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La senadora Mónica Arriola Gordillo renunció ayer al cargo de secretaria general del Partido Nueva Alianza, en una decisión anticipada a una eventual destitución, para la cual “no hay sustento legal o estatutario”, dijo. Sale, “con la cabeza bien alta”, afirmó.

Indicó que “no renuncio a mi militancia política a Nueva Alianza” y, sin embargo, expresó que a los militantes “les dejo un partido limpio, libre y comprometido con las mejores causas de México”.

Mónica Arriola (1971) es hija de Elba Esther Gordillo Morales, fundadora del Partido Nueva Alianza, considerado brazo político del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cuyo nuevo secretario general, Juan Díaz de la Torre, en acuerdo con el presidente de Nueva Alianza, Luis Castro, habrían decidido la remoción de la senadora y la concretarían en reunión cupular, este sábado.

Arriola Gordillo fue diputada local en la V Legislatura de la ALDF y diputada federal de 2009 a 2011, ya que en junio de ese año obtuvo la secretaría general del Panal.

En ese entonces, Arriola conformó la única planilla de candidatos, junto con Luis Castro, ex secretario particular de Elba Esther, para renovar la secretaría general y la dirección nacional del Panal.

Ayer por la mañana, mediante una declaración que leyó ante periodistas en el salón de un hotel de Paseo de la Reforma, la senadora Arriola dio a conocer su renuncia irrevocable a la secretaría general de Nueva Alianza, donde su participación “se basó en el valor de la amistad, de la unión y de la empatía”.

Reconoce en su discurso que iba a ser relevada del puesto: “Si bien es cierto que no hay sustento legal o estatutario para que puedan destituirme del cargo, también lo es que por ningún motivo quiero ser un agente de división en el seno de mi partido”.

A nadie menciona en su declaración, ni tampoco deja ver diferencia alguna con el cuadro directivo de la organización política que la llevó a los cargos de diputada federal (2006-2009), así como a su actual senaduría de representación proporcional.

Llegó una hora tarde a la cita con los medios de comunicación, donde sólo se tenía acceso con identificación. Entró al salón hablando de problemas de tránsito, a pesar de la mañana despejada de ayer.

Tomó asiento ante una mesa pequeña en la que descansaba un micrófono, y atrás de ella, de pie, se acomodó una fila de 12 colaboradoras suyas. Leyó 20 renglores de “declaración pública”, y uno de sus asistentes dijo que no habría oportunidad para una sesión de respuestas a preguntas, “por motivos de agenda”.

Rodeada de reporteros, empezó a dar un comentario caminando que no completó porque los periodistas se retiraron.