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Crónica Dos ejércitos para preparar el Zócalo

El Universal
Sábado 14 de septiembre de 2013
<b> Crnica </b> Dos ejrcitos para preparar el Zcalo

BARRIDO. Luego del desalojo comenzaron los trabajos de limpieza. (Foto: YADÍN XOLALPA EL UNIVERSAL )


Con 24 años de edad y tres meses de embarazo, Laura Flores era una más del “ejército” amarillo de trabajadores de limpia que ingresó al Zócalo capitalino, luego de que finalmente los maestros de la Coordinadora de Trabajadores de la Educación abandonaron su plantón y de que cientos de policías federales tomaron el control de la Plaza de la Constitución.

Momentos antes, a las dos de la tarde, el gobierno federal había dado un plazo de dos horas para que los maestros realizaran una asamblea para decidir si levantaban su campamento de protesta, o si enfrentaban a la Policía Federal que estaba lista para tomar la plaza y desalojar a los manifestantes.

Faltaban segundos para que venciera el plazo, y los líderes de la CNTE dijeron a una delegación de funcionarios integrada por los secretarios de gobierno del Distrito Federal y Oaxaca, así como del comisionado de la Policía Federal, que abandonarían el Zócalo. Tras los líderes, unos mil 500 maestros que ocupaban la plancha del Zócalo salieron y caminaron por la avenida 20 de Noviembre rumbo al Monumento a la Revolución, donde se instalarán. Antes, desde muy temprano, integrantes del plantón recogieron sus pertenencias y salieron poco a poco de la plaza.

Sin embargo, en otras calles la situación se tornó difícil. Conforme los federales avanzaban para ingresar al Zócalo, maestros y personas con los rostros cubiertos que se encontraban en las calles de Madero y 5 de Mayo, justo en el cruce con Isabela Católica, comenzaron a cantar el Himno Nacional. A unos metros de ellos, el contingente de policías fue marchando poco a poco, y avanzaba golpeando sus escudos con los toletes para tratar de disuadir a los manifestantes. Cuando el contingente de maestros se vio alcanzado, una señora que formaba parte de la barricada de los manifestantes soltó un grito: “Escúchenme, yo puedo ser tu madre o tu hermana, les pido que no me golpeen”.

El grupo de federales continuó su paso, empujando a los manifestantes, quienes retrocedieron al verse rebasados por el personal que tenía la encomienda de ingresar al Zócalo.

Al avanzar el grupo de federales, los manifestantes retrocedieron y con ello permitieron que los elementos poco a poco fueran ingresando por las calles de Madero y 5 de Mayo. En esta última, los policías fueron quitando las carpas y lazos que aún permanecían amarrados de los postes, sin que nadie se los impidiera.

“Caminen, no se detengan”, fue la consigna del mando policial que encabezaba el operativo, el cual ingresó en unos cuantos minutos a la plancha de la Constitución, para tomar el control de la zona.

En otro frente, algunos manifestantes intentaron detener en la calle de Moneda al bloque de federales que con escudos y toletes rebasaron a los inconformes que les aventaron piedras, palos tubos, y un pequeño tanque de gas abierto, que rápidamente fue cerrado por uno de los agentes.

Se dirigieron a paso veloz a la plancha, y algunos con extinguidores y agua embotellada dejada en el campamento comenzaron a apagar las fogatas hechas por los profesores, a quienes ya no se les veía. Todos corrieron, incluso unos 50 que aún continuaban empacando y que no alcanzaron a meter despensa y otros objetos.

“¿Me puedo llevar esa despensa y no me acusan de robo?”, decía minutos después un indigente que se encontraba en el área. “La verdad no tengo para comer y no creo que les quite nada si me llevo algo, al cabo lo van a tirar a la basura”, expresó el hombre de unos 50 años de edad, sin que nadie le respondiera.

Mientras, vehículos blindados con cañones de agua habían ingresado a la Plaza de la Constitución para continuar apagando las fogatas, en tanto federales, hombres y mujeres, comenzaron a derribar las lonas con las que se armaron carpas donde pernoctaban los maestros y comenzaron a apilar en algunos puntos cartones, sillas, bancos y otros objetos del campamento.

Un grupo de mujeres de la Policía Federal incluso se dio tiempo para tomarse una foto con el fondo del campamento derribado. “A formarse, júntense”, se escuchó una voz de un mando que interrumpió la sesión de fotos. Se agruparon afuera de la Catedral y se permitió entonces la entrada del personal de limpieza del gobierno capitalino.

Mientras el Zócalo era limpiado por hombres, y mujeres como Laura, en calles aledañas, personas con el rostro cubierto se preparaban para enfrentar a los policías federales.

En el cruce de avenida 5 de Mayo y la calle de Palma se preparaban las bombas molotov. Jóvenes embozados cargaban garrafones de gasolina, palos y tubos, así como piedras que habían obtenido del adoquín que a martillazos rompieron con anticipación. Había pocos maestros, pero muchos activistas, algunos de los cuales han participado en actos como la toma de Rectoría de la UNAM, en el CCH Naucalpan, en la UACM y en la UAM. Conforme los uniformados avanzaban sobre 5 de Mayo, los encapuchados dejaron caer sobre ellos una lluvia de piedras, palos y objetos encendidos. Al llegar a la calle 16 de Septiembre les lanzaron cohetones y los policías los rociaron con gas lacrimógeno, lo que logró dispersar a los inconformes.

Una vez que en las avenidas Palma y 16 de Septiembre se logró dispersar a los manifestantes a calles aledañas con rumbo a Eje Central, una línea de federales tomó el espacio de 16 de Septiembre al cruce con Isabel la Católica. Nuevamente hubo detonación de cohetes, y una vez más la policía utilizó gas lacrimógeno. De esa valla de uniformados resultó un federal con una herida en el ojo a causa de un proyectil que lo impactó. El federal salió apoyado en los hombros de dos de sus compañeros y fue llevado al Zócalo, donde sus colegas lo recibieron entre aplausos.

En tanto, ante la alerta de nuevos enfrentamientos, otros policías avanzaban sobre la avenida de la confrontación. Marcharon entonando cánticos y alzando sus toletes y escudos en señal de que habían ganado.

Mientras choques aislados entre manifestantes y policías seguían, el ejército de hombres y mujeres de amarillo no dejaba de mover las escobas, y con palas o a mano limpia recogía la basura y los restos del campamento.

Cuatro horas más tarde, otro ejército, de verde, militar, comenzaba a instalar el mobiliario que se utilizará para los festejos del aniversario de la Independencia. El Zócalo está listo para las fiestas patrias. (Con información de Nurit Martínez, Natalia Gómez, Horacio Jiménez, Francisco Nieto, Marcos Muedano y Julián Sánchez)



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