"Antes había risas... ahora tememos que nos agarren aquí"
Tixtla, Gro.— Javier, alumno de cuarto año de la Normal Rural de Ayotzinapa, habla del contraste entre lo bulliciosa que era antes la escuela y lo que ahora es, “todo está muy callado, muy triste, porque sentimos el dolor que los padres de familia sienten”.
“Antes de que pasara esto escuchábamos risas, jugaban, nos divertíamos; ahora estamos aquí sin estudiar, pero estamos siendo parte del movimiento.
Todos tenemos miedo de que puedan entrar a la normal, no sabemos cuándo estos cabrones puedan llegar y agarrarnos a todos aquí. Igual tenemos miedo, pero somos 520 alumnos que estamos enfrentando las cosas. Nos armamos de valor y si algún día quieren entrar se van a encontrar con alumnos que aquí estamos defendiendo nuestra normal, pendientes de la información y de las actividades que podamos emprender”.
Javier reconoce que no tuvo el valor para ir a los velorios de Daniel y de su compañero Julio César. “No lo tuve porque el panorama era muy triste; no sé por qué les pasó eso, aunque lo atribuyo a que estamos viviendo una situación muy crítica en el estado y a nuestros compañeros los agarró el estado junto con los grupos delictivos porque están coludidos”.
Recuerda la vida antes de la emboscada que les cambió a todos la existencia, que marcó con la muerte y la desaparición de 43 jóvenes a toda una comunidad, que trastocó un país.
“Yo ya había salido aproximadamente 15 veces a botear como lo hicieron ellos la noche del 26 de septiembre; nunca pensamos que nos podían dar un golpe así. Vimos realmente cómo es el gobierno, que nos reprime y nos asesina a todos, nos desaparece, porque ya no quieren saber nada de nosotros y de las exigencias que tenemos como estudiantes.
“Exigíamos que la matrícula de 140 nuevos ingresos por año se respetara y no lo hacían. Eran 140 familias que querían que sus hijos fueran alguien en la vida. Exigíamos mejores instalaciones; el respeto a una organización estudiantil, que no hubiera represiones contra nosotros con los policías antimotines y estábamos inconformes”, dice.
Hoy la escuela normal está llena de mujeres a las que los alumnos les llaman tías, son mujeres que les llevan alimentos a los jóvenes de la normal; también hay niños por todas partes; éstos, como siempre, corren y juegan con ese ánimo de examinarlo todo aún ajenos —por suerte— a la tragedia que aquí se vive. Juegan a las escondidas; sin siquiera imaginar lo que es buscar a alguien sin poderlo encontrar desde hace 69 días. Algunos de los desaparecidos son tíos de estos niños y niñas, que pertenecen a una comunidad que quiere un mejor futuro para ellos, para todos. Pero Ayotzinapa ya nunca será igual.