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IXTAPA ZIHUATANEJO, Gro.— A sus nueve meses de embarazo quería correr para alcanzar el helicóptero. Pero Olga Santana González no podía, sus pies se hundían en el lodo, mientras llamaba la atención de los rescatistas para que la llevarán a un hospital porque está en días de dar a luz y su comunidad, Mameyal, como decenas en la sierra, está incomunicada.

No hay acceso terrestre, nadie puede salir ni entrar, puentes colapsados, carreteras averiadas, deslaves imposibilitan que algún vehículo pueda ir por ella y por los que poco a poco han enfermando de diarrea y registran otros males estomacales y respiratorios.

Sujetando su vientre con la mano derecha y con la izquierda su bolsa , Olga a sus apenas 23 años de edad quiere que su tercer hijo nazca bien. Atrás va dejando a Luis y Brenda, de cinco y tres años, y a su esposo Gonzalo, que tiene sujetados a sus dos pequeños, quienes ven cómo se va alejando su madre entre el lodo para poder subirse al helicóptero de la Secretaría de Marina.

Elementos de esta institución corren a auxiliarla. Casi cargándola la acercan a la aeronave y la suben. Su papá va con ella, la acompañará a una clínica de la Sedena en Zihuatanejo, donde en menos de una semana nacerá su bebé: está programada para el 26 de septiembre.

Atrás de ella viene María Guadalupe Cruz Miranda, quien también está por tener a su bebé: “En dos semanas me habían programado, ¡qué bueno que vinieron los de la Marina!, no sabía qué hacer”.

Los habitantes agradecen que llegara el helicóptero de la Marina, porque están incomunicados.

Los elementos repartieron despensas a las 150 familias del Mameyal, donde algunos perdieron parte de sus casas.

“Le cayó una piedra a mi casa. No sé qué decir, estamos perdidos”, dijo Carlos Acosta Villa, quien vive con su esposa, dos hijos varones y dos mujeres.

Ayer, elementos de la Secretaría de Marina, hicieron un recorrido con médicos y personal de infantería para visitar varias comunidades en la sierra cercana a Zihuatanejo que están incomunicadas.

A unos kilómetros de distancia, en Los Corrales, donde viven unas 30 personas, la mayoría mujeres y niños, la creciente del río arrasó con parte de sus casas, baños y lavaderos.

Micaela y Valentina lamentan que el río arrasara parte de sus viviendas y no tengan para comer. Piden medicinas y alimentos, porque hay niños enfermos y no hay accesos de comunicación.