Mochán, un científico a la caza de la ouija del diablo
CONTRIBUCIÓN. El científico de origen ruso, Luis Mochán Backal. (Foto: ESPECIAL )
La noche del 25 de julio del 2013 fue tormentosa para el científico Luis Mochán. Se la pasó pegado a su computadora, en la angustia. Esperaba la noticia del veredicto que, en Londres, Inglaterra, emitiría un jurado para absolver o culpar de fraude al empresario inglés Gary Bolton, creador del detector molecular GT-200, usado por fuerzas federales de México y conocido como la ouija del diablo.
El doctor en Física por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es coautor del único peritaje de campo hecho en México que probó el timo del aparato en 2011, por lo que días antes había atendido el llamado de la policía londinense y viajó a Londres para testificar contra el dueño de la compañía Global Technical LTD.
El principal detractor científico del GT-200 en México no podía dormir al saber que en ese momento un jurado británico conformado por gente ordinaria dictaría su veredicto final.
El jurado no juzgaría si el equipo realmente detectaba bombas o sustancias prohibidas, pues científicamente ya estaba probada su ineficacia. Sólo determinaría si el empresario de 47 años era ignorante o tonto, o si manufacturó y comercializó un falso detector con toda alevosía y ventaja, con ganancias millonarias, con gobiernos como el de México, Arabia Saudita, Tailandia y China.
El físico de ascendencia rusa, con 58 años, de huesos largos y apariencia bonachona, se quedó dormido sobre la computadora.
Fue hasta las 9:30 de la mañana del viernes 26 de julio que en su pantalla apareció el mensaje electrónico que le envió una fuente de la policía londinense para anunciarle: “a Bolton se le juzgó culpable”. Eufórico, con la voz temblorosa, externó: “¡Bolton es culpable! ¡Culpable!”.
Mientras en Londres su peritaje contribuyó a que se hiciera justicia, en México no se ha utilizado para nulificar el uso de mil 112 detectores GT-200 por los que la administración federal y 27 entidades estatales pagaron unos 450 millones de pesos.
Atracción física
Los padres de Luis Mochán Backal llegaron a México siendo niños. Fueron parte de la migración ruso-judía detonada por la revolución rusa en los años veinte.
Nacido en la capital mexicana, que Mochán se interesara por la Física, tuvo que ver su maestro Tomás Bilbao. Pero que la decidiera como carrera, se lo debe a su novia Graciela Quesnel, de la que siguió enamorado cuando ella entró a estudiar Física a la UNAM. Finalmente la mujer que se convirtió en su esposa se cambió a la carrera de Pedagogía. Ahí ya no la siguió: “Yo me quedé en Física”.
En la UNAM el investigador continuó sus estudios de maestría y doctorado enfocado en un tema que le apasiona: la óptica física.
La primera vez que Mochán tuvo noticia de los llamados detectores moleculares fue en 1999, cuando asistió a un congreso de física en la Unión Americana. Ahí escuchó a James Randy, un científico dado a la tarea de desenmascarar estafadores, quien les habló del Quadro Tracker, precursor del GT-200.
En 2010, Mochán leyó un boletín científico del investigador Robert Park. Citaba un reportaje de The New York Times que daba cuenta del fraude de un grupo de ex socios, entre ellos Bolton, que habían manufacturado variantes del Quadro Tracker para venderlos como detectores de bombas al gobierno de Irak, razón por la que murieron soldados ingleses. La nota decía que el gobierno de Gran Bretaña mandó la advertencia al de México que era fraudulento.
En 2011 Mochán hizo un análisis teórico del manual del GT-200, que se usa en México para buscar rastros moleculares de explosivos, armas de fuego, drogas, cadáveres, marfil y venenos, a distancias “de hasta 5 mil metros desde el aire”, y lo subió a su blog personal.
En su batalla solitaria, contribuyó a que el creador de la ouija del diablo fuera declarado culpable. Ayer recibió sentencia. De él sólo dice: “Ojalá que se fría en el infierno”.