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Crónica. En Sala de Generales despide la milicia a Gutiérrez Rebollo

Jorge Alejandro Medellín| El Universal
Sábado 21 de diciembre de 2013
<b>Crnica.</b> En Sala de Generales despide la milicia a Gutirrez Rebollo

PETICIÓN CUMPLIDA. El cuerpo del general Rebollo salió de la Sedena sin el uniforme y las insignias . (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )


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A juzgar por las escenas en el Cementerio Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), cualquiera podría decir que el fallecimiento y sepelio del general de División Jesús Gutiérrez Rebollo pasó casi inadvertido en el medio castrense.

Después del mediodía de ayer, una docena de familiares y amigos íntimos, gente muy cercana al divisionario, se reunió para la cremación de los restos del militar, a quien la muerte encontró minutos después de notificarle que la justicia uniformada le autorizaba salir del hospital para pasar sus últimos días con los suyos.

Sin embargo, horas antes de que su cuerpo abandonara la Sala de Generales del Hospital Central Militar (HCM), un desfile de camionetas blindadas apareció en el estacionamiento del lugar con algunos generales, coroneles y otros mandos en retiro que se enteraron de la muerte de Gutiérrez Rebollo por la prensa o porque alguien de adentro les avisó.

Escoltas de traje o con el clásico chaleco táctico que oculta un par de armas automáticas o hasta una subametralladora, bajaban de las camionetas Yukon, Suburban o Durango, con cristales polarizados, para abrir las puertas a sus jefes y a quienes los acompañaban.

Más de 20 vehículos de todo tipo fueron llegando desde las primeras horas del viernes a la explanada del hospital. De ellas bajaron generales de la antigüedad de Gutiérrez Rebollo, amigos, gente que en el lugar se acercaba a sus hijos para repetirles sin cansancio que aquello había sido siempre una injusticia, un abuso, una venganza, que aquello lo iban a pagar de alguna forma los responsables algún día.

Y para reafirmar el mensaje de consuelo en medio de la tragedia de esa doble muerte —la muerte física y la muerte de la verdad a tiempo—, dos militares en activo se acercaron a César, al hijo jurista del general y defensor suyo hasta la muerte, para aclararle el panorama: ¿usted cree que la Sedena se iba a tomar la molestia de emitir un comunicado lamentando el fallecimiento de un general de División, el que fuera, si ese general era culpable en verdad de haberse metido al narcotráfico? ¡Jamás!

El despliegue de amigos y dolientes del general terminó a las 11:30 de la mañana. Su cuerpo embalsamado estaba listo para salir de la Defensa Nacional sin el uniforme y las insignias de General de División, porque esa era una de las últimas cosas que le había pedido a sus hijo; no llevar el uniforme cuando saliera, cuando por fin lo dejaran regresar a su casa a morir en paz.

Desde el HCM, la caravana partió poco antes de las 12 del día hacia el Cementerio Militar que está sobre los primeros kilómetros de la carretera a Cuernavaca, a unos metros de la entrada al Heroico Colegio Militar.

Su hijo César se había adelantado para encontrarse con su madre, Lilia Esther Priego, en la sala del panteón en la que esperarían el cuerpo del general y su cremación.

Los restos del militar llegaron una hora más tarde. Al crematorio sólo asistieron sus familiares y tres generales retirados que siempre creyeron en él, que nunca tuvieron dudas sobre las verdaderas razones por las que se le condenó a 40 años de cárcel, se le dejó salir al hospital con un cáncer terminal y se le negó, hasta el último instante, estar con su gente. Sólo muerto lo dejaron en paz.

En la capilla del cementerio militar, entre abrazos y sollozos, entre rostros endurecidos y palmadas de solidaridad, de mudo entendimiento, los hijos de Gutiérrez Rebollo y su esposa hablan sin temor, sin rencor. César dice que no tiene odio hacia la institución, “¿cómo voy a guardarle rencor al Ejército si de él viví, si con él me formé y me hizo un hombre de bien?”.

A Lilia Esther, la viuda del general, la tristeza y el resentimiento sí le arrancan lágrimas por igual. Dile, háblale al señor sobre todo el asunto legal, sobre lo que sigue, cuéntale porque es importante, le dice a César Mario.

Y el hijo mayor del general explica, entre el ir y venir del puñado de gente en una tranquila y soleada tarde de diciembre, que en febrero o a más tardar en marzo del próximo año interpondrán el recurso de Reconocimiento de Inocencia ante tribunales militares “para acabar de limpiar el nombre de mi padre, porque no es posible que en el fuero civil pude echar abajo todas y cada una de las acusaciones en su contra y que en el fuero militar, con los mismos elementos, todo se haya estrellado contra la pared”.



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