aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




En Almolya se encontró con su “diablo”

Doris Gómora| El Universal
Sábado 10 de agosto de 2013
En Almolya se encontr con su diablo

COMODIDADES. En el Reclusorio Norte del Distrito Federal, Caro Quintero pudo pagar lujos. En su celda contaba con cocina y hasta con una sala de billar. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )


doris.gomora@eluniversal.com.mx  

Si algo le dolió a Rafael Caro Quintero fue haber llegado hasta la aduana del penal de alta seguridad de Almoloya de Juárez: su anfitrión era el más odiado por él, y viceversa.

Frente a él, Juan Pablo de Tavira era el diablo en persona, especialmente porque nunca después volvió a tener la tranquilidad y las comodidades que pudo pagar en el Reclusorio Norte.

La voz de Juan Pablo de Tavira era firme: “A partir de ahora no eres Rafael, eres un número más”, mientras que Caro Quintero con su rostro y cuerpo le demostraba que no se iba a dejar intimidar.

Pero tampoco lo haría Juan Pablo de Tavira, y mientras más resistencia ponía Caro Quintero, la decisión del entonces director del penal de alta seguridad era demostrarle que ahí no podría hacer nada que no se le ordenara, que su reinado había terminado.

Tras la negativa del capo a entender las reglas, la orden de Juan Pablo de Tavira fue clara: “Te vas al hoyo, hasta que aprendas”.

Y antes de ser llevado al área de castigo del penal de alta seguridad, el narcotraficante alcanzó a decir: “Estás viviendo horas extras. Estás respirando horas extras”.

Así comenzó la amenaza de Caro Quintero, uno de los primeros internos que llegó al penal de alta seguridad en Almoloya.

Los tres meses que pasó en el área de castigo dieron resultado: tras el primer mes se negó a acatar órdenes y permaneció otro mes más, pero al tercero salió visiblemente demacrado, con algunas secciones del cabello canoso y la decisión de que De Tavira no viviría mucho tiempo.

Juan Pablo de Tavira solía contar cómo había sido el único en enseñarle a Caro Quintero que en la vida había reglas y consecuencias, de cómo solía ingresar al módulo uno en el penal para observar lo que hacía el narcotraficante, quien constantemente pintaba crucifijos al óleo e invariablemente le recordaba al director que respiraba horas extras.

La esposa del capo, enfundada en un abrigo de pieles, bajaba de su Mercedes Benz conducido por un chofer, para mostrar los cuadros al óleo pintados por su marido a los reporteros que permanecían en espera de ingresar a las audiencias del caso Colosio y Ruiz Massieu.

De todos esos movimientos conocía De Tavira, como de vez en vez le enseñaba —a su manera— a Caro Quintero a no volver a revelarse, y las amenazas comenzaron a escalar.

Un intento de asesinato en su casa de la carretera México-Toluca, donde ahora se observan tres restaurantes, hizo que De Tavira endureciera su actitud con Caro Quintero y la guerra entre ellos, decía el director del penal, terminaría con uno de ellos muerto.

El 21 de noviembre de 2000, después de participar en un evento en un centro universitario en Hidalgo, mientras estaba en la cafetería de la escuela, Juan Pablo de Tavira fue asesinado por un hombre.



comentarios
0