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Historia "Comida y cena, de chile y tortillas"

Alberto Morales / Enviado| El Universal
Lunes 30 de septiembre de 2013
<b>Historia</b>

AISLADOS. Los habitantes de la Sierra Mixteca se encuentran incomunicados y sin que les llegue ayuda debido a que “Manuel” arrasó con los caminos . (Foto: RAMÓN ROMERO EL UNIVERSAL )


alberto.morales@eluniversal.com.mx

EL PARAÍSO, Gro.— “Aquí no ha llegado la ayuda, nos tienen en el olvido y no sabemos por qué razón. No han traído despensas, no hay comida ni médicos, la gente se muere de fiebre”, lamenta Rufino Ramírez, indígena de la zona mixteca de La Montaña-Costa Chica del estado de Guerrero.

Este hombre de 30 años dice que antes de Manuel siquiera las comunidades indígenas tenían maíz, frijol, calabaza, chivos, gallinas y guajolotes. Pero las lluvias y los vientos que trajo el ciclón tumbaron sus cosechas, mataron a sus animales y ahora sólo hacen un “almuerzo, comida y cena de tortillas y chile”.

“El día de la tormenta nos refugiamos en la Iglesia y en la presidencia municipal. Somos como 500 personas contando a los niños, sin apoyo y sin comida”, señala Ernesto Morales, titular de la Policía Comunitaria de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) de la casa de El Paraíso.

Para llegar a esta comunidad enclavada en la zona mixteca —incomunicada vía terrestre desde el pasado 16 de septiembre por los deslaves del cerro—, hay que rodear hasta Acapulco, por la vía hacia Pinotepa Nacional, porque la carretera Ayutla-Chilpancingo permanece cerrada por el desgajamiento de los cerros.

De Ayutla se sube hacia Coapinola, hasta donde lo permite el camino porque se derrumbó. En la montaña se ve El Charco, donde 11 personas murieron tras un enfrentamiento con el Ejército en 1998.

Los mixtecos tienen que caminar por lo menos cuatro horas de El Paraíso a la cabecera municipal, entre veredas, cruzar entre las cañadas, ríos que han nacido y terrenos fangosos, con el temor de un nuevo deslave porque “el cerro truena”, para buscar sopa, jitomate o cebollas.

Esta zona padece el embate de grupos del crimen organizado, por ello, desde hace más de un año sus habitantes decidieron armarse, formar su propia policía comunitaria y unirse a la CRAC. Ahora el riesgo es el clima.

Una nube negra comienza a cubrir la montaña. Se acerca la lluvia. Aquí, entre los cerros, la ayuda a los más necesitados nunca ha existido. No hay cajas de despensas, colchonetas, tarjetas para reponer enseres domésticos, los voluntarios de la Cruzada por el Hambre han subido para saber qué perdieron durante el ciclón.

Lo más cercano a la esperanza fue hace una semana cuando las fuerzas armadas bajaron en un helicóptero y prometieron ayuda humanitaria. “Han venido pero no sé qué pretenden ellos, porque ayuda no han traído. La semana pasada aterrizó uno en Coapinola, nomás nos dijeron que iban a traer despensa, pero nada”, señala molesto Ernesto Morales. Aquí, dice Rufino, entre 10 y 15 personas murieron no por la lluvia, sino porque hubo gente con calentura, “les ganó el frío”.



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