más de mil personas laborando entre médicos, enfermeras y personal de apoyo.
Eran pocos los pacientes, entre 10 a 15 que se atendían diariamente. Hoy, reconoce, se atienden a más de 300 por turno, mañana, tarde y noche, todos los días.
Siempre ha estado en el área de Laboratorio Clínico en donde se toman exámenes de orina y sangre a los pacientes.
La mujer —quien a sus 83 años de edad tiene una memoria excelente— relata que cuando se cambiaron a la calle de Niños Héroes, éste ya era un hospital más grande, ubicado frente al Hospital Francés, en donde se atendía a 50 pacientes diarios, pero aún no había hospitalización. Ahí, dice, se crea también el sindicato de trabajadores de cancerología.
Cuando llegamos aquí, a Tlalpan, a lo que ahora es el edificio viejo, las instalaciones no eran nuevas, porque habían pertenecido al Instituto de Tuberculosos.
Doña Tere, quien se casó, pero no tuvo hijos, ha visto pasar a los seis directores que el Incan ha tenido y al actual.
Conoció a Enrique Barajas Vallejo, primer director (1948-1950) y (1963-1972). Después siguió el doctor Conrado Zuckerman (1950-1963), luego José Noriega Limón (1972-1982); Arturo Beltrán Ortega (1982-1993), Jaime de la Garza (1993-2003) Alejandro Mohar Betancourt (2003-2013) y Abelardo Meneses García, el actual.
Afortunadamente —dice doña Tere— hemos crecido en todo. En cada cambio de director siempre ha visto orden, lo mismo que en cada cambio de sede.
Con 57 años de experiencia laboral, a Teresita, como le dicen sus compañeros, lo que más le ha impactado es el avance de la tecnología, del conocimiento, la cantidad de médicos que se han formado, el crecimiento de los servicios y la investigación oncológica, que era lo principal que le faltaba al instituto.
De Niños Héroes a Tlalpan, asegura, se ha cuatriplicado el número de pacientes con cáncer, pero también el número de servicios y de médicos.
“Nunca me imaginé que se llegaría a ver esta torre oncológica con acabados de lujo y equipo de tecnología para abatir el cáncer. Es un orgullo muy grande que siento haber llegado a ver este nuevo edificio. De iniciar con una casita que tenía sótano a esta gran obra que tiene siete pisos es impactante. Esto nos tiene contentos, satisfechos y honrados”, asegura doña Tere.
Recuerda que hubo momentos en la vida del Incan que no tenía recursos, que se encontraba pobre, era el “patito feo” de la administración federal, corría la década de los años 80.
“Se han vivido momentos difíciles de falta de recursos y ahora se están viviendo momentos diferentes, con un edificio con equipos modernos”, señala.
Toda su vida prácticamente doña Tere ha estado trabajando en este instituto, que a la par que ha evolucionado, ella también lo ha hecho. Sigue actualizándose, aunque reconoce que en los últimos años el uso de la computadora se la deja a sus compañeros más jóvenes.
“Sigo haciendo mis reportes, antes eran diarios, hoy son mensuales. Me gusta trabajar, todavía sé que puedo servir a este hospital, a los pacientes. Probablemente trabaje un año más, si estoy bien de salud como ahora, y claro, si la dirección general me acepta. Hay que trabajar por la cantidad de gente con cáncer que ahora se nos presenta”, comenta.





