Historia. Una escuela con alma "aguerrida"
PRECARIEDAD. En la primaria "Lucio Cabañas", en Tlapa de Comonfort, Guerrero, 86 niños toman clases en tres cuartos de madera sin energía eléctrica y con pizarrones carcomidos. (Foto: RAMÓN ROMERO / EL UNIVERSAL )
alberto.morales@eluniversal.com.mx
TLAPA DE COMONFORT, Gro.— Son las 10:30 de la mañana. Es hora del recreo y un grupo de niños de la primaria Lucio Cabañas Barrientos empuja una pipa de agua como queriendo mover esa mole de hierro atorada en la terracería.
Pujan, quitan piedras, mientras el sol quema la piel. El sonido de silbato es la señal. Deben regresar a sus “salones de clases”.
Se trata de tres casas de madera, sólo una con piso de cemento, las otras de tierra. Ninguna cuenta con energía eléctrica, mucho menos computadoras.
Unos pizarrones carcomidos son el único material didáctico para los tres docentes que dan clases a 86 niños, que en su mayoría hablan mixteco y náhuatl.
El director del plantel, Roberto Guerrero, uno de los tres docentes, asegura que es mentira que haya más profesores que alumnos en el estado.
“Es una vil mentira que dice el gobierno para quedar bien con los empresarios. Hace un compromiso y tiene que mentir, aquí está la verdad. ¡Vamos a Metlatónoc!, el municipio más apartado de Guerrero, ahí no se cuenta con ningún apoyo”.
Lanza el docente mientras señala las “aulas” de la escuela ubicada en la colonia Pirámides de Contlalco, en la punta de los cerros que rodean a esta ciudad que aún tiene la huella del paso del huracán Manuel.
El director expresa que el gobierno no quiere a Guerrero porque sus maestros exigen más que en otros estados.
“A nosotros el gobierno nos tienen marginados, porque Guerrero es muy guerrillero, los maestros son muy agresivos, siempre en las marchas, pero con ellas nosotros hemos logrado que los niños tengan uniforme en primaria.
“En secundaria, a base de gritos y gracias a los golpes que nosotros recibimos, los niños ya no compran los materiales... El gobierno manda a sus policías a golpearnos, no a escuchar nuestras necesidades”.
Comienza la clase. “A ver mis niños, vamos a comparar cómo es una zona urbana y una zona rural, en la página 136”. Los alumnos comienzan a leer en voz alta mientras el director recorre las bancas.
Comenta que la escuela es bilingüe, tiene alumnos que vienen desde Cochoapa, uno de los municipios más pobres del estado, y entiende la desconfianza de los papás por el ausentismo de los docentes.
“Yo sí me ausento, pero con una finalidad: para ellos. La lucha que estamos haciendo es para que se dé un cambio. A veces hay padres de familia inconformes, pero la lucha está en ellos [los niños], aunque sea el uniforme repetitivo, de una camisa a la semana, estamos en esa lucha”.