Crónica. Inicia la gran batalla: reforma energética
juan.arvizu@eluniversal.com.mx
Cruzan el camino sin retorno de las reformas. Los senadores desmadrugados, de ojos vidriosos por dormir poco, saltan del lunes al martes y al miércoles, y oyen en el pleno que ya son papás, nada menos que de un cambio sustancial del sistema político mexicano.
Y se van a descansar para reanudar de día la gran batalla, la reforma energética, debate que ya ha llegado.
El blindaje de la fuerza pública se vuelve más espeso en la zona en la que se enclava la sede senatorial. En las barreras de alta resistencia, de gruesas placas de acero, se forman filas codo con codo de elementos de la Policía Federal. Como dicen los que saben, por una fila de integrantes “femeninos” hay otra de “masculinos” para garantizar que los senadores legislen en santa paz.
La bravura de la Policía Federal Ministerial, Federal a secas, y preventiva del Distrito Federal, es imitada por el resguardo del Senado, que en la sesión sobre la reforma política, se lucen y hacen el “oso”, al sujetar, forzar, golpear, aventar a unos jóvenes que en gayola protestan por los alcances de las modificaciones. Son activistas del colectivo de Reforma Política.
Antes, de mañana, la Cámara Alta despierta del letargo que le dejó el desgaste de la danza de las horas, ya de trabajo, ya de espera, con una sacudida: llegan versiones de que Andrés Manuel López Obrador enfermó, que fue llevado al hospital.
Senadores cercanos al líder no lo creen. Sus pupilas pierden la brújula. La incertidumbre mata y ellos agonizan. Nunca llega Cuauhtémoc Cárdenas con las firmas, más de un millón 600 mil necesarias para pedir que el Congreso convoque a una consulta popular para anular la reforma energética. Que su apretada agenda no lo permitió, fue la versión que dio Jesús Zambrano. Y colocan cajas para que los periodistas tomen fotos y se acomodan diputados y senadores.
Para presenciar el hecho entra a un salón perredista, el presidente del Senado, Raúl Cervantes (PRI), y también el vicepresidente, José Rosas Aispuro (PAN), pero el afán de salir en la foto de perredistas entusiastas, los desplaza y, finalmente, los apretuja, al igual que al presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), Emilio Gamboa (PRI). Ven el desorden, falta de control sobre las cajas y cómo Zambrano escribe a mano en un oficio la cantidad de firmas que dicen entregan allí.
Cervantes pide al secretario general parlamentario, Arturo Garita, se haga cargo, firme y selle un recibo y guarde la carga de papel. Nada dice de qué hará el Senado con esa carga. Se van a sus asuntos. Y sigue otra oleada de preocupación por López Obrador. La mente de Padierna está en otra parte.
Afuera, sobre Paseo de la Reforma y París, las huestes el movimiento gritan consignas, ondean banderolas, pero hay frío y desazón en ese edificio encapsulado en toneladas de acero y unos tres mil uniformados.
Se entendía que allí estaría el tabasqueño al frente de la oposición, pero hoy su salud está en observación médica.
El debate más esperado ha llegado.