EN MENOS DE UN AÑO el presidente de Uruguay, José Mujica, pasó de ser un gran amigo del gobierno de México a un hombre cuyas críticas son inaceptables y han llevado la relación bilateral a un diferendo diplomático que ha ocasionado que la cancillería mexicana llame a consultas al embajador uruguayo en México, Jorge Alberto Delgado Fernández.

Nos recuerdan que en enero de este mismo año el propio presidente de México, Enrique Peña Nieto, otorgó en la ciudad de La Habana, Cuba, la Orden Mexicana del Águila Azteca a su homólogo de Uruguay, José Mujica.

"Es admirable su forma de entender y hacer política; su experiencia y filosofía de vida lo hacen un gran estadista de nuestro siglo, como hombre sobrio, líder social y ciudadano del mundo. Estoy seguro que usted seguirá siendo ejemplo para ésta y futuras generaciones de uruguayos y latinoamericanos", dijo Peña Nieto durante el discurso en el que le fue entregado el máximo galardón que México otorga a ciudadanos extranjeros.

Diez meses después, a propósito de la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, en Guerrero, Mujica opinó sobre el Estado que lo condecoró: "Es terrible que se caiga en ese tipo de cosas. A uno le da una sensación, visto a la distancia, que se trata de una especie de Estado fallido, que los poderes públicos están perdidos totalmente de control, están carcomidos. Es muy doloroso lo de México".

Las críticas, nos dicen, fueron consideradas por el gobierno como injustas e inaceptables. Así, Mujica pasó de ser el mejor amigo, al peor crítico.